Café Tacvba y un mágico debut

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Underground, festivo y propositivo. Así se puede describir al primer y homónimo álbum de estudio de la banda de Satélite, quien llegaba para comenzar un taconazo que sigue sonando fuerte a casi 30 años de su lanzamiento.

Café Tacvba en las páginas del «Teleguía» (1992) Archivo.

En 1989, 4 amigos oriundos de la Ciudad Satélite se juntaron para comenzar a tocar por diversión. Primero se llamaron Alicia Ya No Vive Aquí (en honor a la película «Alice Doesn’t Live Here Anymore» de Martin Scorsese) y tocaban influidos por bandas como The Cure o Def Leppard. Sin embargo, encontraron inspiración para el que sería su nombre en un conocido café del Centro Histórico de la Ciudad de México. Previendo disputas legales con el restaurante, el grupo eligió reemplazar la u por la v: Café Tacvba.

3 años más tarde y habiendo tomado un nuevo camino musical, Rubén, Meme, Joselo y Quique había llamado mucho la atención del público pero sobre todo de productores y discográficas que buscaban firmar a una banda diferente, que utilizaba instrumentos típicos mexicanos para generar un rock atractivo que se acompañaba de una curiosa puesta en escena con vestuarios regionales, armando una verdadera fiesta.

Café Tacvba en recorte de periódico (1992).

Si bien, los Tacvbos no querían firmar con nadie ni grabar un álbum, lo cierto es que la figura del legendario productor argentino Gustavo Santaolalla sería crucial para «profesionalizar» una banda que en el futuro sería uno de los pilares de la nueva generación que se estaba gestando en la escena latinoamericana. El primer gran paso se estaba dando.

REPASANDO UNA RADIOGRAFÍA MUSICAL

Inexperiencia pero con un gran hambre de trascender, Café Tacvba realizó las sesiones de su primer álbum en medio de múltiples aprendizajes proporcionados por Gustavo Santaolalla. Repasaron demos, armaron la pre producción en la casa de Joselo, grabaron en unos decadentes estudios Polygram y esperaron ansiosos los ajustes provenientes de E.U.

Sumado a esto, encontraron su propia manera de hacer las cosas. Ellos grababan, Santaolalla arreglaba, guiaba, pulía y, como dijo el propio Meme «(Gustavo) empezó a moldear las canciones de tal manera que se potenciaban». Carencias técnicas como una guitarra a la que había que ponerle pastillas que sonora o una caja de ritmos en lugar de una batería, fueron superadas por una creatividad en apogeo e inquebrantable esfuerzo.

Caratula trasera de «Café Tacvba» (1992)

El álbum abre con «Noche Oscura». Batería sintetizada, requinto que va demostrando las cualidades que más tarde explotaría Joselo, piano que llena de arreglos al resultado, contrabajo que desde ya se vuelve el sello del estilo de la banda, percusiones que prenden la fiesta y la voz de un Rubén (con el apodo de Juan) que ya es icónico. Buen inicio.

«Las Batallas» supone el primer gran momento de su debut. Homenaje a la novela de José Emilio Pacheco, logran plasmar el aura de aquel Distrito Federal de la década de 1950 descrita en el libro, gracias a la bella melódica de Meme, la delicada guitarra de Joselo, una estupenda sección de percusiones y unos coros que recuerdan a la época dorada del trío.

«Las Persianas» rinde tributo al norte de México, donde la influencia de la música norteña esta presente sobre todo con la guitarra movida, una melódica que da lugar a un solo magistral de acordeón, platillos contundentes y un contrabajo que no descansa para poner a bailar. Los primeros sonidos característicos del Rubén alocado se dan aquí.

«Rarotonga» basada en la historieta popular de la década de 1950 del mismo nombre y creada por Guillermo de la Parra y Constantino Rábago, es uno de los primeros avisos de lo que vendría en «Re», ya que convergen diferentes elementos como marimbas que transmiten un clima tropical, arreglos orquestales, sintetizadores sutiles y una guitarra estilo jarana. Se suma un vídeo interesante, que utiliza de buena manera el humor y estética de la obra base. Imperdible tema.

«María» es una bella balada, con una marcada influencia por parte de la estética de la década de 1920. Guitarra tranquila, melódica que hace las veces de estribillo, un contrabajo apacible, unos coros que nuevamente traen a la palestra al trío y una claves que acompañan todo, hacen uno de los mejores tracks de la banda. El vídeo, que simula al estilo de la Época de Oro del Cine Mexicano, da otra dimensión a la canción, sobre todo a la letra melancólica, que la hacen ideal para pasear en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

«Cometer Suicidio» es una vuelta a la fiesta, con una letra que es una burla para todos aquellos viven en el drama exagerado, amenazando con el suicidio pero con los métodos más inútiles y repletos de excusas hilarantes. Presenta trompetas que animan, un teclado a modo de circo, así como una letra muy «mexicana», con múltiples referencias a lo cotidiano.

«La Chica Banda» es una curiosa mezcla entre un rock con muchos matices al punk (guitarra eléctrica con caja de ritmo que asemeja una batería trepidante) y elementos que van desde percusiones de la costa, guitarra que simula una jarana, melódica que aquí entra como anillo al dedo y unas percusiones que le dan un toque más costero. Preludio mucho más notable al juego lingüistico que se vería sobre todo en «Chilanga Banda».

«El Catrín» representa un época que se fue perdiendo con aquellos caballeros que vestidos de frac paseaban por la Alameda de la capital mexicana. En la sexta canción del álbum se hace mayor uso de los sintetizadores a modo de organillero, además de una guitarra ligera que se mueve sobre amenos arpegios.

El mini punk desenfrenado de «Pinche Juan» (que le dio su apodo a Rubén en aquellos años) prepara todo para «Labios Jaguar», la cual funge como la declaración más nacionalista del disco, ya que el protagonista prefiere «a una mujer de rasgos olmecas» antes que a una europea. Como pasa en «La Chica Banda», hay un contraste entre el grunge (que estaba en su punto más alto) y sonidos más folclóricos.

«Debajo del mar» representa el espíritu grupal de Café Tacvba, ya que se puede escuchar a la mitad solos simultáneos por parte de todos los integrantes. El realismo mágico esta presente aquí, debido a que en la letra se invocan elementos cotidianos y con bellas metáforas, los dotan de un aura muy especial.

«La Zonaja», mezcla entre ska y norteño, resulta en un experimento muy disfrutable. Letra estilo corrido, ideal para las cantinas y el slam, se muestra al Café Tacvba más festivo, energético, una de las participaciones más llamativas de Rubén.

El cierre se da con «Bar Tacuba». Un inicio dominado con excelentes arpegios de guitarra junto a una sólida caja de ritmos, pasando por una melódica llamativa, y con unos arreglos de cuerda que le dan cierta solemnidad, además de que se suma el contrabajo brutal de Quique. La letra, llena de melancolía, da resumen de lo que se ha escuchado durante casi 40 minutos. Un final estupendo para un gran comienzo.

ENAMORÁNDOSE DE UNA CHICA BANDA

El debut de la banda mexicana resultó en un éxito inesperado, gracias a una propuesta arriesgada pero que terminó por conectar con una juventud ávida de nuevas sensaciones, sonidos y que buscaba su propia identidad sonora. Insuficiente resultó el tiraje de 30,000 copias, el cual se agotó a la semana y cimentó el camino a la consagración que se daría con «Re»

Café Tacvba comenzó en aquel 1992 un taconazo que sigue retumbando con la misma fuerza y festividad. La banda de 4 amigos que no quería grabar un disco terminó por tomarse las cosas en serio y supo encabezar una nueva oleada de propuestas que liderarían la escena. Han pasado casi 3 décadas y se el público se sigue enamorando de aquella «chica banda».

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