“El poder del perro”: un relato de vaqueros que deconstruye la masculinidad
Doce años es el tiempo que le tomó a la directora Jane Campion regresar a la creación de un largometraje. Su última cinta, Bright Star: El amor de mi vida (2009), que hablaba del romance entre el poeta John Keats y Fanny Brawne, fue nominada al Oscar por Diseño de Vestuario. Pero ahora, la realizadora neozelandesa regresa con fuerza en una producción original de Netflix que hace pensar que valió la pena la espera.
Basada en la novela de Thomas Savage, El poder del perro nos cuenta la historia de dos hermanos, Phil (Benedict Cumberbatch) y George Burbank (Jesse Plemons), propietarios de un rancho en Montana que de repente ven cómo sus diferencias aumentan al momento en que uno de ellos se casa con una madre soltera (Kirsten Dunst). Esto detonará en ciertas actitudes y revelaciones que cambiarán la vida en este lugar.
No cabe duda que Campion demuestra la capacidad que tiene para trabajar con sus actores y así poder generar atmósferas llenas de drama y tensión. Aquí, es la dura interpretación de Benedict Cumberbatch la que se vuelve guía del relato. Su rol como el vaquero macho, rudo, ríspido e insensible en los Estados Unidos de los años 20 es impecable. Pero lo mejor de este papel es la deconstrucción que va sufriendo conforme pasa el tiempo en la historia, revelando la verdad detrás de este hombre duro y su temperamento irascible.
Esto se detona debido a la contraparte, establecida por el joven actor Kodi Smitt-Mcphee en su rol de Peter, el hijo de esta madre soltera que es completamente opuesto a la figura del vaquero Phil. Ese encuentro, que va del bullying y las burlas hasta un aire de respeto a la mala, es lo que va moviendo los actos más llamativos de la cinta, todo esto mientras de maneja con una fragilidad tremenda que va encontrando en él una especie de modelo a seguir, causa de que su madre entre en una especie de crisis debido a la opresiva y conflictiva relación que tiene ella con su cruel cuñado.
La música se vuelve fundamental en el relato. Tal como lo hizo en cintas como The Master (2012), Petróleo Sangriento (2007) o El Hilo Fantasma (2017) al lado de Paul Thomas Anderson, ahora Johnny Greenwood saca provecho de este drama intimista y le da un toque muy particular que nos lleva directo al oeste salvaje pero desgarrador en el que viven nuestros personajes, recordando un poco a lo hecho el año pasado por James Newton Howard en Noticias del gran mundo.
Esto, aunado al maravilloso aspecto visual que le da vida a este rancho lleno de hombres gandallas en plena planicie capturado por la cinematógrafa Ari Wegner son el perfecto acompañamiento para este análisis de la fragilidad masculina oculta detrás de una máscara con una moraleja casi bíblica. Si bien la edición puede hacer que la película en su primer acto sea de un ritmo un tanto lento, funciona bien para entablar las relaciones entre los personajes que dan giros inesperados.
Y es que el guion de Campion se va desenvolviendo poco a poco, tomándose su tiempo para presentar a sus protagonistas y dar un giro interesante en medio de este ambiente de masculinidad tóxica donde la directora toma elementos clásicos del western en un interesante diseño de producción que toma los paisajes de Nueva Zelanda para reproducir la época de los 20 en Montana.
Sumamos el gran manejo de la cámara por parte de Campion, ese que capta la fragilidad de las relaciones humanas y que a veces nos dice más que las propias palabras o explicaciones detrás de sus personajes. Basta ver una postura, las miradas y el dolor en los rostros de Rose o el miedo en su hijo Peter, un estilo de dirigir que viene desde sus primeras cintas como El piano (1993) o Un ángel en mi mesa (1990). Además, está esa interesante dinámica de poder que existe entre los hermanos así como el conflicto entre Rose y Phil que se convierte en algo tremendamente tóxico causando funestas consecuencias.
Así, El poder del perro se siente como un drama intenso que pone en la mesa no sólo una novela que a Savage le sirvió de alguna forma como una especie de catarsis, sino también un enfoque acerca de la fragilidad de los sentimientos en un oeste salvaje donde no se necesitan duelos de armas, estampidas de caballos ni duelos a muerte sino un par de personajes con una lucha de identidad, una pelea interna que deconstruye la masculinidad y las ideas del poder en un viaje complejo que demuestra la gran capacidad que Campion tiene como realizadora.