“Siempre Habrá Un Mañana”: por las que estuvieron, las que están y las que vendrán

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En 1946, la lucha por la igualdad de derechos daba un paso trascendental: las mujeres italianas votaban por primera vez y lo hacían para decidir si Italia debía ser monarquía o república. Dos acontecimientos tan importantes como icónicos.

En este contexto es en el que Paola Cortellesi sitúa su ópera prima como realizadora, una cinta que resultó en un éxito para las salas italianas (permaneció 2 meses en primer lugar de la taquilla en Italia) y que a un año de su estreno confirma su importancia para recordar una efeméride fundamental, hoy clave en el camino social ideal.

Siempre habrá un mañana: cine con mayúsculas en una trama de patriarcado y violencia de género

La trama se centra en Delia y su familia. Ella es una madre abnegada con un marido maltratador, dos hijos inquietos y una hija que tiene ante si la oportunidad para salir de un entorno que no la deja progresar (su padre no concibe que una mujer deba estudiar): casarse con Giulio, un chico de mejor posición económica. 

A lo largo de casi dos horas, Cortellesi retrata de manera frontal la realidad que las mujeres italianas vivían, imprimiendo un estilo visual que recuerda mucho al neorrealismo italiano por su impecable blanco y negro además de un cuidado diseño de producción que realmente transporta a dicha época. 

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Furio Andreotti, Giulia Calenda junto a la también protagonista confeccionan un guión que maneja con talento temas tan relevantes y escabrosos, dando como resultado un relato que se vuelve universal, atemporal y poderoso. Es en este aspecto es que la directora junto a Davide Leone compone bellas estampas, secuencias en las que hay varios recursos cinematográficos involucrados, referencias a las diferentes virtudes del cine del siglo XX. Por ejemplo, una secuencia en la que Delia sufre la brutalidad de Ivano, su esposo, es transformada en un delicado número musical, sin caer en la parodia, pero aprovechando la exageración para que la película gané en la estética como fortalece el mensaje que quiere dejar.

Sin duda, la virtud más grande de Cortellesi y del filme es el de transitar por pasajes bastante desalentadores con una esperanza que ilumina todo. No es una labor fácil construir un largometraje con la mayor parte del tiempo dominada por momentos de desaliento y que esos fragmentos de felicidad, de panorama alentador puedan estar insertados de una manera espectacular. Además, es indudable que los 118 minutos se aprovechan de gran forma, cerrando la trama principal e incorporar con solidez los aspectos históricos como lo son la influencia estadounidense en una Italia de posguerra, las dificultades económicas de la familia promedio para salir adelante y por supuesto, los cambios en la mentalidad que comenzaron a dar mayor libertad a las mujeres.

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Lele Marchitelli complementa todo esto con una partitura hermosa, romántica, melancólica, dándole ese toque que hace aún más disfrutable el visionado, destacando que el ritmo es ágil, pausado para dar mayor fuerza y poder a esos momentos en los que la reflexión se hace presente, inmejorable el clímax del final, con una de esas hermosas postales cinematográficas con potencial de llegar a la memoria colectiva.

En cuanto a las actuaciones, todos están en un gran nivel. Paola no solo hace una dirección destacada, también demuestra una calidad actoral que se demuestra con una lectura acertada en lo emocional, logrando que el público empatice con ella; Valerio Mastandrea interpreta al iracundo Ivano, dotando a su personaje de autenticidad y esa aura machista que se siente real; Giorgio Colangeli como el abuelo Ottaviano (padre de Ivano) consigue generar rechazo gracias a su gran labor; Romana Maggiora Vergano regala una excelente interpretación como Marcella, quien encarna esa nueva mentalidad en la mujer que buscaba la libertada, las mismas oportunidades, empujando junto con la anterior generación esos cambios que tanto se necesitaban.

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Mención especial requiere esa línea que la película sigue: la de manifestar la importancia en la unidad entre mujeres. Es grato observar una propuesta con un declarado enfoque feminista que no trate de enfocar una sola manera de ser mujer. Cortellesi no juzga ni amas de casa, ni a mujeres de feminidad abrazada, al contrario, su visión invita a todas las mujeres a apoyarse, caminar de la mano y al mismo tiempo es una llamada de atención para aquellos hombres que creen que su papel está en la dominancia física hacía ellas, con Ottaviano e Ivano como esos móviles para generar consciencia.

Con giros que mantienen atento al espectador y una ejecución impecable en todos sus aspectos, “Siempre Habrá Un Mañana” es una grata sorpresa que además de transmitir un mensaje totalmente vigente, se disfruta como experiencia cinematográfica, al puro estilo de aquel cine italiano que sigue enamorando a más de uno.

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