Babygirl: Deseo Prohibido (Reseña)
Romy, directora ejecutiva de alto rango en una empresa tecnológica, se embarga en un romance prohibido con Samuel, un peculiar y cautivador becario significativamente más joven. Este suceso destapará los más profundos deseos en Romy, poniendo en entredicho su matrimonio, visión y sobre todo, sacará de ella una faceta que no creía tener.
Halina Reijn, directora que tiene en su haber apenas 3 largometrajes, continua con su carrera ya con el sello de ser realizadora estable en A24, casa productora con la que ha realizado todos sus proyectos.
En las cintas que ha dirigido y también en Red Light, la serie que ha co creado, hay una marcada carga sensual-erótica además de un componente que da foco a la propia sexualidad femenina. Si bien en Muerte, Muerte, Muerte la base es la crítica a la generación Z y hay un predominio de la comedia, lo cierto es que Reijn mantiene ese protagonismo en lo tocante al punto de vista femenino, llevando esto a un enfoque más erótico, un choque entre la contención producto de las limitaciones que impone la sociedad y la visión que ha llegado con las nuevas generaciones.
Babygirl propone una premisa interesante y con bastante potencial como lo es un relato que ahonda en la búsqueda por la satisfacción sexual, consentimiento y por supuesto, los límites del deseo que van de la mano con la ética en el poder. Esto recuerda en cuanto a lo narrativo a Tar e incluso tenemos dos protagonistas que marcan un hito para las mujeres, solo que en Babygirl hay un componente de cierta justificación en favor de un feminismo que ha perdido un aliciente válido al tener las mujeres, en la legalidad, todos los derechos pero que en la práctica existe un margen más amplio de oportunidades.
Puesta en marcha, la realización de Babygirl da muchos tumbos en la consecución de sus metas. En primer lugar, realmente no se castiga ni tiene consecuencias el accionar de Romy, jamás se siente una crisis interna por la insatifacción de su matrimonio ni mucho menos por el rompimiento en la ética que debería ser fundamental en la vida de una alta ejecutiva expuesta a un mundo de redes sociales.
En segundo lugar, todo su actuar tiene su margen de justificación en su realización sexual individual. Jamás hay una importancia real en lo tocante a su familia, sus subordinadas, pese a que en lo referente a estas últimas hay un tibio reclamo. Se deja la sensación de que cuando una mujer comete esto se le deben pasar por alto sus acciones, sin que el arma que son las redes sociales para un entorno dominado por la cultura de la cancelación podría ser.
Por último, la resolución y el que debió ser el climax no alcanza el esplendor que prometía posicionarse como lo más llamativo de esta experiencia. La conclusión pareciera ser una declaración forzada para llamar a la reflexión en las mujeres, en el empoderamiento y en una supuesta lucha por «mejorar la posición de la mujer en las empresas» aunque en la empresa de la protagonista literalmente haya una aplastante mayoría de ellas laborando.
El guión del filme se coce a fuego lento dejando la sensación de ser más una colección de escenas de sexo sin que realmente haya una tensión por las consecuencias que supuestamente están presentes. En ese sentido, la película falla y da como resultado casi 2 horas de lentitud, de repetición, sin giros que impacten y pese a que hay una parte visual de calidad (sello de A24) que además se conjuga con una selección de canciones que van a la perfección con lo que sucede, en ningún momento ocurre algo que impacte o que definitvamente sorprenda.
Las actuaciones son de buena ejecución y se cuenta con un elenco de alto nivel. Antonio Banderas, aunque sin destacar como en otras ocasiones, lo hace convincentemente; Harris Dickinson, quien ha ganado atención y elogios con sus actuaciones en Garra de Hierro o El Triángulo de la Tristeza, se roba la pantalla en cada escena en la que participa, interpretación en la que combina un cinismo sorpresivo así como una seguridad magnética.
En cuanto a Nicole Kidman, la consagrada actriz demuestra toda su experiencia no solo en la manera que tiene de construir su personaje sino que en el dominio de sus emociones. Romy pareciera una especie de Alice Harford (su personaje en Eyes Wide Shut) ya madura y que vive en pleno 2024, una encarnación de la mujer ejecutiva insatisfecha, con una lucha constante para encontrar su plenitud sexual, aspecto que ensombrece tanto su éxito profesional como en el familiar (cuando menos aparente).
Aunque llame la atención con un tráiler, elenco y premisa llamativos, Babygirl no termina por explotar como cinta, terminando por ser simplemente un ejercicio cinematográfico erótico alineado con ciertas ideas que constantemente caen en contradicción.