«La Niña Callada» (The Quiet Girl) – Reseña
Que conoce otro mundo y otras costumbres.
El año pasado, una de las grandes sorpresas fue The Quiet Girl, cinta de origen irlandés que a través de los bellos paisajes del país europeo en el marco de un pueblo muy alejado de lo citadino, logra tocar un contexto doméstico muy sencillo pero interesante: el de la convivencia en una familia numerosa, los problemas financieros que afrontan y como esto afecta a la relación de los padres con sus hijos, todavía más cuando un nuevo miembro está por nacer.
La protagonista CÁIT, niña de nueve años, nos muestra las dificultades que enfrenta en silencio, en su entorno, por su actitud callada y tímida que la lleva a sentirse sola e incomprendida, llevándola a estar alejada de su familia y amigos. Esto cambia gracias a la llegada de su nuevo hermanito ya que es enviada a vivir con unos parientes en otra ciudad, con nuevas costumbres, nuevos hábitos, nuevas reglas de convivencia, nuevas personas.
La responsable de todo esto será su tía Eibhlín, quien hace que cambie de actitud y la percepción que tiene de su mundo. Después de varias semanas, nuestra protagonista regresa a su casa para darse cuenta que ahora la palabra hogar quizá no sea lo que ella creía.
Colm Bairéad, cineasta irlandés con experiencia en cortos, miniseries televisivas, documentales y películas para la TV, hace su debut como realizador en largometrajes desde un ecosistema que conoce como lo es su patria. La principal fortaleza de su dirección radica en una sencillez de bella estética, del enfoque personal y con ritmo apacible que aprovecha los 90 minutos que dura la incursión del espectador.
También destaca su honestidad y la ausencia de bienquedismo con el espectador. Por momentos, Bairéad apacigua, calma, da cobijo, alivio con escenas en las que la vida idílica de la protagonista se ven en las hermosas estampas de su cinematografía. En otros lapsos, destroza por un mensaje que golpea, a unos por la nostalgia de una década ya lejana como lo es la de 1980 o también por fragmentar un estado de confort que es una analogía a la vida: los traumas, las dificultades llegan sin avisar.
Catherine Clinch en el papel de Cáit es asombrosa. No solo hace una actuación correcta sino que roza en lo milimétrico. Cuando debe permanecer en un silencio total para dejar que su rostro lo exprese todo, lo consigue. Es la representación de que el silencio comunica incluso más que las palabras, siendo este elemento la clave para comprender de lleno el trasfondo de la historia, dando voz a la naturaleza y también a la ausencia de sonidos como pocas producciones.
Además, este filme llega en un momento interesante para las propuestas relativas a la familia, uno en el que pareciera que el esquema tradicional se ha perdido. Pero afortunadamente la manera en la que se muestran diferentes formas de educación, de convivencia, con una banda sonora de melodías suaves que en la superficie pareciera sencillo o hasta simple, transforman todo en algo real, sin tiempo de vigencia, hasta cierto punto fresco.
Si bien el ritmo puede ser pausada para algunas personas, The Quiet Girl es una opción recomendable para conocer historias que pese a su origen irlandés, calzan con cualquier entorno familiar. Estos temas siguen siendo tan actuales, como en la época que nos sitúa Colm Bairéad, ya que la problemática de la falta de atención y los problemas económicos de los padres se siguen dando actualmente a nivel mundial.