‘Rosalina’: una mirada centenial a «Romeo y Julieta «
La obra de William Shakespeare continúa inspirando a nuevas generaciones con historias que son la base para relatos de toda clase, ya sea basado en su totalidad o inspirado en la base, no hay duda que las estructuras propuestas por el legendario autor siguen vigentes.
Ejemplos de esto lo tenemos con cintas como Romeo + Julieta, 10 Cosas que odio de ti, El Rey León, Macbeth, The King o Sueño de una noche de verano, sumándose a esta lista Rosalina, el nuevo retelling del clásico Romeo y Julieta que supone una opción ideal para un público juvenil gracias a un humor ligero así como de personajes con los que se pueden identificar.
Destrozada por no ser correspondida en sus sentimientos, Rosalina lleva a cabo un plan para acabar con la famosa relación entre Romeo y Julieta, y así lograr ser el centro de atención exclusivo para él.
Con experiencia en las comedias románticas y las que están protagonizadas por la óptica femenina como Si, Dios, Si, (como directora) u Obvious Child (cómo guionista), Karen Maine sigue su carrera en la silla con este segundo largometraje. En esta ocasión, la cineasta aprovecha el tono más desenvuelto de When you were mine, novela de Rebecca Serle en la que se basa esta cinta, para arrojar críticas al papel de la mujer, cuestionar la manera en que ellas mismas no son honestas, no piden ayuda cuando la requieren y sobre todo, ironía con lo que muchas veces se propone en las clásicas historias de amor.
Curiosamente, es gracias a los clichés de estás producciones y relatos que la cinta encuentra los momentos de mejor ejecución en la comedia. Acierta Maine en dotar de inteligencia y audacia a la protagonista pero también de ponerle obstáculos, circunstancias así como de baldazos de agua fría ante su actitud, su orgullo, todo esto haciendo que ella madure, crezca, dando como resultado una evolución que resulta satisfactoria.
Se puede disfrutar de mayor naturalidad en la construcción de diálogos más contemporáneos pero sin quitar elementos de época como lo incómodos que eran los vestuarios, las posibilidades reales para las personas como lo eran el matrimonio, el ejército o el trabajar en casas de elite. También resalta la eficacia para hacer de lo predecible algo atractivo, ya que es gracias al tono más moderno que el público conecta, se interesa por lo que sucede y ofrece un incentivo para que las nuevas generaciones busquen la obra de Shakespeare.
Los vestuarios son bastante llamativos, se respetan peinados, maquillajes, incluso corte de cabello y hasta la naturaleza de la convivencia social. Se utiliza el conflicto entre los Montesco con los Capuleto para señalar lo irrisorio del origen de muchos conflictos que aún hoy ocurren, lejos ya del verdadero motivo de enfrentamiento, dejando espacio también para algunas reflexiones sobre el amor, sin santificarlo pero aceptando sus defectos.
En la búsqueda por conseguir esto último, la cinta por momentos se pierde en lo musical, en esta sátira que no siempre está presente y que cede para la solución fácil del otro interés amoroso, diluyendo un poco el atractivo que prometía un culebrón pero si que da un frenético relato lleno de acción, redención y sobre todo, una tónica que si se siente adolescente, con sus muchas contradicciones, indecisiones, aderezado con las trabas de la época que retrata.
La inclusión es notoria pero no es molesta y los actores que integran el cast entregan personajes que se sienten reales. Si bien, aquí el único de ellos que flaquea por centrar su existencia así preferencia sexual (París, esposo de Rosalina en la obra original de William Shakespeare), lo cierto es que hasta este extremo sirve para ejemplificar los matrimonios por conveniencia o como los hombres debían ser caballeros sin apice de manerismos distintos.
Las actuaciones demuestran disfrute para los actores; Isabela Merced interpreta a Julieta, una inocente e ideal chica de la época que ampliará su horizonte en la convivencia con su prima; Kyle Allen imprime diversión haciendo de Romeo, quien aquí expone la fugacidad del amor, de lo ridículo que puede ser el romanticismo extremo; Sean Teale es el despreocupado pero atractivo Darío, un militar que hará cambiar de perspectiva a la principal; y Kaitlyn Dever con su carisma mantiene la cinta como Rosalina, confirmando que tiene un futuro brillante.
Si bien por momentos el ritmo baja, lo cierto es que Rosalina es una cinta disfrutable para todo tipo de público, apoyada por su tono irónico, su apuesta por entretener que acierta y una muestra de que los retellings pueden funcionar sin necesidad de mercadotecnia tóxica ni presunción.