FICUNAM 12: Lumbre, el fuego de la vida y la muerte

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Santiago Mohar regresa a FICUNAM con un proyecto donde el estilo fragmentado de su relato trata de reflejar las consecuencias de una violencia inherente que, por accidente, marca la vida de una familia. A partir de ahí, el poema audiovisual no siempre efectivo se divide en tres actos donde la lumbre (o el fuego) juega cierto papel simbólico.

El estilo de este realizador se ha caracterizado por jugar con la narrativa habitual y salirse de ese molde a su manera. Basta recordar Sísifos (2019), documental que reflejaba la dura vida de aquellos ex adictos en rehabilitación o Los Muertos (2014), su ficción que hablaba de adolescentes adinerados que enfrentaban un hecho violento que los sacaba de su apatía en plena vida de excesos gracias a la muerte accidental de uno de ellos.

De alguna manera, en Lumbre intenta una vena un tanto más experimental a lo hecho anteriormente, donde intenta reflejar la cotidianidad aunado a un sentido de pérdida que, en su narrativa que rompe los arquetipos usuales, no llega a funcionar del todo pues pareciera que el aspecto visual va por un camino mucho más poético/lírico que busca emular sensaciones pero no lo logra del todo.

Curiosamente, el medio metraje que forma parte de la sección Ahora México del Festival, comienza de una manera interesante con una reunión donde los niños son una pieza primordial hasta que se escuchan un par de sonidos que causan una reacción. Esos estruendos son un par de balazos que simbolizan esa violencia involuntaria que puede llevar una celebración de vida a un paso más cercano a la muerte.

A partir de ese hecho, comienza el viaje en tres partes. Ahí, el realizador se enfoca en conversaciones que se pierden a la distancia, tomas cercanas de rostros, de fotografías de gente que ha partido a otro plano, incluso de viajes panorámicos citadinos donde el desconocimiento de la muerte o la violencia accidental que la suscitó se hacen presentes en un canvas bello pero con poco sentido y emoción.

Lo más destacado del filme de Mohar recae en ese simbolismo fugaz de la lumbre, pues se pinta como aquella fuerza natural que nos ha rodeado desde siempre, aquella que nos recuerda tanto la frase bíblica de «polvo eres y en polvo te convertirás», donde el sentido lírico/poético del medio metraje encuentra una vía de encuentro entre la celebración, la muerte, la pasión y cómo es que ese calor que provoca se extingue de repente, como la vida misma.

Es así que en los tres actos observamos al fuego como algo inherente a nuestra vida cotidiana, desde un cigarro que se extingue como nuestras vidas hasta una pila de hierba que se enciende como nuestras pasiones. Ese lirismo es lo más interesante de un filme que, tristemente, se va un poco a la deriva al sentirse frío en su planteamiento audiovisual ensayístico.

Así, Lumbre se siente como una idea experimental interesante que no logra del todo la congruencia al hablar de algo tan crudo como la violencia social, la vida y la muerte de una manera un tanto fría o distante, alejándose de las verdaderas consecuencias que la pérdida puede tener en uno en este fractal de imágenes que intenta plasmar ese peligro en las pequeñas cosas pero nunca encuentra el tono adecuado para hacerlo, faltando esa conexión emocional con el espectador ante lo que ve.

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