12 Horas Para El Fin del Mundo» o el apocalipsis desde la mirada rusa

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La reflexión sobre la fragilidad que nuestro planeta tiene, han dado lugar a múltiples visiones que se plasman en libros, canciones, videojuegos, pinturas pero sobre todo en películas del llamado «cine catástrofe», a veces más serio («El Día Después de Mañana) y en ocasiones más satírico («No Miren Arriba).

Para octubre de 2023 la industria rusa hace acto de presencia en esta discusión con «12 Horas Para El Fin Del Mundo», una película que presenta grandes ideas y buenos momentos pero que sus limitaciones no le permiten alcanzar su potencial.

Lera es una adolescente que vive con su madre, padrastro y hermanastro pequeño Egor, alejada de su padre Valera Arabov, un astronauta que lleva 6 años viviendo en un satélite que órbita la Tierra con el fin de investigar meteoritos que podrían impactar al planeta. Cuando una lluvia de estos cuerpos espaciales golpean un sector en el que se encuentra la ciudad donde habita Lera, ella deberá buscar sobrevivir a la catástrofe junto a su amigo Misha y a Egor, mientras que buscarán tomar acción para salvar la vida de media ciudad.

El primer punto que le juega en contra a esta producción es la traducción del título que no se relaciona en nada con lo que sucede en ella. Su nombre original es MIRA, las siglas para la IA que maneja todos los sistemas del satélite de Arabov y su principal aliada para que el astronauta pueda salvar a su hija.

Dmitriy Kiselev, director que ha tenido  experiencia como realizador en cintas como Spacewalker (2017) y Chernobyl: Zone Of Exclusion (2019), presenta un progreso latente en cuanto a movimientos de cámaras, también una edición que le da cierto dinamismo a las escenas de acción y que si toca por momentos las fibras sensibles del espectador.

Pero sus propósitos quedan obstaculizados por el guión que decide apostar por un mensaje ya visto hasta el cansancio: la fuerza del amor puede con todo. Esto genera muchas conveniencias a favor de Lera y su padre, siendo la tecnología el medio por el que se dan, a veces omnipresente, a veces muy limitada.

Un ejemplo de lo anterior está en lo que se establece al principio del filme con una secuencia que explica el día a día de los astronautas y que explica el alcance que tiene MIRA con prácticamente cualquier aparato que tenga control a distancia. La capacidad de esta IA es tal que puede conectarse a monitores para bebé e incluso puede hacer un análisis estructural de prácticamente cualquier edificio, prediciendo las posibilidades de derrumbe.

Sin embargo, su debilidad es la energía o la carencia de fuentes de ella, aspecto que presenta dificultades pero que cuando conviene encuentra la manera de ahorrar la misma y que apenas se menciona después de una secuencia en la que se alarga todo a través de una travesía por toda la estación espacial.

Aún con estas conveniencias, al director le da tiempo de darle cierta profundidad a Lera, el porque de su relación rota con Arabov y de los traumas que serán las pruebas más difíciles así como la clave para superar este desastre. Hay un escenas en las que se logra conectar con los personajes principales pero también hay algunas que denotan sus limitaciones como partes en slowmotion o acciones que en teoría deberían causar heridas de cierta magnitud, las cuales no suceden.

Son notables las intenciones de construir una película de desastre que funciona son claras y demuestra que existe la capacidad para dar excelentes paisajes, sobre todo en el espacio. Para los efectos que son tanto prácticos como digitales se contó con la supervisión de Fiodor Yurchijin, uno de los más destacados ingenieros aeroespaciales rusos que ha participado en 3 misiones espaciales.

Sin embargo, el resultado de la labor visual es desigual: en el espacio, todo luce bastante bien, con animaciones que incluso son mejores que las de muchas producciones actuales de mucho más presupuesto; en la tierra, lo digital tambalea e incluso, cuando caen los meteoritos lo que se ve cojea, saca un tanto de la ficción e incluso las explosiones demuestran que no se tuvieron los recursos suficientes para sorprender.

En cuanto a las actuaciones, el que más destaca y hasta sostiene la película es Anatoly Bely como Arabov, quien si transmite todas las emociones que vive su personaje. Por su parte, Veronika Ustimova tiene buenas escenas pero las frases que debe decir y cuando más fragilidad debe demostrar no ayudan a que termine de convencer.

Con todo esto, podemos concluir que «12 Horas Para El Fin Del Mundo» es una propuesta valiente con puntos positivos pero que es con sus limitaciones en efectos, guión y una duración que pudo recortarse que no termina por explotar su potencial. Si buscas una película de desastres dependerá de que tanto conectes con la historia, el mensaje y los personajes.

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