«El Conde»: Pinochet según Larraín

0

Pablo Larraín, para bien o para mal (depende a quien le preguntes), ha cimentado una carrera llamativa que no deja indiferente a nadie. Cintas como Spencer, Jackie, No o hasta Neruda han estado en el foco de discusión por la innegable calidad cuando menos visual y actoral que se despliega. Pero la polémica jamás había sido tan intensa como lo ha sido con El Conde, su más reciente trabajo y que consiguió colarse en los Oscars 2024.

En esta ocasión el cineasta chileno junto a Guillermo Calderón (quien ha colaborado con Larraín en algunos de los guiones de sus películas) imaginan que pasaría si el dictador Augusto Pinochet nunca hubiera muerto por ser un vampiro que después de 250 años busque la muerte que le dé descanso perpetuo. Una apuesta interesante en el papel, con un mar de posibilidades en cuanto a narración como en su estilo, uno que el director nominado al Oscar maneja sobradamente.

El Conde | Sitio oficial de Netflix

El resultado es un filme de 110 minutos de ritmo desigual que encuentra sus mejores momentos en los que la violencia y la recreación histórica son protagonistas. Es que Edward Lachman, quien ha conseguido una nominación a Mejor Fotografía en los Oscars 2024, regala auténticas postales de retorcido lujo gracias a una locación decadentemente suntuosa como lo es la mansión del vampiro Pinochet y hasta la belleza miserable que el páramo perteneciente a los terrenos de Oazy Harbour (que fuera una hermosa estancia, hoy pueblo fantasma) así como de los hermosos territorios de la Antártica Chilena.

El trasfondo que se le propone dar a esta versión de Pinochet tiene potencial para generar punzantes analogías y reflexiones pero que debido a la postura ideológica de Pablo y Guillermo es que no encuentra esa chispa creativa ni da espacio al humor oscuro que se propone. Para quienes gusten de leer sobre historia encontrarán referencias a diversas épocas que van desde la Revolución Francesa hasta la era de Margaret Thatcher, personaje que con su aparición dará un giro que puede sorprender a algunos pero que no posee el impacto necesario y se siente como una reiteración hacía la crítica de la figura de Pinochet.

El Conde: la hilarante venganza del cine chileno hacia la figura de Pinochet - La Voz De Los Que Sobran

Es claro que la elección del vampiro como criatura en la que colocar al militar es de fácil lectura. Primero porque los seres de la noche por excelencia tienen hambre de poder, sangre (en sentido literal y figurativo) o de saciar los placeres de la carne. Así mismo, es curioso que el personaje de Carmen, una monja, busque acabar con este monstruo pero sin renunciar a las riquezas que le puedan dejar la caída de este ser (la religión como buitre que se nutre de los restos económicos de pueblos enteros) o de un siervo fiel que admira a su opresor como lo es Forydor Krassnoff, símbolo de aquellos seguidores que mantienen en la memoria vivos a estos sujetos.

Si, todo lo anterior es prometedor y puede ser llamativo a primera vista pero termina por enfocarse en un drama de tintes cómicos oscuros que se asemeja más a un relato modernizado de vampiros que tiene la peculiaridad de que uno se asemeja a un dictador que aún el pueblo chileno adolece.  Esto es producto de una forma de narrar que da encanto, enigma y dota de interés en lugar de condenar o de dar esa vibra de pestilencia que podría incluso dar mayor peso a las sátiras que se han hecho.

El Conde: Qué dice la crítica sobre la sátira de Pablo Larraín que acaba de llegar a Netflix

La premisa que en los primeros minutos es llamativa y hasta promete un relato inolvidable se diluye, repite sus escenas así como sus críticas. Lo que mantiene a flote la atención al visionado es parte gracias a las actuaciones, especialmente de Jaime Vadell como Augusto Pinochet (parecido impresionante), Gloria Münchmeyer como Lucía Hiriart (esposa de Pinochet), Paula Luchsinger como la monja Carmen (totalmente entregada al papel), Alfredo Castro como Forydor Krassnoff (el sirviento del dictador) o Stella Gonet como Margaret Thatcher (quizá la actuación más destacada tanto por su fidelidad en gestos, acento y apariencia como por su imponente presencia).

El Conde es quizá la ficción con mayor carga política de su director, visualmente hermosa pero que se descompone conforme pasa el tiempo. Si eres de los que disfruta por sobre todas las cosas de lo técnico y de las recreaciones históricas, esta puede ser una opción ideal para ver en el hogar. De lo contrario, este vampiro podría no hipnotizarte como pretende Larraín.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Translate »