«El Padre», una obra muy reflexiva: lo triste no es ser viejo, sino olvidar.

Muchos le temen a la vejez, seguro en buena medida por considerarla la recta final de este camino que llamamos vida; pero dejando de lado el destino que todos compartimos, la vejez no es la misma para todos. Pues lo realmente triste no es arribar a esta última estación, sino ni siquiera poderla disfrutar o vivir, que a fin de cuentas en un contexto así: resultan casi sinónimos.
Andrés (Luis de Tavira) es un hombre mayor que se resiste a necesitar algún tipo de asistencia; motivo por el cual entra en constante choque con su hija Ana (Nailea Norvind). Esta sensación de confianza por parte de Andrés poco a poco se va difuminando por la expresión cada vez más notoria de sus problemas cognitivos.
La obra muestra las cosas desde el aparente punto vista de Andrés, lo que se percibe como una especie rompecabezas que no encaja. Del cual, nosotros como espectadores podemos extraer lo que pasa con él. Y el impacto que tiene a su al rededor esta situación; de donde se nos muestra por pasajes aspectos de la vida personal de su hija, quien es la más allegada a él. Como de otros personajes que interactúan con él, como cuidadoras y el esposo de Ana.
¿Qué es real? ¿será aquello que ven mis ojos e interpreta mi mente? Pero… y si no le entiendo a esta realidad de la que soy parte. El Padre es una inspección más profunda de lo que representa ir perdiendo la memoria y capacidades cognitivas; que como tal no pertenecen a un sentido pero que le da razón a los cincos. Pues en todo caso, los sentidos sirven para experimentar, conocer, descubrir y vivir el mundo que nos rodea; y esta información capturarla en nuestra mente.
La obra nos transporta por la “realidad” que percibe Andrés, cada vez más tornándose extraña y que el mismo va descubriendo que algo esta mal. Sin capacidad de entender el sentido del tiempo y viendo allegados como seres completamente extraños a los suyos; olvidando cosas o maquinando otras. Diría Andrés: «Siento como si se me estuvieran cayendo todas las hojas… una tras otra.»
Esta puesta en escena, que es traída por Alejandro Gou, Guillermo Wiechers y Óscar Uriel; es como tal una adaptación de la obra francesa “Le Père”, de Florian Zeller, del 2012. Historia que extendió aún más en fronteras durante el 2020, tras ser llevada a la pantalla grande y protagonizada por Anthony Hopkins. Puedo decir que esta adaptación y el filme, que es con lo que podemos comparar más de primera mano, son sumamente idénticas; claro, con sus muy ligeras variaciones, casi imperceptibles diría. Lo más importante, es que cumple con transmitir todo sin pérdida de información. Y no solo en cuanto guion, sino lo fundamental: genera en el espectador muchas emociones y sentimientos. La interpretación de Tavira conmoverá y hará entrar en una severa reflexión al espectador en cuanto la vejez y las complicaciones en el ámbito cognitivo. Y los demás personajes (interpretados por Nailea Norvind, David Calderón, Ursula Pruneda, Alejandrina González y Pedro de Tavira) denotan ese contraste valioso entre tolerancia, frustración, malestar e incomprensión.
Por lo que esta de más decir, que es altamente recomendada. No por nada esta obra se encuentra reanudando segunda temporada; disponible en el teatro Fernando Soler, cercano al metro Normal, con funciones: los viernes a las 20:30 horas; los sábados a las 18:00 horas y a las 20:30 horas; y los domingos a las 18:00 horas. Compra de boletos directo en taquilla o por ticketmaster.