El Padre, una brutal mirada a la vejez
Con un inmenso pero merecido reconocimiento global, The Father es una mirada dolorosa pero poderosa a lo más terrible de envejecer: el olvido.
«En la juventud aprendemos, en la vejez entendemos«. Dicha frase, aportación de la escritora Marie von Ebner-Eschenbach, resume a la perfección la importancia de que las artes (especialmente el cine) entreguen obras que retomen la muchas veces menospreciada tercera edad, pero sobre todo, la demencia, un problema de salud que ha ido creciendo a pasos agigantados. Cintas como Arrugas, Siempre Alice, Lejos de ella, Vivir dos veces o Iris, han sido muestra de como se puede tocar a partir de diversos ángulos, con distintos recursos y con empatía, la pérdida progresiva de memoria, dejando huella en el espectador.
Con lo anterior como fundamento e iniciando la tercera década del 2000 con una realidad que ha dejado bastante tiempo para reflexionar, llega El Padre, una experiencia cinematográfica poderosa que llevará al espectador a vivir en primera fila la decadencia producto de un olvido que a todos amenaza.
Anthony, un hombre de 80 años mordaz, algo travieso y que tercamente ha decidido vivir solo, rechaza todos y cada uno de las cuidadoras que su hija Anne intenta contratar para que le ayuden en casa. Está desesperada porque ya no puede visitarle a diario y siente que la mente de su padre empieza a fallar y se desconecta cada vez más de la realidad. Anne sufre la paulatina pérdida de su padre a medida que la mente de éste se deteriora, pero también se aferra al derecho a vivir su propia vida.
Florian Zeller debuta a lo grande como realizador en esta excelente adaptación de su obra de teatro Le Père. En su traslado al cine, Zeller logra transmitir toda la carga emotiva en cada escena, sacando lo mejor de sus actores y aprovechando el poder de una historia que transcurre en interiores que, a su vez, se transforman conforme Anthony se va hundiendo en la decadencia de una demencia que lo ahoga en la incertidumbre continua.
El director francés junto a Christopher Hampton (ganador del Oscar a Mejor Guión Adaptado por Dangerous Liaisons), dotan de solidez a los personajes, dándoles un trasfondo que da credibilidad a lo que se ve en pantalla. Con esto, el espectador puede sentirse identificado de una manera muy personal con cada una de las realidades presentes. Por un lado, la de quién sufre los estragos de la enfermedad, desconfiando hasta de su propia existencia. Por otro, la de la hija que vive la responsabilidad de cuidar a su padre, misma que ha puesto en jaque su relación y sus proyectos a futuro, además de enfrentarse a la caída de su progenitor, quien incluso la comienza a olvidar.
La fotografía de Ben Smithard (Downtown Abbey; Cranton) aporta una sensación de confusión por una realidad que cambia, aterroriza y agota, ya que de un movimiento de cámara a otro las personas, las habitaciones y los diálogos lo modifican todo, con una temporalidad incierta que engrandece la experiencia. Sumado a esto, la música del gran Ludovico Einaudi (Mommy, Intouchables, Nomadland) eleva el impacto emocional a cada escena, ya que con sus cuerdas da ese toque melancólico necesario para que el espectador sea movido por la impotencia, tristeza y aceptación inamovible por la situación de Anthony.
El diseño de producción meticuloso y con un cuidado al detalle de alta calidad, logran que la narración audiovisual sea poco confiable, consiguiendo que este trayecto incierto transmita con fuerza el mensaje, algo que se complementa con un montaje de alto nivel que sin importar lo lento del transcurrir, inyecta de un fluir constante pero que también es una montaña rusa que trastoca la calma aparente.
Cada secuencia es una amalgama de realidad con delirio, donde el público no sabe que sucede, aferrándose a la mejor versión de los hechos, creyendo lo más que puede tanto en el padre como en la hija, desconfiando en las personas externas a ellos como los cuidadores o el marido de Anne, quien aporta la voz a su matrimonio en crisis.
La efectividad de todos los elementos se debe a las estupendas actuaciones del ensamble de la cinta. Imogen Poots (El arte de defenderse; Need For Speed) da esa calidez interpretando a Laura, la cuidadora contratada por Anne y en la que Anthony ve a Lucy, su otra hija; Rufus Sewell (El Turista; El Hombre en el Castillo) da vida a Paul, marido de Anne y que representa el punto de vista de aquellas personas que consideran mejor desentenderse de la persona con demencia para hacer su vida; Olivia Williams (Anna Karenina; An Education) y Mark Gatiss (Taboo; Sherlock), realizan una excelente labor como las personas que sustituyen al resto de personajes, producto de la engañosa percepción que vive Anthony.
En otro nivel se encuentra la dupla protagonista. Olivia Colman (ganadora del Oscar a Mejor Actriz por La Favorita) entrega otra actuación magistral como Anne, que transmite todos los dilemas personales, generando una química que dota de autenticidad la relación padre-hija. Anthony Hopkins (ganador del Oscar a Mejor Actor por El Silencio de los inocentes) da una clase maestra actoral en el manejo de las emociones y una mezcla entre confianza desmedida con un quiebre que dejará desconsolado al espectador ante lo inevitable.
CONCLUSIÓN
Es así como El Padre se posiciona como uno de los retratos más potentes respecto a la demencia y las consecuencias de la vejez. Su ritmo constante pero denso emocionalmente, sumado a una labor de alto nivel en cada una de sus líneas, lograrán mover las fibras más profundos a espectadores de todas las edades, renovando la vigencia en la discusión de una problemática que a todos nos compete.
Por qué tarde o temprano, todos estaremos en el lugar de Anne y, si la vida nos alcanza, en los zapatos de Anthony.
FICHA TÉCNICA
Título Original: The Father
Director: Florian Zeller
Año: 2020
Actores: Anthony Hopkins, Olivia Colman, Imogen Poots, Rufus Sewell, Olivia Williams, Mark Gatiss, Evie Wray, Ayesha Dharker
Estreno en cines: 01 de abril de 2021
Calificación: 9.5/10