La Araña Sagrada: una catarsis ante los asesinatos cometidos en nombre de la religión
Entre el año 2000 y el 2001, 16 mujeres dedicadas a la prostitución fueron asesinadas en Mashhad, una de las ciudades más sagradas de Irán. Saeed Hanaei, “el asesino de las arañas”, fue enjuiciado y declaró haber hecho un ejercicio de “limpieza de las calles”, sin tener arrepentimiento alguno sobre las vidas arrebatadas. Este caso lo retoma el director Ali Abbasi y lo presenta con crudeza en Holy Spider.
Mehdi Bajestani, quien interpreta a Hanaei, nos muestra el primer indicio de que sus atroces actos son en nombre de la religión al portar un anillo con una ágata, símbolo de protección en el islam. Este elemento es el que conectará su vida cotidiana como constructor y padre de familia y la de un hombre profundamente religioso, frustrado por la idea de ser un mártir de la guerra Irán contra Irak.
Por su parte, Zar Emir-Ebrahimi realiza el papel de Rahimi, una audaz periodista de crímenes de Teherán que tras la indiferencia de las autoridades ante los asesinatos de mujeres, decide profundizar en la investigación en busca de la captura del victimario. La furia y valentía del personaje representadas con precisión, le valieron el premio a Mejor Actriz en el Festival de Cannes 2023.
En medio de escenas dominadas por paisajes nocturnos, las peligrosas calles y los precarios estilos de vida de Mashhad, Rahimi se abre paso entre la violencia machista para su investigación. Sin embargo, el verdadero terror no está en el asesinato, sino en la realidad de sus habitantes construida por la religión en la que apoyan este tipo de actos para preservar lo que consideran divino.
En el 2002 se realizó un documental por Maziar Bahari, un cineasta y activista que recopiló entrevistas con Hanaei, su familia y la familia de las víctimas. Abbasi, ganador de Un Certain Regard de Cannes en el 2018 por Border y director de dos capítulos de The Last Of Us, retoma estos testimonios y va al siguiente nivel al mostrarnos esta trama Neo Noir con escenas explícitas que incomodan al espectador.
Ese sentimiento de incomodidad llegó a la Organización de Cine del Ministerio de Cultura y Orientación Islámica, hasta el punto de condenar la premiación de Zar Emir-Ebrahimi y definir al Festival de Cannes como «un movimiento insultante y motivado políticamente». A pesar de que no fuera la intención del director que fuera un filme político, él reconoce que hay un precio que pagar por atreverse a hablar de este hecho: “recibimos amenazas de muerte y las seguimos recibiendo, pero en un punto tienes que decidir, las decisiones tienen un precio”, declaró para una entrevista desde Los Ángeles.
Indudablemente, es un cine difícil de ver, la historia está bien contada, tiene buen ritmo, te sorprende en cada cambio de escena y a pesar de que tiene su parte ficcionada, empatizas con la situación, te angustias y enojas como si le hubiera pasado ayer a la persona más cercana que tienes. Al final de la película seguro lanzas un suspiro porque el caso terminó, pero también te quedará ese desasosiego sobre la posibilidad de que pueda haber más casos como este.