Ayer Maravilla Fui, del hastío y la esencia de las almas citadinas

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En el año 2017, Gabriel Mariño lanzó un largometraje que fue bien recibido en la corrida de festivales con un relato de corte fantástico donde un ente que toma la forma de diferentes personas de diversas edades enfrenta el hastío por su forma de vida hasta encontrar el amor en la figura de una estilista, algo que le da nuevos bríos para seguir pero a la vez lo hace cuestionarse acerca de la esencia del amor y las almas mismas.

Ayer Maravilla Fui es el nombre de este proyecto donde Mariño decide plasmar preguntas de corte existencial acerca de nuestra vida, enfocándose en tratar de resolver el dilema de si es posible enamorarnos de la esencia de alguien sin importar su físico, edad o sexo en medio del contexto de una urbe donde seguimos el paso de un ente cambia cuerpos, un ser que ha vivido muchos años solitario debido a su condición por la que le es difícil entablar alguna relación humana.

Sin embargo, para este ser todo cambia al conocer a Luisa (Siouzana Melikian), a quien conoce en su forma de un anciano de nombre Emilio (Rubén Cristiany), quien busca acercarse más a ella para intentar expresar lo que siente aún sin saber qué cuerpo es el que seguirá en su trayecto solitario de vida.

Gabriel Mariño nos lleva por este viaje donde la introspección del alma es la clave. Mediante imágenes de la Ciudad de México capturada en blanco y negro por una estupenda labor de fotografía de Iván Hernández, vemos el paso de este ser que enfrenta el hastío de la soledad, como una especie de vampiro citadino condenado a no tener ninguna relación con nadie en medio de una urbe donde pareciera que habitan no humanos, sino fantasmas que no observan ni se preocupan por quien los rodea.

Es ahí que radica la importancia del relato y la cuestión existencialista del alma y el amor. Mediante los tres personajes que vemos habitar al ente, la forma en que Luisa percibe el cariño es diferente. Va desde el amor por las personas mayores hasta el amor de pareja para concluir con una cuestión acerca de la pureza del sentimiento y cómo no es necesario un género ni una etiqueta para poder vivirlo o sentirlo, a veces de manera exitosa y otras de formas más dolorosas.

Las actuaciones de Sonia Franco, que ganó el premio a Mejor Actuación Femenina en la edición 15 del Festival Internacional de Cine de Morelia, es bastante propia al mostrarnos la entrega del ente en la forma de una mujer que puede demostrar y acercarse más a Luisa con el constante miedo de no saber hasta cuándo podrá ser así. Y que decir de Hoze Meléndez, quien en su expresividad denota el reflejo del dolor y la soledad que agobian al ente dada la imposibilidad de poder relacionarse con algo o alguien que no sean sus plantas.

Incluso la ciudad se cierne como un personaje más, vista a través de este blanco y negro que le da una mirada un tanto onírica realista a esos rincones de la misma que pocas veces podemos ver. Mariño, que nació en Puebla pero vivió un buen tiempo de la Ciudad de México, demuestra de alguna forma en una carta de amor/odio cinematográfica el cariño y enojo que le tiene a una urbe en la cual ya no vive actualmente, misma que funciona como un perfecto acompañamiento para esas sensaciones pesarosas del ente y su soledad.

El guion y su peculiar mezcla entre ficción, drama y romance funciona de maravilla con el tono que Mariño imprime a la cinta visualmente donde el realizador se aleja del debate de los géneros, de las edades para plasmar simplemente cuestiones como ¿qué pasaría si amaneciera en otro cuerpo?, así como las consecuencias que esto tendría, explotando esa premisa fantástica que comulga con el realismo de un lugar donde pareciéramos estar acostumbrados a la soledad.

Es así que el segundo largometraje de Mariño se muestra como una especie de fábula moderna en la que el hastío del día a día se junta con los aires de fantasía de un relato de amor que trasciende las barreras del género, la edad y el espacio mismo, todo a través de la mirada de un amante perdido en el tiempo, de un alma vieja que lo único que anhela es alejarse un poco de esa soledad que lo azota pero con el temor de que la esencia de su alma no sea suficiente en un mundo como en el que vive.

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