‘Priscilla’ y el otro Elvis

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En 2022, Baz Luhrmann junto a Austin Butler y Tom Hanks se unían a la tendencia de llevar a la pantalla grande las vidas de personajes que marcaron para siempre la historia, siendo en aquella ocasión Elvis Presley el protagonista. El resultado: una cinta que funcionó más que nada para acercar a las nuevas generaciones al Rey del Rock and Roll gracias a un apartado visual y musical que enganchó de principio a fin.

Sin embargo, los grandes ídolos y los relatos que de ellos emanan tienen rostros que desentonan con la idealización que se tiene de ellos. Se les desmitifica, les conocemos un lado oscuro que lleva a reflexionar, primero, sobre la superficial perfección y, segundo, sobre como la violencia no es exclusiva del espectro físico, que solo requiere de una parte victimaria así como de una facción víctima.

Lo anterior es la base en la que Sofia Coppola adapta el punto de vista de Priscilla Presley, la esposa de Elvis, quien a través de su libro Elvis And Me abre la posibilidad de conocer una faceta que dividirá opiniones. Está en cines y antes de su estreno en Mubi, toca hablar de una de las películas que aparece en la discusión en plena temporada de premios.

Cuando la adolescente Priscilla Beaulieu conoce a Elvis Presley en una fiesta, el hombre que ya es una meteórica superestrella del rock and roll se convierte en alguien totalmente inesperado en los momentos privados: un apasionante flechazo, un aliado en la soledad, un vulnerable mejor amigo.

Sofia Coppola, quien ha cimentado una carrera considerable como directora gracias a cintas como Las Vírgenes Suicidas Lost In Translation por la que ganó el Oscar a Mejor Guión Original, imprime una estética bella, sello de sus obras, conjuntado con una fotografía que denota la mano que A24 ha hecho como la firma de sus producciones. En pantalla grande, Priscilla se disfruta como una colección vintage de postales, meticuloso diseño de producción para plasmar las décadas de 1950, 1960 y 1970, siempre con un espectro intimista, un tanto claustrofóbico, el lujo como una cárcel que adereza una relación tóxica que sin duda ha sido ya símbolo de este tipo de vínculos.

Coppola ofrece sus habilidades como autora para entregar fotograma que son impecables, luz que va cambiando de colores sin renunciar a esos tonos pasteles que comunican un entorno de fantasía que hace de cada escena de dominio, de control, de impredecible ánimo, una pesadilla de la que solo el espectador parece percatarse de inmediato.

Y es que justamente esto último que podría ser una aliciente para ejecutar de manera contundente el señalamiento a Presley como hombre tóxico o macho de la vieja escuela se diluye ante la falta de eficacia para decidir como va a contar este relato ya que al tiempo que es una cinta que plantea una denuncia (autorizada por la verdadera Priscilla) e incluso como una oportunidad para que su voz retumbe mostrando episodios domésticos a perpetuidad, también hay una parcela de típica historia de amor abnegado que en este caso pareciera sustentar el sacrificio de Beaulieu por el enamoramiento más fuerte.

Pese a que la duración sea apenas menor a las 2 horas, el ritmo es lento con algunas secuencias en las que las explosiones violentas de Elvis despiertan un poco de este vaivén. Resulta acertada la manera en que se soluciono la falta de canciones y libertad en ciertos elementos visuales para ilustrar las épocas musicales y estilísticas del titán del Rock And Roll. Hay que recordar que nos e obtuvo la autorización para usar canciones de Presley ni mostrar espectáculos, lugares o hasta plasmar en plenitud las actuaciones del cantante.

Lo anterior se ha solucionado apostando por instrumentales que encapsulan perfectamente la vibra e incluso se da la oportunidad para las nuevas generaciones se acerquen a artistas como Ramones (con la melosa ‘Baby, I Love You’), Brenda Lee, Dan Deacon o The Orlons. No está de más decir que esto se complementa con una excelente labor en el maquillaje, vestuario y peinado, siendo los puntos más destacados y disfrutables del filme.

En cuanto a las actuaciones, Cailee Spaeny y Jacob Elordi realizan actuaciones que funcionan para la propuesta, ambos con cambios en sus outfits que si demuestran fidelidad para los archivos documentales de la vida real. Spaeny soporta de buena manera el peso del protagonismo, pasando de ser una niña que asemeja a una muñeca de porcelana a expensas del compositor y que al final se convierte en una mujer decidida, con presencia, con mayor consciencia propia; Elordi por su parte tiene varios momentos en los que tiene gran parecido con Elvis, si bien aún encasillado en el rol de atractivo joven caprichoso, voluble y de presencia física indiscutible, fallando esa fidelidad con la realidad al no engordar cuando llega la década de 1970, cuando la decadencia del «Rey» llego.

Por todo esto, Priscilla es una experiencia que funcionará si en la medida que lo visual sea lo que el espectador más aprecia. Sin embargo, si se es uno de aquellas personas que buscaba una cara más impactante sobre esta relación que se ha vuelto un fenómeno desde su inicio o si se buscaba una nueva muestra de la mejor Sofia Coppola, quizá las expectativas deban bajar.

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