‘Taxi Driver’ y la soledad urbana según Scorsese-De Niro

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La vida acomoda todo en momentos puntuales. O cuando menos así lo demuestra la historia que rodea a Martin Scorsese y a su gran clásico Taxi Driver, cinta que ha regresado a los cines gracias al ciclo semanal de Cinemex, un regalo para todos aquellos cinéfilos ansiosos de vivir la emoción de ver obras monumentales en el recinto sagrado.

En 1974, Scorsese conoce por medio de su amigo Brian De Palma (si, el mismo que dejó casi una década más adelante la inmortal Scarface) al guionista Paul Schrader, nombre fundamental en su filmografía que después escribiría con Martin la obra cumbre Raging Bull.

La conexión entre guionista y realizador se centra sobre todo en el interés en contar historias llenas de violencia, personajes que pueden ser considerados como anti héroes y un afán por combinar diálogos imprescindibles con imágenes estimulantes. Además, es curioso como el propio Paul reflejo su etapa más oscura en el personaje de Travis Bickle, una en la que no hacía más que beber, conducir, vagabundear, siempre en barrios de mala muerte de Los Ángeles y casi nunca probando alimento. Un trayecto hacía la muerte que fue interrupido por una úlcera que lo mandó al hospital y que le impondría la necesidad de escribir, expresando lo que denominó como «el síndrome absoluto de soledad urbana».

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Para sobrellevar el insomnio crónico que sufre desde su regreso de Vietnam, Travis Bickle (Robert De Niro) trabaja como taxista nocturno en Nueva York. Es un hombre insociable que apenas tiene contacto con los demás, se pasa los días en el cine y vive prendado de Betsy (Cybill Shepherd), una atractiva rubia que trabaja como voluntaria en una campaña política. Pero lo que realmente obsesiona a Travis es comprobar cómo la violencia, la sordidez y la desolación dominan la ciudad. Y un día decide pasar a la acción

Para confeccionar esta premisa, la cinta posee referentes literarios y cinematográfiocos importantes como Memorias del subsuelo de Fiódor Dostoyevski o Falso Culpable de Alfred Hitchcok, además de contar con las vivencias del propio guionista que le dió ese sonambulismo representado con la necesidad de Travis por conducir por las noches. Indudablemente, este personaje es un reflejo del estado de aquellos veteranos de Vietnam que regresaban a su país, con múltiples problemas psicológicos y con una sensación de soledad alimentada por una sensación de querer cambiar las cosas, objetivo al que nunca se llegó en el conflicto del que venían.

Scorsese ofrece todo su talento para confeccionar técnicamente una obra que hace uso de todo tipo de recursos que hoy son básicos dentro del lenguaje cinematográfico. Desde movimientos de cámara que muestran este rostro oscuro de Nueva York hasta esos planos en lo que con un simple vaso de agua efervescente se puede transmitir lo que pasa por la cabeza del protagonista. Ya ni hablar de aquellos momentos históricos como la escena de Travis hablando al espejo, su expresión al ver una película XXX, su transformación física y estética con su corte mohicano, o de aquella estampa donde el protagonista se dispara con sus dedos en el climax de la cinta.

De Niro, Scorsese on how classic 'Taxi Driver' line went from improv to iconic

El montaje es ágil; la fotográfia de Michael Chapman es alucinante con sus tonos verdosos y con sus encuadres, mostrando una meticulosa planificación en el ensamble de los elementos. Inteligentemente, Scorsese se aleja de su principal. Si, se le sigue en su trayecto, el espectador ve a los distintos pasajeros de su taxi y hasta se conoce a las personas que será cruciales en este episodio pero de ninguna manera se estrecha esa identificación con su visión del mundo. Simbólicamente, a Travis se le ve como un animal que está al acecho desde la distancia de sus objetivos, ya sea la chica que le gusta, la niña prostituta que desea proteger o también aquel candidato al que desea matar.

Por supuesto, la música es impresionante. Bernard Hermann entrega composiciones que le dotan de una estética propia a la película, en un principio poco convencido de que las cuerdas pudieran musicalizar la historia de un taxista pero después entendiendo que el tono noir calzaba a la perfección con su propuesta.

Es importante reconocer que las actuaciones de todos son de alto nivel; Jodie Foster soprende a sus trece años con su interpretación como Iris, quien la dota de una inocencia que choca con su oficio como sexoservidora y el entorno que la rodea; Harvey Keitel como el proxeneta Matthew «Sport» Higgings, es cínico y peligroso, demostrando la versatilidad del actor como gran secundario (sobre todo en la posterior cinta de Scorsese La última tentación de Cristo); Cybill Shepherd encarna a Betsy, la mujer que le gusta al protagonista, personaje que combina efectivamente la elegancia, la sensualidad, la belleza y la fuerza actoral.

Taxi Driver | Apple TV (MX)

Mención aparte merece Robert De Niro. Entregado completamente al proyecto, De Niro había firmado años antes para actuar en la película con un salario de apenas 300 mil dólares. No obstante, al ganar el Oscar a Mejor Actor de Reparto, su estatus cambió y los tabuladores de la época exigían que debía recibir mucho más dinero. Robert rechazó esto y en cambio, adelgazó 10 kilos, ganó músculos, condució un taxi durante semanas en jornadas de hasta 16 horas para darle verosimilitud a su actuación, a la vez que convivió con veteranos reales para aprender algunos acentos y expresiones típicas. Es impresionante el resultado: una de las mayores clases maestras de como interpretar a un personaje, brillando todo el tiempo a gran escala.

La recepción crítica y económica de esta cinta es una comprobación más de como la calidad puede hacer la diferencia. El éxito se tradujo en multitud de premios, destacando la preciada Palma de Oro del Festival de Cannes en 1976, una recaudación de cerca de 29 millones de dólares contra apenas 1,3 millones de presupuesto y la consagración para su director, que dió el salto grande que requería.

Taxi Driver es sin duda una de las obras maestras del cine, todavía arriesgada a casi 50 años de su estreno y que continúa dejando asombradas a las nuevas generaciones, que ven en Travis un reflejo aún latente de la soledad, los riesgos que llegan con las enfermedades mentales así como de un cinismo que puede ocasionar violencia en búsqueda de un cambio.

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