Argentina, 1985: un emotivo recordatorio para decir ‘nunca más’

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No cabe duda de que el cine argentino tiene una de las industrias más propositivas en Latinoamérica. Obteniendo en su historia siete nominaciones como Mejor Película Extranjera, habiendo ganado dos de ellas con La Historia Oficial (Puenzo, 1985) y la aclamada El Secreto de sus Ojos (Campanella, 2009), así como constantemente siendo materia de exportación o incluso cuna de cintas que han tenido toda clase de remakes.

Por ello no es de extrañar que cineastas como Santiago Mitre, que también es guionista, logre una cinta que dese su presentación en la más reciente edición del Festival Internacional de Cine de Venecia, ha dado mucho de que hablar, pues el realizador regresa a ese thriller político que tan bien le va (La Cordillera, 2017) ahora con la recreación de un hecho real que marcó los tiempos contemporáneos de la nación en Argentina, 1985.

Estrenos: crítica de «Argentina, 1985», de Santiago Mitre

La cinta se inspira en la historia real de los fiscales argentinos Julio Strassera (Ricardo Darín) y Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani) que, al terminar la dictadura militar en su país, en 1985 se atrevieron a investigar y perseguir a la los responsables de la que sin duda es la más sangrienta de la historia argentina. Y es que, ante una democracia nueva y titubeante, este juicio por la vía civil sentó un precedente para reforzar a esta nación que venía herida y estaba deseosa de un cambio, dejando el pasado atrás para pensar en el futuro.

El trabajo en equipo de Mitre con Darín es bastante notorio pues ambos son viejos conocidos. Y es que este filme marca la cuarta colaboración con Ricardo Darín, después de que actúo en dos cintas escritas por él (Carancho, Elefante Blanco) y dirigidas por Pablo Trapero, siendo ésta la segunda vez que toca dirigirle. Aquí, el ya emblemático histrión encarna a Strassera, el fiscal que va a acusar a los militares por sus actos criminales enfrentándose a toda clase de amenazas y problemas.

El trabajo de Ricardo es sobresaliente al mostrar el estoicismo del fiscal pero a su vez mostrándonos su lado más humano, aquel de una generación manchada de sangre en la memoria y que ahora está en busca de justicia. Su complemento es Lanzino como Moreno Ocampo, un abogado que es prácticamente lo opuesto a Strassera: conservador, con buena relación con los militares y joven pero decidido a marcar una diferencia para una nueva generación que busca enterrar esos terribles fantasmas de la dictadura.

El guion de Mitre y Mariano Lilinás explora ese mundo legal y los trabucos que los fiscales enfrentaron durante esre duro proceso en el que no se dejaron intimidar por esa poderosa influencia militar que persistía en la nueva democracia argentina dirigida por el presidente Alfonsín. A diferencia de La Cordillera, aquí la historia tiene sus momentos tensos y fríos pero logra también un sorpresivo balance entre la cruda realidad del relato y momentos de risa que sirven para dejar escapar la tensión que, a pesar de conocer el final del caso, es bien transmitida a través de ellos.

Claro que Strassera y Moreno Ocampo no hicieron el trabajo solos, pues reunieron a un joven equipo jurídico de inesperados abogados que se vestirían de héroes para una batalla legal que recordaba a esa pelea mítica de David contra Goliat, pero dándole un giro acerca del poder del pueblo que resulta por demás llamativo. Y es que es gracias a los duros testimonios de la gente que padeció los estragos de ese período infame en Argentina que el pueblo, aún temeroso de la milicia, cambiaría de opinión para dar los primeros pasos hacia la anhelada democracia.

Si bien el relato no se enfoca tanto en esta generación de jóvenes que ayudan a los fiscales a ejercer ese factor de cambio que inclinaría la balanza a su favor también bajo las amenazas constantes sobre ellos y sus familias, si conllevan un mensaje implícito acerca de las acciones que cambian el tejido social. Es debido a ellos y su ardua pero dura investigación que los fiscales pudieron lograr lo que nadie había podido antes, demostrando así que a pesar del pasado y sus fantasmas, es la generación presente la que puede generar ese cambio necesario.

Cabe destacar que Mitre se arriesga a tomar una postura política y repetir una fórmula del cine de juicios que remite mucho a la hollywoodense. Se pueden percibir los ecos de cintas como el clásico Matar a Un Ruiseñor (Mulligan, 1962) hasta alguna más reciente como El Juicio de los 7 de Chicago (Sorkin, 2020) pero dejando un poco ese espectáculo de lado para mostrar una postura política intensa que parecida buscar un sentido de justicia, expresada a través del poder civil, con tal de mostrar un compás moral en medio de una sociedad que, en muchos sentidos, lo perdió durante muchos años.

Es así que la cinta construye la figura de un par de héroes involuntarios en los fiscales y su equipo, unos que usan la palabra no sólo como arma sino como un interesante recordatorio acerca de ese poder que la gente misma tiene y que una nación no se construye mediante un autoritarismo o la división de ideas, mucho menos con violencia y persecución. Justo aquí es donde resuena esta película, como un recordatorio en medio de una crisis global en la que debemos aprender del pasado para ir hacia el futuro.

Durante las casi dos horas y media de duración del filme, Mitre logra meter ese dedo en la llaga con este Juicio de las Juntas, uno que demostró la brutalidad de la milicia y el exceso de poder derivado de una visión sesgada de gobernantes enfocados en la ambición y el abuso de poder, aquellos que creen que la militarización de una nación es la solución de los problemas de una sociedad sin darse cuenta del peligro que eso ocasiona. Es por ello que Argentina, 1985 se convierte en un filme muy actual que provoca la reflexión para poder alzar la voz y decir NUNCA MÁS.

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