Doctor Strange en el Multiverso de la Locura, o terror en el MCU
La magia, psicodelia y locura sesentera de Steve Ditko y Stan Lee llegaron por primera vez a la pantalla grande en el 2016 de la mano de un director con orígenes terroríficos llamado Scott Derrickson para crear un relato de origen que experimentaba con los factores más bizarros de un cirujano egoísta que se convirtió en el protector de la Tierra gracias a las artes místicas en Doctor Strange: Hechicero Supremo, llevado a la vida por el multifacético señor Nutria, Benedict Cumberbatch.
Después de atrasos debido a la pandemia y unos cuantos ajustes en el calendario de la cuarta fase de Marvel, aquella que tiene la no sencilla labor de seguirle los pasos a 10 años de un universo bien planteado, llega la secuela acerca de este maestro de las artes mágicas para dar por oficial una de las ideas que tanto ha sido referida en esta fase desde Wandavision, Loki hasta Spiderman: el multiverso, que si, esta lleno de locura.
Para hacerlo, el productor y mente maestra del MCU, Kevin Feige, decidió reclutar a Sam Raimi después de la súbita salida de Derrickson, haciendo que uno de los padrinos del cine de superhéroes del nuevo milenio volviera a hacer un largometraje después de nueve años sin hacerlo. El resultado: un viaje intenso que mete de lleno a un género que no había sido visto en cintas de Marvel antes, el terror al más puro estilo de aquel visionario realizador de la primer Spiderman hace 20 años.
La premisa trae de vuelta al mago Strange después de los hechos de Spiderman, quien enfrenta la terrible revelación de que su realidad está en peligro gracias a un ser maligno que busca provocar un desequilibrio en ella. Pero el Doc no estará solo, pues recibirá la ayuda de una extraña visitante con un poder único, América Chávez (Xochitl Gómez), mientras buscan la fuente de este mal que esta causando estragos en el infame multiverso. ¿Será que la amenaza es alguien conocido?
Si bien este Multiverso de la Locura no explota todas las posibilidades existentes, Raimi lo usa como un buen pretexto para demostrar su conocimiento y maestría del género del terror, añadiéndole ese extra que nunca habíamos percibido antes en el MCU. El director detrás de clásicos como Evil Dead o Arrástrame al Infierno usa cada uno de los recursos aprendidos en su vasta carrera pra trasladarlos a este filme y jugar con ellos de diversas maneras.
Desde el uso de las sombras en la cinta, pasando por las autoreferencias a su filmografía así como cameos y elementos visuales, Raimi contagia de terror este conflicto entre el (no) Hechicero Supremo y la villana establecida en la Bruja Escarlata (Elizabeth Olsen) para hacer una experiencia que podría resultar molesta o extraña a los fanáticos del cine marvelita pero que fascinarán a todos aquellos seguidores del director.
Aunado a ello, hay otros elementos que ayudan a que la atmósfera de esta secuela se sienta como un demencial descenso al infierno multiversal. Uno de ellos es la fotografía que dota de colores y detalles muy particulares a todas las variantes de esta loca aventura. Resalta el uso del rojo, aquel característico del personaje de Olsen que se siente siempre amenazante o los blancos y azules de Chávez y la psicodelia característica de Strange.
A eso se le suma también otro regreso al cine de superhéroes por parte de uno de los mejores compositores de música en el cine: el maestro Danny Elfman, que ya había trabajado con Raimi en la trilogía de Spiderman y en otras cintas heróicas, asi como una que otra buena/mala película de Tim Burton. Aquí, da cátedra del manejo musical que tiene al pasar por tantas variantes que parecen salidas del multiverso. De repente escuchamos música clásica, guiños a otros temas, el uso de una guitarra eléctrica y los típicos temas épicos dramáticos de toda cinta de esta índole en un soundtrack de locura.
Mientras esto sucede, la historia también tiene sus cosas buenas y unos cuantos tropiezos. El lado positivo radica en la evolución de Strange y Wanda, ambos tratando de asimilar los poderes que tienen así como las muchas responsabilidades que ello conlleva. Mientras Stephen asume que hay pérdidas que son necesarias para seguir el camino, Wanda se cuestiona su poder y sus alcances para aliviar el dolor derivado de la pérdida y el amor mismo, convirtiéndola en una interesante villana.
Pero no todo es miel sobre hojuelas en el guion de Michael Waldron, pues si hay un personaje que meramente es introducido sin darle un desarrollo interesante es justo el de América Chávez, que curiosamente es una pieza clave del relato. Esto, aunado a ciertas incongruencias del tamaño del Multiverso que hacen dudar acerca de la lógica que Marvel busca en esta fase, algo que resulta un tanto comprensible sabiendo todos los cambios que tuvo que enfrentar la producción en medio del grabación del filme, mismo que trataban de adaptar a las situaciones expuestas en otros proyectos.
A pesar de esos detalles, la secuela del Doctor Strange funciona como un muy buen vehículo de entretenimiento envuelto en la capa de una cinta de horror de Raimi, quien astutamente escapa de las limitaciones impuestas por el MCU para darle un sello único y diferente, por no decir propio, a este espectáculo visual que es el Multiverso de la Locura. Con algunas sorpresas bajo la manga y un par de escenas pos créditos, no cabe duda que es muy grato tener de vuelta a este realizador, mismo que ha abierto la puerta a un montón de posibilidades de lo que puede suceder en el futuro cercano de Marvel.
1 pensamiento sobre “Doctor Strange en el Multiverso de la Locura, o terror en el MCU”