Última Noche, un apocalipsis navideño con humor negro

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La idea del fin del mundo ha sido explotada en el cine de diversas maneras. Ya sea debido a una invasión extraterrestre (Día de la Independencia, 1996) o las profecías mayas (2012, 2009) que el director Roland Emmerich no deja de explotar o las sátiras de humor negro que critican la falta de humanidad de nuestra especie (Buscando un Amigo para el Fin del Mundo, 2012) e incluso la nula credibilidad de la ciencia ante un camino de extinción (No Mires Arriba, 2021) y la rebelión de la naturaleza contra los hombres (El Fin de los Tiempos, 2008) son temas que resuenan desde hace tiempo en diferentes proyectos.

Bajo esta linea llega Última Noche (Silent Night), ópera prima de Camille Griffin donde una reunión navideña se convierte en una especie de despedida entre amigos y familiares perfecta salvo por el inminente fin del mundo que se cierne sobre ellos. Es así que Neil (Keira Knightley), su esposo Simon (Mathew Goode) y su hijo Art (Roman Griffith Davis) se convierten en los anfitriones de una reunión que mezcla drama, terror y humor bastante negro, una mezcla de tonos que no siempre funciona.

De lo más interesante que entrega esta cinta en el guion son los planteamientos por los que opta Griffin. Ante nosotros se van desenvolviendo las cosas sin saber realmente qué está sucediendo salvo por las pequeñas pistas que va soltando conforme la historia avanza, haciendo de la velada un hervidero de emociones que van saliendo poco a poco mientras el inevitable final de todos los presentes se acerca. Esto tambien da pauta a ciertas discusiones morales acerca del suicidio, la muerte o las confesiones inesperadas entre amigos y familia que le dan ese toque incómodo pero entretenido a esta ópera prima.

Sin embargo, es la diversidad de los temas la que hace que de repente el tono de sátira no se sienta del todo natural. A pesar de ese dilema, Griffin logra sacarle provecho a un cast bastante destacado, comenzando con la familia anfitriona cuyo hijo choca constantemente con la idea de muerte pacífica de sus padres. Por otra parte están los amigos, quienes asisten con sus parejas y familias respectivamente, los cuales muestran que no son tan perfectos como uno pudiera creer. Aquí se aplaude ese humor británico que se burla de la aparente perfección de las cosas para darle un toque de irreverencia simplona a la tragedia que enfrentan.

El gran ensamble actoral va mostrando su potencial conforme avanza el filme. Esa rara química ayuda para el desarrollo de las líneas más mordaces del guion pero sobre todo para que la historia vaya fluyendo debido a la química que hay entre todos, más allá de los exacerbados clichés que pueda mostrarnos el relato. También hay partes dramáticas que elaboran una tensión interesante entre los asistentes a esta última noche, ya que generan conflictos que, por pequeños que sean, logran la atención de la audiencia al mostrar las fisuras en el entramado social en el que viven.

Es agradable ver a Keira Knightley, quien vuelve a enfrentarse al fin del mundo pero esta vez en familia. El desempeño de Goode como el elegante padre con arranques de ira debido al miedo de lo inevitable también resulta interesante. Y qué decir de sus compañeros de oficio como Lucy Punch, Annabelle Wallis y Sope Dirisu, todos como figuras adultas con una percepción bastante marcada acerca de lo que está sucediendo y cómo se contraponen a la linea de pensamiento de los más jovenes, especialmente de Lily-Rose Depp y de Griffin Davis, que después de su papel en Jojo Rabbit vuelve a mostrar tablas con un papel totalmente diferente a lo visto anteriormente, robándose los mejores momentos de esta tragicomedia casi apocalíptica.

El diseño de producción resulta bastante simple pero efectivo al llevarnos a una gran casona en medio de un bosque, mismo que se cierne como una especie de amenaza conforme se desarrollan los hechos, haciendo justamente un guiño a la cinta de M. Night Shyamalan antes mencionada, El Fin de los Tiempos. Este progreso en medio de la naturaleza es el último punto al que el fin de nuestra existencia llega, marcando una ironía entre toda la ambientación alegre de las fiestas con la pesadumbre de lo que se les viene encima.

Aunado a ello, la fotografía también resulta eficiente al mostrar una contraposición entre colores cálidos y fríos, mostrando el conflicto que todos los integrantes de este último ritual tienen pero no se atreven a tocar. Ese es, tal vez, el punto más flaco de ésta ópera prima, que teniendo todos estos enfoques de repente parece no atreverse a ir más allá, a empujar hasta el límite las situaciones de tensión o de drama y se queda en planteamientos que a veces funcionan con un humor mordaz o crítico pero otras veces parecen querer morder sin tener filo en su comentario social.

Así, la Última Noche se une a una larga lista de películas que buscan ser algo más que otra moralina cinta navideña o una recalentada obra de terror convencional en la que Camille Griffin saca provecho de muchas cosas pero se queda corta en otras, dejando como resultado una inquietante pero irregular reflexión en medio de un apocalipsis navideño con tintes de humor negro.

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