El Niño y La Garza: otra maravilla de Studio Ghibli

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Las propuestas japonesas, especialmente las de animación, juegan en otra liga y curiosamente, las grandes premiaciones (como ciertas estatuillas doradas) resaltan esto al dejar fuera de sus contiendas a varias de estas producciones. Parece obvio que un cúmulo de circunstancias, sobre todo de valoración tanto estética como temática, les quita lugares en los escaños a los principales premios; no obstante, cuando se les presta atención es que las propuestas son un golpe de frescura para un mercado cinematográfico que siempre requiere de algo distinto.

Studio Ghibli es uno de esos epicentros creativos que con cada nuevo proyecto enamora a millones de personas. Ya no solo por una belleza visual que es resultado de un trabajo artesanal, ni tampoco por historias que transitan por fábulas llenas de fantasía surreal, ni mucho menos por un doblaje que requiere de una preparación hasta conceptual para sus personajes. Los mensajes, la línea estética, las aristas temáticas, son fundamentales para que la imaginación de Hayao Miyazaki llegue a buen puerto, nuevamente deslumbrando con su más reciente título: El Niño y La Garza.

La premisa es la siguiente: Mahito, un joven de 12 años, se enfrenta a los desafíos de adaptarse a una nueva ciudad tras la pérdida de su madre. Esta transición se complica aún más cuando se cruza en su camino una garza parlante, una presencia misteriosa y perturbadora, que insiste en atormentar a Mahito con la afirmación de que su madre todavía está viva y que el secreto para encontrarla reside en una torre misteriosa.

Una de las mayores virtudes que siempre se señalan de la oferta de Studio Ghibli es justamente lograr tocar los mismos temas (familia, medio ambiente, crecimiento) pero con cambios en su manera de desarrollar la narración. Una cuestión básica que es el de «cambiar el cómo y no el qué» la llevan con el agregado de integrar múltiples referencias a sus anteriores entregas visual e incluso hasta en diálogos sin que esto afecte al visionado del público ajeno a su universo audiovisual.

La cinta transporta a la amalgama de realidad con fantasía, siempre con una vibra emotiva que le da impacto a cada giro en una historia que envuelve desde el primer minuto. Esto se logra en gran parte por una construcción efectiva de los personajes, siendo Mahito un adolescente en el que la gente pueda ver reflejadas las múltiples disyuntivas y retos de crecer, desde el duelo por la partida de un ser querido hasta el de encontrar sentido a la vida.

La garza es un componente carismático, irritante pero hilarante, una cara que recuerda bastante a esas rabietas de orgullo juvenil, aquellas que evitan solicitar ayuda pero que la exigen, la aceptan y que van cambiando su manera de ver la existencia. Mientras que el resto de participantes posee una esencia que hace que el espectador sienta que este mundo realmente ha existido, con sus tantas creaturas, habitantes, reglas, lugares, todos ellos junto al constante recordatorio de que hay que observar el panorama completo evitando hacer juicios de valor.

La fluidez con la que corren las más de dos horas de duración es responsabilidad del editor Takeshi Seyama y del compositor Joe Hisaishi. En el primer aspecto, Seyama logra darle mayor foco al ritmo emocional, con sus pausas y su frenetismo incrustados en los lugares correctos, dando tiempo para que se disfrute de los paisajes pero también para que la acción sea lo más épica posible.

En el segundo rubro, Hisaishi regala piezas hermosas, melodías que dan ese sentimiento agradable, emocionante, incluso dando esa oportunidad para que la audiencia pueda ser más perceptiva a los hilos temáticos, especialmente, impulsar la fuerza del mensaje tanto familiar como ambiental de este filme.

En cuanto al doblaje, Studio Ghibli ha hecho una labor de supervisión superlativa, seleccionando correctamente los nombres y con las solicitudes adecuadas que son sinónimo de respeto por su audiencia; Emilio Treviño demuestra mucho compromiso con su papel de Mahito; Elizabeth Infante hace lo propio como Lady Himi, con una química innegable con Treviño; Valca Ponzanelli da fuerza a Kiriko, ejemplo de mujer empoderada que rompe con los estereotipos impuestos últimamente con este tipo de personajes; Alfonso Herrera es la mayor sorpresa como La Garza, haciendo irreconocible su voz, misma que tiene muchas capas que quedan con su papel.

No cabe duda que El Niño y La Garza es una de las destacadas de 2023, con calidad, mucho corazón así como de riqueza en su narración, propuesta de mundo, doblaje e imaginación para llevar todo esto a buen puerto. Si este es el último proyecto de Miyazaki, se despide por la puerta grande.

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