‘Flamin’ Hot’: un bocadillo cinematográfico sobre el sueño americano

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Sentirse bien y con la posibilidad de que los sueños se pueden hacer realidad también es válido cuando alguien quiere hacer una película, aún más si es espectador. La vida es estresante, galopante, intensa, siendo esas cintas llenas de mensajes e historias de superación personal las que sean ideales para quienes deseen escapar un poco del panorama tantas veces gris, entretenimiento acompañado de una vibra de esperanza, dos elementos que sin duda ‘Flamin’ Hot’ posee.

Más allá de que la historia que Eva Longoria ha decidido llevar a largometraje sea de cuestionable veracidad (basta colocar Richard Montañez en el buscador para ver la marea de notas y artículos sobre esto), el relato disponible en Star+ es una botana cinematográfica ideal para ver en familia con Cheetos Flamin’ Hot en la comodidad del hogar. Y cual paralelismo con su mensaje, la a cinta ha logrado entrar en los Oscar 2024 en la categoría de Mejor Canción original por el tema ‘The Fire Inside’  que puedes escuchar aquí.

La historia sigue a Richard Montañez, hijo de un inmigrante mexicano, era conserje en Frito Lay cuando se le ocurrió la idea de los Flamin’ Hot Cheetos. Su creación, inspirada en los sabores de su comunidad, revitalizó Frito-Lay y transformó la industria alimentaria para siempre.

Al ser una producción un tanto modesta para streaming, sorprende que la imagen, el diseño de producción y los vestuarios sean de buena calidad. En la elección de locaciones se puede sentir un tanto la vida que los hijos de inmigrantes latinoamericanos vivía en la década de 1960 (aún se mantiene mucho de aquellos tiempos) sumando también una palpable influencia de películas de esta temática como Zoot Suit (1981) o Sangre por Sangre (1993). El choque cultural es palpable aunque si que se siente un poco superficial pese al uso de modismos de esta comunidad, numerosa pero poco valorada.

La crítica a la ausencia de oportunidades y también a las decisiones que los hijos de inmigrantes han tomado en perjuicio a la legalidad se lleva en segundo plano para centrarse sobre todo en la historia familiar de Richard y la importancia que la comida tiene como símbolo de identidad de las raíces latinas. La mejor secuencia sin duda es en la que se puede ver la concepción de este nuevo sabor, un vehículo bien ejecutado para incentivar la compra de estos productos.

Hay que indicar que la parte más fuerte y lo que mantiene al espectador interesado, más allá de conocer la creación de la botana, es el carisma de sus actores. Jesse Garcia es carismático como Richard, le da ese toque de bondad, ingenuidad pero valentía que nace de la necesidad y amor a su familia; Annie Gonzalez demuestra que las mujeres fuertes pueden tener una familia tradicional con su papel como Judy, esposa de Richard; Dennis Haysbert como Clarence C. Baker, que pasa de ser compañero con reservas a amigo de Richard en una dupla que funciona bien (seriedad con humor) o hasta una breve participación de Tony Shalhoub como Roger Enrico, quien fue el director ejecutivo de Pepsico, parte de la directiva que dio oportunidad para que Flamin’ Hot pudiera surgir.

Ahora, sus virtudes pueden verse empañadas por el componente de que la verdadera historia fue una distinta, una verdad que puede tirar para algunos este relato. No obstante, el cine puede tomarse libertades en favor de ofrecer un producto con el que la pases bien. Quizá su defecto sea el hecho de desbordar de mucha superficie latinoamericana sin realmente sentirse del todo natural.

Sin ser una cinta revolucionaria ni aspirar a serlo, Flamin’ Hot es una grata elección para visionar en casa un domingo o para reunir a la familia. El sueño americano requería de un aderezo picante que quite el antojo que siempre se tiene de verlo hecho realidad.

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