«Yurei (fantasmas)»: una identidad desdibujada

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Algunos dicen que no hay que atarse al pasado y que es mejor concentrarse en el presente. Me parece correcto darle más importancia a lo que acontece sobre lo acontecido; pero es innegable que de una u otra forma este pasado tiene un efecto en lo que somos. Incluso aunque sea ínfimo.

Yurei (fantasmas), el más reciente documental de la directora Sumie García, aborda un poco esta imposibilidad de desprenderse por completo del pasado. El mensaje se expone tomando de eje la historia de las poblaciones japonesas que se instauraron en México y sus dificultades para desarrollar una identidad comunitaria propia.

Y?rei (fantasmas) - RODRIGO SANDOVAL VEGA GIL

Este documental recorre la vida de las comunidades japonesas en México, también llamadas “nikkei”, donde Sumie recapitula diversas entrevistas a lo largo del país: Chiapas, Morelos, Baja California, Veracruz y Ciudad de México son algunos de los estados que se exploran.

La cinta logra muy bien empapar al espectador con las costumbres nikkeis: artes marciales, enseñanzas escolares, bailes, reuniones comunitarias y más que nada los entornos empleados por los nikkeis. Estas tomas fotográficas hacen que el trabajo final sea muy contemplativo, paisajista y representativo de los espacios; pues para la directora nuestro entorno físico nos forma muchísimo.

Y?rei (fantasmas) - RODRIGO SANDOVAL VEGA GIL

La fotografía cumple otra función: retratar de forma más acentuada la idea del «fantasma». Por ejemplo, mientras se presenta un lugar vacío, digamos un teatro, se superpone con una antigua cinta grabada ahí, digamos jóvenes realizando una actuación teatral. Es decir, se busca mostrar que todo lugar tiene asociado lo que alguna vez sucedió ahí. Este vínculo, por más intangible que sea –por no decir fantasmagórico-, es innegable y aporta algo al inmueble.

Yurei es multifacético, pues además de las distintas comunidades nikkei, cada integrante ha vivido de forma distinta su experiencia aunque sean de la misma comunidad. El caso más notorio es con los miembros más grandes de la comunidad que tuvieron que vivir periodos históricos como La Segunda Guerra Mundial o el movimiento Picture Brides (a inicios del siglo XX). Un mismo lugar puede traer al imaginario colectivo de la comunidad sentimientos radicalmente opuestos; fruto de la misma brecha generacional. El ejemplo más claro es la Ex Hacienda de Temixco; ya que unos la recuerdan como un campo de concentración y otros como un parque acuático.

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La apreciación del ritmo es relativa, pues no cuenta con una historia lineal. Por lo que, es posible que se perciba como despacio para los que no están tan acostumbrados a este tipo de filmes. La misma directora menciona que el montaje final fue bastante arduo; pues tuvieron que seleccionar lo más relevante de entre muchas entrevistas largas, cada una con duración de casi dos horas.

Además de lo antes mencionado, el apartado visual también cuenta con escenas muy artísticas: como manos que se mueven al son de las olas, colores que se apoderan de la pantalla en su totalidad y recintos que son reinterpretados por completo, vía el software Unreal Engine, dando la sensación de partículas flotantes -tipo canicas-, que a algunos les podrá recordar al estilo de la artista Yayoi Kuzama.

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Yurei (fantasmas) muestra la dificultad que tiene la población japonesa asentada en México, los nikkei, para adoptar una identidad comunitaria propia. Una comunidad que no se siente ni de México ni de Japón; pues incluso muchos ven al país oriental como algo imaginario que nunca conocerán. Nos recuerda que todos somos acechados por el pasado. Un fantasma que esta presente, pese a que desconocemos como es. A veces, los secretos de varias generaciones siguen retumbando.

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