La secuela de Sonríe (2022), dirigida nuevamente por Parker Finn, ha llegado a las pantallas con Sonríe 2, una continuación que mantiene la atmósfera perturbadora y los giros inquietantes que la primera entrega nos dejó. En esta ocasión, Finn lleva la fórmula del terror psicológico a nuevos niveles, explorando no solo el miedo físico que acecha a los personajes, sino también los demonios internos de los mismos. La protagonista, Skye Riley (interpretada por Naomi Scott), es una exitosa estrella del pop que se enfrenta a algo mucho más oscuro que la fama: el mal que la persigue desde su pasado.

La película sigue a Skye Riley, una joven cantante que, después de estar a punto de embarcarse en una gira mundial que la llevará a escenarios internacionales, comienza a experimentar sucesos inquietantes. La dualidad entre su vida pública y privada es un elemento crucial en el desarrollo de la trama. Si bien su carrera es el sueño de muchos, la fama también la ha convertido en el blanco perfecto de fenómenos inexplicables, los cuales se presentan como una manifestación tangible de sus peores miedos. La imagen de la sonrisa, tan icónica en la primera película, se convierte en un símbolo del terror omnipresente, pero esta vez con una conexión más personal con el personaje.

El viaje de Skye para enfrentarse a su pasado, que incluye secretos familiares y oscuros traumas no resueltos, es el núcleo de la historia. Esta búsqueda de respuestas le obliga a revisar las decisiones que la han llevado a su presente, mientras las visiones aterradoras y los eventos paranormales se intensifican a su alrededor. 

En esta entrega, Finn refuerza su interés por el horror psicológico con más énfasis en los elementos mentales y emocionales. La película ofrece momentos de tensión constante, donde la realidad y la percepción de Skye comienzan a desdibujarse. Las voces en su cabeza y las imágenes distorsionadas que ve, la empujan hacia un estado de paranoia, mientras lucha por mantener su cordura en un mundo que parece volverse en su contra. Esta lucha interna es tan inquietante como los horrores externos que la acechan.

Naomi Scott, conocida por su versatilidad en papeles como la Princesa Jasmine en Aladdin y su participación en Power Rangers, ofrece una actuación notablemente compleja. Su interpretación de Skye Riley captura la fragilidad de una joven que ha sido arrastrada por la vorágine de la fama, pero que también lleva consigo un profundo conflicto emocional. La transformación de Skye de una estrella aparentemente invencible a una persona consumida por el miedo y el estrés es creíble y conmovedora. Scott no solo está lidiando con el monstruo de fuera, sino también con su propio yo interior, lo que agrega capas de profundidad a su personaje.

Aunque el enfoque principal está en Skye, la película presenta una serie de personajes secundarios, que cumplen roles importantes en el desarrollo de la trama. Sin embargo, algunos de estos personajes quedan poco desarrollados, lo que hace que se perciban como meros recursos narrativos. 

Desde el punto de vista visual, Sonríe 2 es tan inquietante como su predecesora, con un uso hábil de los efectos de sonido y la iluminación para generar una atmósfera de claustrofobia. Finn, que también coescribió el guion, utiliza la cámara para crear una sensación de invasión constante en la vida de Skye. Los movimientos de cámara y la edición acelerada contribuyen a la sensación de que el espacio se encoge alrededor de ella, especialmente en los momentos en los que la realidad se disuelve en alucinaciones. Los contrastes entre la vida brillante y superficial de Skye como celebridad pop y los oscuros rincones de su mente son cuidadosamente estilizados, lo que potencia la sensación de terror psicológico, con un ligero toque al cine de terror de los años ochenta mezclados.

El diseño de sonido es otro elemento que resalta en Sonríe 2. Las voces distorsionadas, los susurros inaudibles y los extraños sonidos de fondo contribuyen a la atmósfera enrarecida. Las risas distorsionadas, a menudo asociadas a la sonrisa que da título a la franquicia, son perturbadoras y se convierten en un símbolo tanto de amenaza como de desesperación, un toque que sigue resonando con el espectador mucho después de que la película haya terminado.

Sonríe 2 no es solo una película de terror que explora lo paranormal, sino también una reflexión sobre la naturaleza destructiva de la fama y el impacto de los traumas no resueltos. Skye, como joven estrella de pop, representa la imagen pública de la perfección y el éxito. Sin embargo, su vida personal está plagada de angustia interna, lo que refleja una crítica sutil hacia la industria del entretenimiento y las expectativas poco realistas que impone. El «sonriente» demonio que la acecha parece representar todo lo que la sociedad quiere de las celebridades: un brillo superficial y una apariencia constante de felicidad, mientras que detrás de esa sonrisa se esconde un abismo de sufrimiento.

La película explora la idea de que el verdadero miedo no solo proviene de lo que vemos, sino también de lo que guardamos dentro de nosotros.

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Esto es lo que pasa cuando vas a ver #Smile2 ? @Paramount México @LuisAlberto Castro

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El verdadero antagonista en Sonríe 2 no es tanto la entidad que acecha a Skye, sino la incapacidad de la protagonista para confrontar su propio pasado y aceptar sus propias imperfecciones.

Sonríe 2 es una secuela que, si bien mantiene muchos de los elementos que hicieron popular a la primera entrega, se atreve a adentrarse en territorios más oscuros y personales. Con una interpretación sólida de Naomi Scott, una dirección que sabe jugar con la paranoia y el miedo psicológico, y una atmósfera visualmente impactante, la película logra mantener a los espectadores al borde de sus asientos. Aunque algunos personajes secundarios y momentos de la trama podrían haber sido mejor desarrollados, la película sobresale en su capacidad para conectar el terror con una exploración emocional profunda.

El terror en Sonríe 2 no se trata solo de lo que se muestra en pantalla, sino también de las tensiones emocionales y psicológicas que la protagonista enfrenta. En última instancia, es una historia sobre el miedo a perder el control, tanto del cuerpo como de la mente, y cómo los traumas no enfrentados pueden consumirnos por completo.

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