Demon Slayer (Kimetsu No Yaiba), aprendiendo a ser un cazademonios
En febrero de 2016, la revista Shukan Shonen Jump lanzaría el primer volumen de un manga que, sin saberlo, provocaría tremendo furor entre sus lectores. Esa obra, creada por Koyoharu Gotoge se titula Kimetsu no Yaiba, serial que tiene en su haber 23 volúmenes recopilatorios totales.
Debido al gran éxito que tuvo, su adaptación al género de anime era inevitable. Es así que Ufotable, estudio de animación popular por la saga de Fate/Zero y su secuela Fate/Stay Night, tomaría las riendas del proyecto para estrenarlo en abril del 2019, con 26 episodios de la primera temporada que, además, tendrá una cinta próxima a estrenarse en México que seguirá el arco del tren infinito.
Distribuida originalmente por Crunchyroll y posteriormente por Netflix, Kimetsu no Yaiba nos cuenta la historia de Tanjiro, un joven que vende carbón para ganarse la vida en plena era Taisho en Japón. Pero un día, regresando a casa de sus labores, descubre que su familia fue asesinada por las manos de un ente maligno, dejando como única sobreviviente a una de sus hermanas, Nezuko, que por las graves heridas se convierte en demonio.
Siendo esta la premisa que detona el desarrollo de este anime shonen fantástico con tintes de la historia de la cultura japonesa, en esta primera temporada seguimos los pasos de Tanjiro para convertirse en un cazador de demonios con el simple motivo de intentar regresar a su hermana a la normalidad y de paso cobrar venganza del demonio que asesinó al resto de su familia, el poderoso Muzan Kibutsuji.
Algo que destaca en este anime lleno de acción es la importancia histórica que tiene su relato, ya que justamente en la era Taisho existía la leyenda de aquellas extrañas criaturas que atacaban a las personas en las noches para posteriormente ser devoradas por las mismas. Este guiño al folklor japonés no es el único del cual somos testigos en esta serie ya que después de los créditos finales de cada episodio nos ofrecen algún dato curioso de la era a la que se hace mención relacionado con los personajes.
En su viaje, Tanjiro no estará solo ya que para lograr su cometido tiene que ser muy bien entrenado. Así conocemos a su maestro, el ex hashira (la más alta clase de cazadores de demonios que existe) Urokodaki que le ayudará a explotar ese potencial para ser uno de los elegidos para entrar a la cofradía de los cazademonios. Además, conocerá a otros compañeros bastante peculiares en su misión, como el eterno llorón Zenitsu, que demuestra cómo las apariencias engañan o el salvaje Inosuke, quien desconoce por completo lo que es tener amigos y se oculta detrás de una cara de jabalí.
Estos personajes van enriqueciendo este relato, ya que mientras vamos comprendiendo este crecimiento que Tanjiro tiene y sus motivaciones, también se desarrollan esos arcos de los demás personajes secundarios. Zenitsu, con su kimono naranja/amarillo tiene una razón de porqué es tan cobarde así como lo que lo motiva a seguir adelante en su batalla. Inosuke, con su eterno pecho desnudo y esos rasgos finos que oculta con la ‘cabeza’ que usa, también tiene ese aprendizaje donde deja de ser un uraño solitario para comprender el valor de la amistad más allá de su mala memoria.
Tampoco se puede omitir esa sensación de hermandad entre Tanjiro y Nezuko, una relación que parece irá adquiriendo mayor importancia en ese peculiar lazo que hay entre ellos y que se contrapone a las reglas de los cazademonios. Mientras que Tanjiro representa lo bueno, Nezuko es la oscuridad en su forma demoníaca pero que, a su vez, no deja de ser humana. Ese complemento de los dos es comparable a la figura del yin yang, donde luz y oscuridad se juntan pasa crear un balance que deja de lado los absolutos.
Incluso el otro lado que atrae es el de los antagonistas: los demonios, quienes también tienen un lado humano con el que Tanjiro de alguna manera conecta. Si bien son entes malignos, la serie nos recuerda que alguna vez fueron humanos que tenían familias, sufrieron abusos o simplemente, como la hermana de Tanjiro, Nezuko, son de alguna manera víctimas de algo que estaba fuera de su alcance.
Ese tratamiento además se une a la visión de la creadora del manga, que no sólo usa ciertas criaturas antropomórficas que se apegan a las creencias del Japón de la era en la que se ubica el relato, sino que, a diferencia de lo que usualmente vemos en las representaciones demoníacas, estas figuras no sólo son animales o mujeres. El villano principal, Muzan, y otros de sus súbditos son mayormente figuras masculinas, algo que rara vez se puede ver en este tipo de representaciones malignas, un detalle que resulta ser un interesante aporte por parte de Gotoge.
En contraparte, es cierto que el anime sigue muchas de las reglas establecidas en los shonen, sobre todo la historia de amistad y de ir enfrentando retos que hagan crecer al protagonista y sus compinches. Sin embargo, también hay que destacar que la personalidad de Tanjiro y sus amigos es un tanto más aterrizada a la aparente realidad del universo en que se desarrolla, dándoles un toque muy humano con el cual uno empatiza.
Y que decir del factor de la animación, donde el experimentado director Haruo Sotozaki mezcla la animación tradicional y le saca provecho a los recursos de las gráficas 3D para sus asombrosos paisajes, algo que se nota en la ejecución de los poderes que cada uno de los cazademonios tiene, donde esta combinación se explota de una manera muy buena, convirtiéndolo en el sello de identidad de los personajes.
La música tampoco se queda atrás, ya que la musicalización a cargo de Yuki Kaijira (la saga Fate y Sword Art Online) y Go Shiina (la saga de Tales of Zestiria) encaja muy bien, mezclando elementos de esa época en la que nos ubicamos para darle cierta epicidad a las batallas o, a su vez, el drama necesario para el desarrollo de sus historias. Esto, combinado con la gran canción de opening interpretada por LiSA, Gurenge, con esos tintes de balada y rock y una letra que describe mucho del sentimiento que toca este anime, son la perfecta combinación para acompañar la aventura de Tanjiro y sus compañeros.
Así, Kimetsu no Yaiba (o Demon Slayer), saga que ha recibido premios por parte de la Academia Japonesa, que le otorgó el galardón de “Animación del año” en su edición número 44, se ha convertido en un fenómeno global, incluso al grado de que el Primer Ministro nipón, Yoshihide Suga, echó mano de la “respiración de concentración total” en una sesión frente al Parlamento. Su gran alcance es gracias al valor de ese relato donde no sólo regala una visión particular de una etapa histórica en Japón sino que la alimenta de un gran desarrollo de personajes, aderezado con buena acción y unos toques de sangre demoníaca que prometen culminar en una nota alta este primer arco con la cinta de Mugen Train.