«Tipos de Gentileza»: Yorgos Lanthimos y su visión más desatada sobre la crueldad

Y que nadie diga que no se agradece el atrevimiento ni la experimentación. En eso se está claro cuando se buscan autores, voces que se alejan a los convencionalismos, que arriesgan, que se la juegan en un mercado donde la fórmula más confiable es la de apegarse a lo que los fans quieren. Yorgos Lanthimos es uno de esos directores convertidos en artistas, de sobra se sabe su capacidad para enganchar con su peculiar humor oscuro, su estética opaca pero vibrante (aunque si, Poor Things tenga un abanico cromático más vivido se nota esa opacidad sello de su estilo) e historias que no dejan indiferente a nadie.

Sin embargo, aunque haya aplauso y reconocimiento por grandes obras que ya son parte de lo mejor del siglo XXI (se señalan La Langosta y El Sacrificio del Ciervo Sagrado), lo cierto es que la tendencia de estos autores parece dirigir sus caminos al destino de plasmar con las más extremas maneras sus inquietudes, alejándose propiamente de construir una historia sólida por enfocarse a lo visual, lo shockeante, resultando irónicamente en pasos hacía a un convencionalismo más de todos los que hay.

Hablar de «Tipos de Gentileza» es abordar una cinta que supone quizá lo más radical en sus inquietudes para el realizador griego desde sus inicios que eran pura expresión artística sin tapujos. Sin embargo, no solo los grandes nombres ni un presupuesto infinitamente mayor se distancian de aquellas primeras incursiones, lo fundamental es la claridad de sus ideas, de la confección y la ejecución e incluso en esa creatividad que aunque desordenada poseía un sentido claro de dirección, de propósitos.

La empresa que Lanthimos ha decidido afrontar es apasionante, una cumbre de ambición creativa interesante que tiene como principal propósito mover lo que el panorama propone: un tríptico, una antología de tres relatos distintos, unidos todos ellos por los actores y sobre todo por temas como la crueldad, la moral, los límites de la ética y el ejercicio sexual en apogeo, quizá una especie de gentileza en un trastocado contexto en el que todo puede suceder.

Una base cuando menos prometedora sabiendo lo que su máximo responsable ha sido capaz de entregar, un lienzo por el que hay tantas posibilidades y que actores tan talentosos tengan una potencial posibilidad de poner a prueba sus capacidades que tanto exigen los proyectos de Yorgos. Pero eso se queda en el papel, en un hubiera que se difumina en un excesivo despliegue de complejidad superficial, de bello empaque y contenido que al final no explica ni deja nada.

No hay nada que reprochar en lo técnico ni artístico. Las cintas de Lanthimos son garantía de una identidad propia, de una fotografía hermosa a cargo de Robbie Ryan (debería estar en las premiaciones por todo el despliegue de texturas, ángulos, movimientos, simetrías), música de Jerskin Fendrix (quien trabajó con el cineasta en su anterior cinta y que hace un cameo nuevamente, apunta a los principales premios), efectos visuales de alta calidad y también de una selección de canciones que definitivamente elevan las escenas en las que aparecen.

En lo actoral, esto es un festival de excelentes interpretaciones, de un despliega de pasión por el proyecto, varios de ellos con 3 papeles distintos uno del otro. Willem Dafoe nuevamente se roba cada escena, su presencia es garantía siempre de calidad elevada que confirman que es uno de los nombres que merecen más reconocimiento; Jesse Plemons reafirma su talento y se posiciona para la temporada de reconocimientos; Margaret Qualley que ha venido creciendo, aquí se le puede notar su potencial; Hong Chau brilla aunque merece más escenas para apreciar su capacidad.

Mención aparte merece Emma Stone. Nuevamente, la dos veces ganadora del Oscar hace gala de la química que tiene con el director, una que han construido de manera exponencial. Stone hace suya cada oportunidad que tiene, soporta el protagonismo con maestría y le da siempre un plus enorme a la construcción de su personaje con su lenguaje gestual, pasando de la seriedad a la ansiedad, a la desconfianza e incluso con momento de baile que con otro actor pudo quedar mal.

Como se puede observar, «Tipos de Gentileza» posee todos los componentes para ser una cinta destacada, una que rompa esquemas y que quede como clásico de culto. Pero al final queda en una colección de secuencias más concentradas en causar shock que en plasmar sus ideas. La crueldad, lo sádico, lo perverso (referente a la maldad), esa desfachatez que viene con la libertad sexual, quedan como elementos que alimentan un morbo innecesario que ya comenzaba a desbocarse en Poor Things.

Si bien los puntos positivos puedan ser sustento para ver esta propuesta, lo cierto es que al final la sensación que queda es de desconcierto (no del positivo), desgaste por la acción natural de querer hilar todo y principalmente, de quedar como una producción más de esta corriente de filmes construidos para el escándalo fácil.