La Ciudad Perdida: comedia, romance y dos bribones carismáticos

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A mediados de los 80s, Robert Zemeckis dirigiría un relato acerca de una novelista (Kathleen Turner) que se vería inmiscuida en un embrollo debido a un mapa del tesoro que la llevaría en cómicas aventuras a través de la jungla colombiana acompañada de un compinche bastante astuto y galante (Michael Douglas). El filme se llamaba Dos Bribones tras la Esmeralda Perdida (1984), donde la aventura, y la comedia romántica funcionaba gracias a la gran química de sus protagonistas. Tanto así que dio pie a una secuela, La Joya del Nilo (Teague, 1985).

Casi cuatro décadas después, el factor nostalgia aparece para reavivar la flama de este tipo de cintas de género de la mano de los realizadores Aaron y Adam Nee, que básicamente retoman esa premisa ochentera, añadiéndole su propia visión en temas que no desconocen del todo en su filmografía: la comedia romántica (The Last Romantic, 2006) y la aventura (Band of Robbers, 2015) dando como resultado una cinta absurda, llena de clichés que logra el principal cometido de divertir a la audiencia gracias a un muy acertado cast y algunos buenos chistes que aterrizan de buena forma (y otros que no tanto) en el proyecto llamado La Ciudad Perdida.

Esta vez, Sandra Bullock toma el papel de la escritora Loretta Sage, una mujer que no tiene la capacidad de seguir adelante y se ve forzada a formar parte de la gira promocional de su último libro. Acompañándole, está el atractivo pero hueco modelo de sus diversas portadas, Alan (Channing Tatum) Sin embargo, es en este pequeño viaje donde la famosa pero antipática novelista es secuestrada por un millonario encaprichado de nombre Abigail Fairfax (Daniel Radcliffe), quien cree que ella puede ser la clave para encontrar una mítica ciudad perdida con un tesoro irremplazable.

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Como en los Dos Bribones…, la química entre los protagonistas, Bullock y Tatum, se convierte en la parte fundamental del relato. Su dinámica de pareja dispareja metida en una comedia romántica estilo screwball le sienta perfecto al planteamiento de los guionistas y la visión de los Nee. Una de las virtudes dentro de este relato es cómo se juega con los arquetipos clásicos de este tipo de películas. Aunque Channing le queda perfecto ese prototipo de galán que tiene el físico pero no el seso y a Sandra no me va mal ser la ‘damisela en peligro’, es el juego entre ellos que se vuelve divertido, haciéndola a ella la heroína y a él una especie de ‘caballero en peligro’.

Por otro lado, tenemos al villano caricaturesco de Daniel Radcliffe que, con su Abigail Fairfax ejecuta al villano berrinchudo y joven, mostrando esa faceta de niño caprichoso que, sin importar cómo, busca salirse con la suya. Pero es Brad Pitt en un papel secundario quien se roba la escena de manera inesperada con su contradictorio e hilarante Jack Trainer. Su rol, por breve que es, provoca las mejores carcajadas durante la primera media hora, sobre todo en una secuencia que se vuelve de las más memorables de esta cinta.

Pero La Ciudad Perdida carece de ser perfecta en sus elementos. La labor del fotógrafo Jonathan Sela se queda corta comparándola con sus trabajos anteriores como Deadpool 2 (2017), Atómica (2017) o John Wick (2014), donde lograba capturar la esencia de buenas secuencias de acción. Aquí, el montaje no le ayuda mucho y funciona meramente por la gracia y la habilidad de sacar risas de sus protagonistas. En cuanto a la música de Pinar Toprak, resulta un recurso que se inspira claramente en otras cintas del género, desentonando a ratos en el punto romántico, exagerando en la melosidad de su ritmo pero que se escucha muy bien en las secuencias de aventura.

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Mas allá de los obvios problemas, la explotación de los clichés en exceso o de su guion predecible, algo que los Nee logran de buena forma es salir bien librados de todo ello y hacer que la narrativa funcione a pesar de ciertos baches en el camino. Esto, aunado a la conciencia que tienen tanto los realizadores como los actores de que éste no es un filme para tomarse en serio provoca que le saquen el mayor de los provechos a ello, sumado a los guiños que la cinta le hace justamente al díptico ochentero de Zemeckis y Teague.

Si bien La Ciudad Perdida no busca reinventar el género de aventura con tintes de comedia romántica ni mucho menos experimentar en sus elementos visuales o narrativos, se aplaude que logra lo que otras películas han intentado durante este inicio de año: un simple y sencillo entretenimiento con sus altos y bajos pero que no deja de contagiarnos de cierto encanto, justamente como si leyéramos una novela romántica de aventura escrita por la misma protagonista, haciendo que esta propuesta sea un relato predecible pero disfrutable.

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