A la altura de su historia en el país, el género documental permanece fuerte y deslumbra con TITIXE, un testimonio potente de la crisis que enfrenta el campo mexicano a través de un relato familiar que llega a Cineteca Nacional el próximo 23 de julio.

Las dificultades, crisis económicas y temporadas de auténtico desastre han sido una constante en el panorama mexicano. Sin embargo, de estas épocas llenas de incertidumbre, la luz de la creatividad acompañada del fulgor de la emotividad impulsan a múltiples creativos a entregar proyectos que tocan las fibras sensibles en un espectador que cada vez tiene menos asombro o afronta con frialdad y cotidianidad del caos del que ya no solo sobrevive, sino que vive lo mejor posible.

Este cúmulo de circunstancias se multiplican de manera indeterminada en el campo debido al cambio climático, el nulo apoyo del gobierno y un precario margen de oportunidad para los más jóvenes faltos de entusiasmo por este estilo de vida, poniendo en peligro el futuro de la gente que vive de la tierra.

Con todo este trasfondo, Tania Hernández Velasco rinde un sentido homenaje y despedida a su abuelo. Agricultor, ganadero, sabio de la tierra, la directora entrega un documental que bien podría ser un relato a lo Juan Rulfo con imágenes del folklor, de los frutos del trabajo, de una crítica político-social latente pero sobre todo, con ese dejo de nostalgia, de dolor y de la muerte como una compañera inseparable de los ciclos tanto naturales como los construidos por el hombre.

Grabado de una manera minimalista pero estéticamente llamativo, con el tambaleo de una mano que registra cámara en mano los elementos de los terrenos de un lugar mágico, que enaltece los callos, las manos enfangadas o la ropa llena de polvo, Hernández transporta a todo el duelo que coincide con el inicio de quizá la última cosecha, en la que el difunto se presenta a través de los relatos heredados, el parecido con otros familiares y los métodos enseñados con ahínco.

Contemplativo por momentos con el fin de envolver al espectador de los colores, texturas y sonidos de la herencia en hectáreas, el ritmo de este trabajo puede resultar un tanto pausado, alargando los 60 minutos de duración para sopesar los sentimientos de varias personas cercanas a ella. Se cultiva, se cuida al ganado, se junta la cosecha, se explica la precariedad desde la voz de los que viven dicho panorama, el público se puede sentir por esa larga hora como un miembro más de una familia que lucha por no ceder lo que tanto trabajo costó conseguir.

El balance entre el optimismo sustentado por la esperanza natural en las personas de a pie en el campo y la aceptación de la realidad que no es alentadora, dota de esa dosis siempre bienvenida de cercanía con la vida real. Las noches, los árboles que se marchitan a la par que termina el relato, las canciones que se olvidan momentáneamente por el peso de los años o se omiten por que las lágrimas invaden los ojos y la voz, son elementos capturados como solo alguien dentro de este medio puede.

TITIXE es un testimonio que quedará para recuperar lo que quedó atrás, que en cada visionado se consigue lo que a simple vista no se pudo encontrar. Pepenado después de la última siembra los tesoros de los recuerdos que nunca perderán vigencia.

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