«Mal de Ojo»: brujería, familia y un relato sobre los sacrificios
Se acercan halloween, el día de muertos, las fechas donde los monstruos, los espantos, los fantasmas, las maldiciones reinan tanto en el pensamiento cotidiano como en los estantes de libros, pósters y, por supuesto, en la cartelera cinematográfica, misma que año con año ofrece propuestas que en su mayoría solo siguen fórmulas desgastadas, teniendo recaudación bastante holgada para un presupuesto que muchos «fanáticos» justifican sus errores, su notable falta de creatividad y, sobre todo, su destacada mala ejecución tanto técnica como de contenido.
Es por eso que cuando en la oferta aparecen cintas de este estilo, resulta natural rehuir de ellas, especialmente de las producciones mexicanas por los innumerables estímulos que no exigen recuperar ganancias, que permiten casts repetidos y gastos sin justificar el gran monto económico. No obstante, la sorpresa que llega con el visionado de «Mal de Ojo» es agradable y que si bien, existen clichés junto a algunas limitantes estéticos, la película se disfruta por el atrevimiento de intentar algo distinto.
La misteriosa enfermedad de su hermana pequeña hará que Nala y su familia viajen a la casa de su abuela para encontrar la cura, en donde ella aprenderá sobre leyendas locales de brujas que por las noches se desprenden de su piel para volar en búsqueda de niños y alimentarse de su sangre. Nala, al conocer más sobre estos seres diabólicos, comenzará a cuestionarse si su abuela es algo distinto a lo que ella cree. Si crees que las brujas no existen, piénsalo dos veces.
Isaac Ezban, conocido por su trabajo en historias de suspenso y ciencia ficción como Cosas feas o México Bárbaro, debuta en largometrajes del género de terror con una película de buenos valores estéticos, un notable aprovechamiento de la mística de las leyendas de las comunidades rurales mexicanas, así como de una correcta utilización de lenguaje cinematográfico para elevar la tensión con una sensación de riesgo para Nala y Luna, su pequeña hermana.
Cada detalle tanto de la casa de la abuela como del campo que rodea a esta propiedad, genera el interés suficiente en el espectador que encuentra en cada escena detalles que van confirmando o desestimando las hipotesis que la propia historia genera. Ezban utiliza este relato de brujería lleno de rituales y cuentos para abordar los conflictos familiares que suceden especialmente cuando hay un integrante enfermo que requiere de la mayor atención posible. También plantea una mirada sobre hasta donde y a que precio alguien puede llegar con el fin de salvar a esa persona, todo esto contado con el relato central de la familia de Nala como con un cuento que funciona para plantear las reglas que rige este mundo construido en una casa, sus alrededores y la línea temporal, todas filmadas con compromiso.
La labor de maquillaje, utilería y vestuarios es de buen nivel. El primero, es una nueva confirmación de que lo práctico muchas veces funciona de mejor manera que lo digital, dejando imágenes que perturban con efectividad. Lo segundo, regala simbolismos materiales que ayudan a contar la historia, darle cimientos que consigan que la audiencia se sumerja en esta historia. Lo último, permite marcar la evolución (decadencia en este caso) de los estados de ánimo, de salud y de ciertos giros que logran el cometido de sorprender en varias ocasiones.
La música ha sido compuesta a la medida del tono de esta cinta, llenando de tensión, misterio y shock las diferentes escenas. A esto se le suman algunas actuaciones de buen nivel, destacando sobre todo a Ofelia Medina, quien transmite ese halo de misterio con sus gestos, tono de voz y manejo corporal, ya que su presencia impone, da desconfianza, es lo que sostiene la cinta. Ivanna Sofia Ferro, por su parte, le da inocencia convincente a su personaje, mientras que Paola Miguel y Paloma Alvamar, dejan buenas interpretaciones, la primera como Nala, que pasa de ser una jovencita repelente a una hermana valiente; la segunda, como una amable empleada de la abuela que será quien cuente las historias de bujería que dan ese primer paso a la desconfianza de lo que se ve.
Como puntos bajos se pueden señalar conveniencias de guión, motivaciones no explicadas y decisiones que parecen obvias pero que, dependiendo de la persona, puedan estar sustentadas por la reacción emocional de la situación.
Mal de Ojo es sin duda una buena y refrescante opción para aquellos que busquen relatos efectivos de terror, con escenarios que no han sido del todo aprovechados. Toca explorar esta misteriosa residencia y volverse a cuestionar sobre la existencia de las brujas. Pueden estar más cerca de lo que se piensa.
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