Nate: Mejor Tarde que Nunca, cantando por un sueño
En el año 2013, Tim Federle publicó su primer novela acerca de un personaje muy peculiar cuyo más grande sueño era ser un chico de Broadway. Ese joven con ese gran deseo era Nate, que contra todo pronóstico, lograría cumplir este deseo a través de ciertas aventuras en Nueva York que lo llevarían a descubrir su potencial. El libro fue tan exitoso que continuó siendo una trilogía aclamada por la crítica literaria y el público, llamando la atención ni más ni menos que de Disney.
Después de su paso por Broadway y de coescribir el guion de la cinta animada Olé: El Viaje de Ferdinand (2017), Federle estaba listo para el paso fuerte: adaptar su exitosa historia de Nate para una cinta original de Disney+, llenándola de cierto encanto y del carisma del actor Rueby Wood que regala al espectador una hora y media de buenos momentos musicales, humor familiar y un mensaje directo acerca de nunca dejar de soñar y valorar siempre lo que eres.
El relato se enfoca en Nate, un joven que despierta con el gran entusiasmo de ser casteado para un musical escolar en el papel de Abraham Lincoln. Tristemente, esto no sucede pero le abrirá una puerta a una oportunidad enorme. Es así que el muchacho buscará un lugar en algo muy especial de la mano de su incondicional amiga, Libby (Aria Brooks), rebelándose ante el qué dirán y las prohibiciones que se le imponen y que no le permiten ser quien quiere.
El guion de Federle cae en muchas convenciones clásicas del cine familiar y musical, pero que se hacen disfrutables gracias a la interpretación fresca de Wood, quien se toma muy en serio el papel de estrella ascendente en busca de una chance para crecer. Es en sus actos y la persecución de este sueño que se encontrará en el camino con pros y contras, incluso con su lejana tía Heidi (Lisa Kudrow), quien comparte con él ese deseo de ser un éxito en el teatro pero que no lo ha logrado.
En medio de todo este dilema, se encuentra también un tema interesante: la identidad, esa que en la adolescencia habla acerca del género y la orientación sexual, algo que tanto Disney como otros han buscado aterrizar en historias pero no han sabido hacerlo del todo. Ese es uno de los grandes méritos de esta película, que logra aterrizar estas ideas sin necesidad de ser aleccionadores.
Este dilema de la aceptación incluso afecta a su amiga y su hermano mayor, que tienen que aceptar simplemente lo que Nate quiere y es, aprendiendo a quererlo por ello y nunca dejar de apoyarlo. Ese planteamiento funciona bastante bien y mantiene la atención en la historia, misma que se llega a tropezar ligeramente con algunas subtramas que no se desarrollan del todo bien y sirven más bien como los pretextos perfectos para mostrar el talento de otros o de Wood mismo en algunos aprietos sin mucho sentido.
Sin embargo, algo en lo que si destaca la cinta es en los números musicales, donde la experiencia de Federle es notoria, especialmente en una escena en Times Square donde Nate luce muy bien al lado de otros compañeros cantando el tema llamado ‘On Broadway‘, una canción que queda perfecta para la descripción de lo que nuestro joven protagonista busca conseguir sin importar lo que haga.
En momentos donde la corrección política predomina y el tema de la inclusión está en todas las formas de expresión artística, la ventaja de esta cinta de Federle es su fidelidad a la esencia de la novela además del humor inteligente que, tanto chicos como adultos, ayuda a que la historia fluya de buena forma en una comedia familiar amable que nos ayuda a pensar en aquellos sueños que alguna vez tuvimos, lo que hicimos para alcanzarlos y, sobre todo, la tolerancia para aceptar a las personas y sus deseos.
Así, Nate: Mejor Tarde que Nunca, se convierte en una propuesta afable que funciona no sólo por ese afán inspirador y respetuoso, sino por el gran carisma de una estrella en ascenso como lo es Rueby Wood, que sin duda encarna de manera excelente ese vigor, entusiasmo y timing cómico que seguramente cumplirá, como Nate, sus sueños gracias al gran talento que tiene. Y recuerden que no importa la edad, no importa lo difícil, el sueño siempre puede conseguirse aunque sea más tarde que nunca.