La Última Estafa (Reseña)

Con un cine cada vez más temeroso de subir el tono, La Última Estafa supone un excelente ejercicio incorrecto políticamente que tanto nostálgicos como indiferentes del cine podrán disfrutar a lo grande.

La sensibilidad al extremo, la ofensa inmediata e injustificada y una creatividad sometida a la repetición perpetua de las obras del pasado con éxito, han hecho que el público apueste cada vez más por las producciones modestas pero interesantes que cuando menos logran que el espectador pase un rato muy agradable.

Para el verano de 2021, La Última Estafa rompe con el molde de remakes gracias a un buen manejo de guión, dirección, pero sobre todo a actuaciones comprometidas de tres leyendas, todo con un humor un tanto punzante bien implementado que sustenta toda la trama.

Max Barber (Robert de Niro) es un productor de cine de Hollywood de serie B que necesita encontrar un nuevo proyecto que le permita saldar su deuda con un jefe de la mafia local (Morgan Freeman). Decide emprender la producción de una película con escenas de acción de alto riesgo, con el fin de provocar la muerte de su actor protagonista y poder cobrar así el altísimo seguro, solucionando definitivamente sus problemas económicos. El actor elegido es Duke Montana (Tommy Lee Jones), una vieja estrella deprimida con problemas con la bebida: el blanco perfecto para los planes de Max. Sin embargo, los días de rodaje pasan y no todo sale según lo planeado

El director George Gallo plasma en esta cinta parte de su experiencia en el ramo de comedia combinado con multitud de otros géneros como el drama (29th Street; 1991), romance (My Mom’s New Boyfriend; 2008) o hasta con documental-stand up (DysFunktional Family; 2003). Toda este historial da como resultado un balance entre lo épico y lo hilarante, con una gran cantidad de referencias cinematográficas, así como de situaciones que sin duda reflejan de buena manera una época tan susceptible como la década de 1970 que parece repetirse 50 años después.

Homenaje a las cintas clase B post 1960, la película hace sátira y crítica tanto a la industria como a una sociedad que puede pasar por alto cualquier cosa pero que se escandaliza en sobremanera por lo que en pantalla se sabe ficción. En todo momento, Gallo aprovecha esa desfachatez, ese cinismo del protagonista para conseguir escenas pero sobre todo diálogos que sacarán sonrisas en el espectador, con ganas de quedarse al final pese a que el destino resulte predecible sin dejar de ser interesante.

Así mismo, esta incorrección se amalgama (paradójicamente) con ciertos toques de inclusión ejecutados en el tono adecuado como lo es el empoderamiento femenino en el cine. Esta parte que va acorde a lo políticamente correcto se usa también para construir momentos de auténtica carcajada entre los que destacan el mensaje monótono del cine afroamericano o el de los estereotipos en el cine que muchas veces se toman demasiado en serio.

La música y la fotografía dan ese toque épico a las situaciones más absurdas, dando pie a una cadena en reacción cómica que parte de lo exagerado, producto de no tomarse demasiado en serio y con el objetivo claro de entretener.

Por parte del cast, los nombres que encabezan el mismo son inmejorables. Tommy Lee Jones se gana el corazón de la audiencia a través de Duke Montana, un actor de westerns venido a menos que no tiene motivos para vivir pero que posee calidez humana. Morgan Freeman encarna a Reggie Fontaine, un inversionista frío, entusiasta del cine con su propio toque mafioso. Robert De Niro es Max Barber, ejemplar del productor clásico que busca llevar adelante sus proyectos sin importar el precio ni los problemas, siendo el motor de la parte cómica de toda la película. Menciones aparte merecen Kate Katzman, quien interpreta a la carismática directora Megan Albert y Zach Braff, el sobrino que funciona como contrapeso de Max en muchas de sus decisiones.

Como puntos negativos, el ritmo es desigual, los efectos especiales dejan que desear y algunas escenas resultan un tanto débiles debido a la edad de los tres actores principales.

La Última Estafa es un respiro necesario a toda una industria que tiene prisionera a la creatividad en una prisión de corrección exagerada. Con un humor inteligente y fresco, actores comprometidos que disfrutan de lo que hacen, así como un buen homenaje a la primera versión de 1982, la película es una opción imperdible que debe disfrutarse en pantalla grande.