«El Aprendiz»: lecciones inmorales para acceder al poder

Desde hace décadas, la figura de Donald Trump ha sido una de las más comentadas y una de las referencias más llamativas del juego por el poder. Su carrera empresarial llena de éxitos, fracasos, controversias e inmenso derroche de dinero ha generado odio, devoción, pero sobre todo: no deja indiferente a nadie.

En pleno 2024 y con unas elecciones en las que el magnate busca regresar al poder en EU, llega El Aprendiz, una biopic en la que se ahonda en los primeros años de este personaje, poniendo especial foco a su relación con el poderoso abogado Roy Cohn, mentor para lo que llegaría a ser Donald John en la actualidad.

Nueva York, década de 1970. La ciudad que antes brillaba con luz propia se encuentra en una crisis brutal que la ha dejado a la deriva. Donald Trump, un joven empresario de las bienes raíces enfrenta problemas con el gobierno por el racismo que inunda sus requisitos para alquilar en las viviendas de su compañía. Un nombre aparece para cambiarlo todo: Roy Cohn, quien le enseñará como ser un tiburón empresarial.

Ali Abbasi (Holy Spider, 2022) continúa su carrera como realizador con un tema escabroso. El director danés-iraní conoce bastante bien el entorno social de los Estados Unidos (país en el que vive) y es justamente a través de un estilo visual que se asemeja a series como Succession o The Office, no solo por el estilo de cámara al hombro sino que trae el formato de imagen de cada época a retratar.

Estas decisiones creativas ayudan a que las escenas y acciones de la dupla Trump-Cohn se sientan más cercanas. Es indudable que el director Abbasi ha sabido leer y ensamblar un relato turbio en el que se muestra la transformación de un inseguro a la vez que pretencioso joven Trump a un auténtico killer para los negocios que llegará mediante la combinación «atacar, contraatacar y nunca disculparse» (las tres reglas de Roy Cohn para ganar) uno de esos hombres clave en el devenir del poder estadounidense.

A la par de una narración que engancha, es indudable que el diseño de producción y la estética del largometraje son dignas de los mayores reconocimiento. Es que no solo sirven para situar al espectador en cada una de las épocas en las que se desarrolló el dominio de Trump en el negocio de las propiedades, también funge como una hoja de ruta para comprender la idiosincrasia estadounidense, la dinámica de esos grupos que gobiernan los destinos de millones de personas y hasta que punto alguien con suficientes recursos e influencia puede destrozar o traicionar con el fin de llegar a lo más alto.

Además de una acertada dirección, se debe mencionar una correcta selección musical que ilustra cada escena de manera formidable. Pasar de la clásica ‘Yes Sir, I Can Boogie’ de Baccara o ‘Blue Monday’ de Joy Division hasta la Sonata para Cello y Piano no. 41 Andate Vivace DG de Ludwig Van Beethoven resume a la perfección esa opulencia que no es indiferente a los cambios de tendencia, que encuentra en estos una simple vestidura para seguir arriba.

Sumado a todo esto, las actuaciones son de primer nivel. Maria Bakalova interpreta de manera excelente a Ivana Trump, con quien se mostrará una faceta brutal, cruel y sumamente desagradable del empresario, además de ser un ejemplo de los precios que se pagan al entrar a esta cárcel de oro como lo es el matrimonio con Donald Trump; Jeremy Strong brilla como Roy Cohn, no solo por su notable parecido físico sino por encarnar con gran fidelidad al poderoso y éticamente cuestionable abogado; Sebastian Stan hace una gran actuación como el magnate, pasando con solidez de la ingenuidad al cinismo y a la frialdad.

Con todo lo anterior como puntos positivos hay algunos detalles que le restan brillo al resultado, siendo el de un salto demasiado grande en el tiempo. De la década de 1970 con un Donald Trump en pleno crecimiento mediático y con sus primeros pasos se pasa a la consolidación del titán empresarial. El desarrollo se acelera, no se muestra el proceso que sin duda pudo dar mayor impacto a esta cara tan apasionante que si bien se mantiene, quizá requería esa exploración más profunda.

El Aprendiz es una de esas películas que impactan, atrapan y se quedan por un tiempo en la memoria, reflexionando sobre los precios de la ambición. Una guía inmoral para alcanzar el poder que sin duda vale totalmente la pena.