«Lilo, Lilo, Cocodrilo»: encanto animado
Las películas animadas están viviendo una situación particular e impensada para años anteriores. Disney-Pixar, dúo ganador y con producciones que eran sinónimo tanto de creatividad como de éxito seguro, han llegado a un estado de falta de ideas que han dado como resultado cintas que, aunque bellas en lo visual, carecen de corazón y alma.
Mientras esto pasa, otros estudios y casas animadoras se han esforzado por brindar entretenimiento y ese contenido muchas veces emotivo en películas que se ganan el corazón del público. Para Sony, el camino ha sido triunfal con cintas como la sorprendente Spiderman Into The Spiderverse o la amada La Familia Mitchell Contra las Máquinas, y para 2022 suma a este listado Lilo, Lilo, Cocodrilo, una sencilla pero entrañable producción que sin duda vale la pena disfrutar en pantalla grande.
Cuando la familia Primm se muda a Nueva York, su hijo adolescente Josh lucha por adaptarse a su nueva escuela y nuevos amigos. Todo eso cambia cuando descubre a Lilo, un cocodrilo cantante, a quien le gusta darse baños, el caviar y la buena música viviendo en el ático de su nueva casa.
Los dos se convierten en mejores amigos, pero cuando la existencia de Lilo se ve amenazada por su malvado vecino Mr. Grumps, los Primm deberán aliarse con el carismático dueño de Lilo, Hector P. Valenti, para mostrar al mundo que la familia puede surgir de los lugares más inesperados y que no hay nada malo con un gran cocodrilo cantante con una personalidad aún mayor.
Basada en los libros best seller de Bernard Waber, en esta adaptación la apuesta por la ternura e ingenuidad del cocodrilo así como de una combinación de animación con live action función para el formato cinematográfico, siendo esta decisión un acierto para la sencilla trama y la base narrativa, muchas veces vista, construida a partir de la típica relación de dos personajes que por sus peculiaridades no encajan pero que entre ellos se ayudan a evolucionar.
La dirección está a cargo del dúo Will Speck y Josh Gordon, quienes han comentado una carrera centrada en la comedia con cintas como Blades Of Glory o The Switch, además de ganar el Oscar a Mejor Cortometraje de Acción en Vivo por The Cult. Para su quinto largometraje en la silla de realizadores, demuestran toda su experiencia en la comedia al confeccionar un film familiar efectivo, el cual se sustenta tanto por la apariencia del reptil llena de ternura y por un atmósfera familiar que se siente real gracias tanto a la química como al compromiso de los actores.
Esta producción se siente como una ampliación del corto animado Ay que Rana, en la que un ambicioso hombre del espectáculo encuentra talento musical en un animal que al estar en contacto con el público se pasma, generando problemas para el ser humano. Aunque esto es la base de la historia, ambos directores le dan un giro enfocado en la importancia de la familia, amistad y la aceptación de las diferencias, generando situaciones bastante divertidas, algunas dramáticas y, hay que reconocerlo, conveniencias de guión que de alguna manera pueden pasarse por alto por el diseño del animal, así como del vínculo que se forma con la familia.
La música es un punto destacado que hace bastante llevaderas las escenas en las que se insertan. La voz de Shawn Mendes es muy agradable y sin duda le da carisma a su personaje, con canciones que tienen una letra optimista, además de notas que remiten a este tipo de cintas pero que enganchan al espectador.
En lo visual, la fotografía es de buena calidad, sin llegar a aprovechar todo lo que Nueva York tiene para ofrecer. Eso sí, los elementos que toman y que son parte de la zona en la que la familia vive, se aprovechan en favor de las interacciones de Lilo, siendo motor también para que salgan de su zona de confort, evolucionen y conecten con su yo más feliz. El CGI solo desentona en contadas ocasiones por lo que si se siente que el cocodrilo convive.
En cuanto a las actuaciones, todos se divierten, quizá con algo de exageración por parte de Javier Bardem, quien encarna a Hector P. Valenti. Aunque su personaje funciona con esa teatralidad y ese carisma que se basa en la confianza en si mismo de manera exagerada, por momentos termina por generar molestia por su cinismo.
Si bien, resulta predecible y el mensaje familiar pueda sentirse repetido, Lilo, Lilo, Cocodrilo cumple con el objetivo de entretener, robarse el corazón del público y lograr un rato de convivencia que muchas veces hace falta.
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