‘Tár’: Cate Blanchett deslumbra

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Lydia Tár, la concertista más importante del mundo que ha ganado todo tipo de reconocimiento, que hará historia al ser la primera directora de la prestigiosa Orquesta de Berlín y con la que grabará un especial que la catapultará a otro nivel. Sin embargo, su pasado y sus consecuencias llegarán para trastocar su panorama.

Todd Field regresa a la silla de director después de 16 años, siendo Little Child su última cinta y que lo llevará a nominaciones a premios importantes. Fiel a su línea, el cineasta entrega una película bien realizada que aprovecha la calidad indiscutible de su protagonista, todo esto con una cinematografía bellamente ejecutada por Florian Hoffmeister y un apartado musical de alta manufactura ya comprobada por parte de Hildur Guðnadóttir (Joker, Chernobyl).

El guión escrito por Field plantea una pregunta interesante: ¿Se puede o no separar la obra del artista? Al principio, el director regala una secuencia impecable que supone una cachetada con guante blanco ante una generación que tiene como escala de apreciación el trasfondo del artista, de quien omiten todo legado por su actos reprochables, pero a su vez, a quienes siguen por su color de piel, preferencia sexual o ideología terminan también cayendo retratados por una vida que es igual de reprobable sin ser tan conocida por estas personas «despiertas».

No obstante, esto recula como una especie de perdón y hasta justificación a esta filosofía cuando se conoce de a poco los antecedentes de Lydia, su mal accionar que ejemplifica el abuso de poder, ego desmedido, así como una conducta llevada por sus bajos instintos que la llevan a tomar decisiones que terminarán por hundirla.

Este drama que prometía ser una producción que tuviera como eje retratar el mundo de las orquestas, posiciona a la música de alta categoría como medio para desarrollar una historia de infidelidad, caída en pleno apogeo de una figura querida y, según algunos sectores, una señalización a cierta preferencia por conductas tóxicas, siendo esto último algo que termina por retratar esa doble vara, ese racero que está guiado más por lo sentimental que por lo objetivo.

El ritmo de la cinta es desigual, bajando el frenetismo presente cuando Tár muestra su talento dirigiendo o con momentos de genialidad en la intimidad de su estudio. En ciertos lapsos, está lentitud permite que se pueda disfrutar de una excelente labor por parte de Cate Blanchett. Nuevamente, la dos veces ganadora del Óscar (1 a Mejor Actriz por Blue Jasmine y 1 a Mejor Actriz de Reparto por El Aviador) demuestra toda su capacidad para transmitir con poder las emociones que vive su personaje, además de compromiso que la ha llevado no sólo aprender alemán sino a adquirir conocimientos de dirección de orquesta que se notan en pantalla.

No sólo la protagonista brilla, cada una de las actrices que componen el cast lo hacen de una manera excelente, destacando especialmente a Nina Hoss como Sharon, violinista de la orquesta de la protagonista y también esposa; Sophie Kauer como Olga, la nueva chelista que impulsará esas decisiones que serán perdición de Lydia; Noémie Kaplant como Francesca, la asistente abnegada de Tár; en incluso Mark Strong que se luce con lo poco que aparece como Eliot Kaplan, el inversor y colega de la principal que quiere ser director de orquesta pero es menospreciado por la concertista.

Al final, Tár es una cinta bien ejecutada que ha ganado impulso en las grandes premiaciones por sus valores. Si bien, plantea una de las discusiones que más han marcado los últimos años de relativismo, la película es otro ejemplo de miedo a entregar posturas contrarias a lo establecido, todo esto con innegable calidad en su elaboración.

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