«El Triángulo de La Tristeza» o sobre el naufragio de las clases altas

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Tras la Semana de la moda, Carl y Yaya, pareja de modelos e influencers, son invitados a un yate en un crucero de lujo. Mientras que la tripulación brinda todas las atenciones necesarias a los ricos invitados, el capitán se niega a salir de su cabina, a pesar de la llegada inminente de la célebre cena de gala. Los eventos toman un giro inesperado y el equilibrio de poder se invierte cuando se levanta una tormenta que pone en peligro el confort de los pasajeros.

Tras su aclamada carrera que incluye cintas como The SquareFuerza Mayor, Ruben Östlund entrega una crítica mordaz y sin tapujos hacía las clases altas, ambientando todo en la fragilidad de un yate de lujo con un peculiar ambiente e invitados.

El director no tiene empacho en castigar a sus personajes de posición acomodada como lo son oligarcas rusos, cínicos dueños de empresas armamentistas o hasta influencers que todo lo consiguen por su apariencia. En contraste, los miembros de la tripulación, de diversos orígenes, deben sufrir sus peticiones que les pueden costar sus trabajos, se les atormenta con el quiebre hacia la decadencia (tanto literal como simbólicamente) que llega con la tormenta.

Östlund lo lleva todo a través de un humor bastante negro, lleno de sarcasmo y de exageración que funciona para el caótico a la vez que cambiante ritmo de la película.

Cada diálogo, cada escena y cada toma tiene como propósito no sólo conocer a los personajes centrales sino que arrojan dardos a diversas discusiones, centrando todo su poder al señalamiento del eterno debate entre capitalistas y socialistas (ejemplificada por una surreal charla entre el capitán con el multimillonario ruso mientras sucede el desastre) o de como, en caso de que la civilización colapse, son las clases que luchan por sobrevivir quienes podrían tomar el lugar de privilegio.

También es una clara analogía a la sociedad actual, donde los más poderosos, los clientes que se covierten en dueños intransigentes tiene problemas fuera del mundo real, en el que a través de su músculo económico pueden cambiar la realidad, como cuando la esposa de un acaudalado huésped solicita que limpien velas inexistentes y es cuando hasta El Capitán, quién es el hombre que mejor conoce el barco, debe ceder ante este capricho.

La fotografía está bellamente llevada, con tomas y encuadres que ayudan a que las sensaciones lleguen a otro nivel. Cuando el caos reina, la cámara se coloca en correspondencia con lo que sucede, generando en el espectador la sensación de encontrarse ahí, de ser un testigo en primera fila de lo que pasa. Cada interior, cada vestuario y cada exterior se disfruta grandemente, contrastando en la opacidad de la iluminación dentro del barco con los colores brillantes en el entorno marino

Los vestuarios también ayudan a conocer a los distintos personajes, con opulencia para la clase alta, pulcritud con el staff del navío y una sencillez en lo que viste el personal técnico del yate, que será crucial para el clímax de la cinta.

La música que adorna la cinta engloba perfectamente ese espíritu moderno, alegre de una manera oscura y también de caos que hace de las escenas algo especial. Ilustrado esto se tiene a empleadas del barco limpiando con tal parsimonia al ritmo de metal o con temas de artistas como M.I.A que son una auténtica fiesta en este festival de secuencias escatológicas, irónicas y con un duro sarcasmo. Curiosa y deliciosa convivencia de sonatas con metal o de piezas con cuerdas que valen la pena escuchar fuera de la cinta

En cuanto a las actuaciones, todos están entregados a sus papeles, haciendo que la audiencia se olvide de que son actores y que se perciba todo como una especie de relato con algunos rasgos de documental (cámara nocturna, con la iluminación natural como eje lumínico). Resaltan Charlbi Dean (que lamentablemente falleció en agosto de 2022) como Yaya, la hermosa modelo influencer; Harris Dickinson como Carl, pareja de Yaya que vivirá en carne propia el poder de la belleza como moneda de cambio; Dolly De Leon como Abigail, personal de limpieza que tendrá la oportunidad de cambiar su lugar en la escala social; Zlatko Buric como Dimitry, un abnegado capitalista ruso con bastante carisma; y Woody Harrelson, quién hace una corta pero memorable aparición como el Capitán del barco, siendo el personaje que se roba su tiempo en pantalla.

Dependiendo que tanto conecte el espectador con esta cinta, el humor y el tono presentes pueden parecer excesivos a la par de una crítica social que parece tantas veces realizada. También, los elementos escatológicos pueden incomodar a cierta audiencia y ciertas situaciones podrían considerarse como aleatorias o colocadas ahí con el fin de shockear.

Es innegable que El Triángulo de la Tristeza es una propuesta que no dejará indiferente a nadie, haciendo tambalear un tanto lo que se oferta en cartelera y siendo una candidata con credenciales para pelear por los grandes premios. Ruben Östlund se consagra con esta película que sin duda es una analogía a como se puede hundir y como naufragan esos poderosos que, aún con toda su riqueza, podrían eludir la decadencia.

 

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