Un lugar llamado música.

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El documental que retrata el encuentro y explosión creativa entre el compositor Philip Glass con un musico Wixárika de México

 

¿Qué pasa cuando se combinan dos mundos a través de un idioma universal? en el documental “Un lugar llamado música” del director Enrique M. Rizo se retrata el viaje del compositor americano, Philip Glass quien, en una visita en México, conoce a al músico Wixárika Daniel Medina, encuentro relativamente breve pero exponencial, debido a que, para ambos aquel momento queda grabado en sus memorias a pesar de sus distintos estilos de vida, compartiendo aquel instante y el mundo paralelo de la música.

Philip Glass es un músico americano reconocido por sus óperas, piezas de danza y teatro, así como sus composiciones clásicas para cine y documentales dotando sus obras con un estilo experimental y evocativo, el cual puede ser escuchado en las salas de cine o en las casas de arte en conciertos. Otro distintivo del autor es su inquietud y curiosidad por la música clásica no occidental.

Un lugar llamado música

Un lugar llamado música” comienza cuando Glass en una de sus visitas a México coincide con Daniel Medina, un musico Wixárika de la región de Santa Catarina Cuexcomatitlán, el cual no habla español ni inglés, pero si habla aquel idioma que Philip entiende, el de la música. Ambos tocan sus instrumentos expresando su sentir compartiendo aquel momento, y a raíz de esto Philip queda prendado de Daniel Medina, buscando oportunidades para que ambos toquen juntos en distintos recintos. La explosión creativa queda plasmada a lo largo del documental, mientras se retrata la sublime relación que hay entre ambos personajes. Pero también las distinciones en los tipos de vida de los dos músicos, ya que Daniel pertenece a una comunidad hermética, y aislada, con tradiciones y estilos de vida distintos a los de la modernidad.

La historia va mostrando algunas dimensiones simbólicas entre ambos personajes, y también va retratando los lugares en los que Daniel y Philip llevan a cabo su arte en conjunto, desde una pequeña salita de concierto en una casa comunal o un estudio de grabación, también en una universidad en la unión americana y en Bellas Artes, en la Ciudad de México.

La sorpresa de los escuchas y asistentes se hace presente, conmovidos y curiosos de presenciar el acto, entendiendo que su idioma en común puede transportarlos a otro lado, mientras Daniel narra sus canciones, extraídas de la naturaleza, contando sus creencias y tradiciones, expresadas en su idioma, de forma natural, mientras el músico Glass toma el ritmo y adopta la postura correcta para no interferir en el sonido Wixárica. Esto genera un efecto interesante escuchando la combinación musical, debido a que un piano clásico en comunión con una pequeña guitarra y violín de la sierra no es algo común de escuchar. Además, con la traducción de las letras se completa la pieza artística, al entender de qué están hablando estas canciones, se hace más interesante el momento al concebir la cosmogonía y el pensamiento distinto que Daniel nos expresa. La hermana venada, el hermano venado, el poder del viento y las ceremonias, son las tradiciones parte de la expresión en el sentir del tiempo Wixárika, el espacio, la naturaleza y deidades, componen solo algunos rasgos de la mezcla cultural, que se dan en el momento musical.

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El encuentro da para la grabación de un disco, asunto complicado para ambos personajes, no solo por la cuestión idiomática, sino también debido a que, Daniel sale de su comunidad y visita nuevos lugares mientras que Philip conoce un nuevo entendimiento del mundo, una nueva forma de expresar la música y el valor del silencio. Es el lugar en el que el Philip Glass encuentra la nota y encuentra el camino donde transita, se expresa se desenvuelve y se desarrolla con aquellos a los que invita a tocar. Daniel después de este largo viaje, regresa a su tierra, a la gente que lo conoce y ama, sí bien no deja que este cambio permee demasiado en él y en su comunidad, se sabe afortunado, no por el personaje que tuvo al lado y con quien compartió creatividad, sino por el hecho de poder llevar su arte, su cultura y su conocimiento lejos de su tierra para mostrar el valor milenario que cargan sus acordes y letras.

Una película sumamente interesante que puede trastocar el alma del mexicano que trata de reencontrarse con sus raíces o pretende entender un poco de aquella cultura que se ha ido perdiendo con el tiempo y la modernidad. Acotada únicamente al fortuito encuentro, sin profundizar demasiado en la cultura o tradiciones Wixáricas, invitando a pensar al espectador, que es posible combinar el modernismo y el tradicionalismo en el arte, enriqueciéndolo.

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La película finalmente no explora tanto alrededor de la trayectoria de Philip Glass, o de Daniel Medina y su comunidad, pues solo se limita a los 2 músicos expresando su arte, cada uno con su propio entendimiento, no sólo de lo que hacen, sino de cómo lo llevan a cabo y a dónde quieren llegar con su música. Una película intimista y pequeña que pretende invitarnos a disfrutar y a reflexionar sobre que es posible comulgar a pesar de las diferencias y crear algo bello.

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