Mi Dulce Monstruo, una extraña fábula rusa

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No cabe duda que los relatos de princesas siempre resultan atractivos para la audiencia. Si bien el eterno modelo (o hasta sello) de esos filmes es relacionado directamente con Disney, existen otro tipo de versiones que resultan interesantes como La Princesa Mononoke de Hayao Miyazaki, Pil: Princesa Cero Fresa de Julien Fornet o Ainbo: La Guerrera del Amazonas de José Zelada y Richard Claus, mismas que han buscado reinterpretar esos clichés y darles un significado diferente o más profundo.

A estas propuestas se suma, desde Rusia, Mi Dulce Monstruo, traída por Tulip Pictures, donde los realizadores Viktor Glukhushinn y Maxim Volkov hacen una mezcla de varias ideas que no acaba por encajar al público adulto y que termina por ser un tanto confusa e insulsa para su público meta, los niños. Y es que en su afán de dar una fábula bien planteada, de repente la continuidad del relato se ve comprometida ante ciertas decisiones creativas que no terminan por encajar.

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Uno de los detalles que brincan es el de la animación. Si bien Rusia no es característico por tener grandes estudios o demasiadas cintas de este estilo, ante un mercado que mira las propuestas de productoras como Pixar, Illumination o Dreamworks, resulta un tanto complicada de aplaudir. Más allá de la escasez en los gráficos en 3D que de repente no lucen bien, también hay una cuestión en el diseño de personajes que no le ayuda al filme.

La premisa nos presenta a la princesa Bárbara, que está enamorada en secreto del príncipe Eduardo, un encantador galán de cuentos que vive en su reino. En medio de un evento importante para el reino de Bárbara, el manipulador Weasel le pide al rey la mano de su hija amenazando con revelar un secreto, por lo que ella huye hacia el bosque donde se encontrará con un monstruo dulce que ayudará a la joven princesa a poner orden en el reino…y con la madre naturaleza.

Mi dulce monstruo de CTB

El diseño de los personajes es bastante básico, no entrando a detalle en sus facciones que a veces pueden lucir muy simplistas como gráficas de videojuego antiguo. Si bien este puede ser el sello de esta animación, resulta a veces un distractor que remite a otras cintas y que no parece lo suficiente atractivo para el público.

Aunado a eso, el guion del filme da unos cuantos tumbos en su ritmo al querer agregar unos cuantos números musicales que de pronto desencajan en el relato. Escuchar y hacer cantar a los protagonistas no está mal siempre y cuando tenga una buena justificación, lo que no sucede del todo aquí. Realmente no hay una canción memorable o disfrutable o que incluso ayude a la narrativa de la animación. Esto resulta un problema, pues más que atraer distrae del cometido del relato.

Mi dulce monstruo de CTB

Con todo y esas fallas hay algunos planteamientos en el guion que dan interesantes lecturas. Una de ellas tiene que ver con el cuidado de la naturaleza, la obsesiva necesidad de la industrialización y la explotación de cada recurso que nos da. Es ahí donde de repente residen los puntos más fuertes del filme familiar, pues busca crear una conciencia mediante las bases de una fábula que nos haga pensar en el valor de la naturaleza que nos rodea.

Esto aunado a un personaje secundario agradable y a un ‘monstruo’ muy humano, mantienen a ratos la cinta a flote que resulta ser una extraña fábula rusa con música, canciones y momentos que buscaban ser épicos o encantadores pero que no concreta ese fin con la audiencia. A final de cuentas, parece ser un cuento extraño que peca de estar mal editado y de ser medianamente entretenido, algo que acaba por pasarle factura al buen mensaje de la cinta.

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