Abigail o cuando los vampiros no se toman tan en serio
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Dentro del entorno cinéfilo hay una curiosa convención respecto a las producciones enfocadas al terror y aquellas que remiten a la serie b: justificar, pasar por alto o ya de plano defender su construcción por el propósito de aspirar cuando mucho a entretener con pinceladas sangrientas, de violencia e incluso de personajes fantásticos.
A esta ventaja que tienen especialmente las películas que encuentran su sustento en los círculos festivaleros se les suma una industria que cojea, que está inmersa en la confort de irse por lo seguro, de las secuelas, reboots o cualquier nuevo producto que quiera darle oxígeno a las franquicias de toda la vida.
Y como respuesta a lo anterior llega a salas de cine Abigail, un filme que a través de sus 109 minutos presenta a las masas una interesante versión del clásico vampiro, una actualizada, con multitud de estilos cual mezcolanza de géneros que podría entusiasmar a más de uno pero que sorprendente no termina por explotar.
La cinta sigue una banda de delincuentes a los que se les ha encargado secuestrar a Abigail, una bailarina de doce años hija de una poderosa figura del inframundo. Su misión requiere también vigilarla durante la noche para poder cobrar un rescate de 50 millones de dólares. En una mansión aislada, los captores comienzan a desaparecer, uno por uno, y descubren, para su creciente horror, que la pequeña niña con la que están encerrados no es normal y está mostrando su verdadera naturaleza.
Dirigida por Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, los responsables de las dos últimas entregas de Scream (2022, 2023) también de Boda Sangrienta (2019), la película deja claras sus intenciones desde el inicio con un tono marcadamente de parodia y con tintes de violencia un tanto explicita. Los lugares comunes que conducen la trama se contrarrestan por un elemento humorístico que consigue refrescar la monotonía que por momentos asoma.
Este largometraje se apoya de múltiples aristas del cine clase B. Es que desde que se presenta a Abigail como una niña bailarina y a sus raptores como adultos confiados (algunos más ingenuos e ineptos que otros, también clichés personificados) se construye una trama en la que la lógica se pone al servicio del gore, del humor más ridículo ideal para el tono de la narración, así como de homenajes a los vampiros y su influencia en la cultura pop.
También funciona esa vibra gótica modernizada que se aprecia en la mansión que es la locación central, la buena labor de maquillaje, efectos especiales y en los vestuarios, cada uno de ellos dotando de personalidad a los distintos personajes. Se acierta de lleno en los trasfondos de cada uno de los involucrados, ya que poseen elementos que complementan sus virtudes y sus defectos, intentando dejar un mensaje que quizá se queda demasiado de lado en este afán de entretener.
La dirección es en general adecuada. Los realizadores saben como colocar la cámara para aprovechar las escenas de persecución y de brutalidad pero lo cierto es que al momento de rodar combates o enfrentamientos no aprovecha totalmente las coreografías, sin dejar nada realmente memorable.
Justo esto último es lo que lleva al mayor defecto de la experiencia que es una segunda mitad que se siente sin rumbo, que agota sus excesos, confeccionando un guión que había aprovechado su propia naturaleza, que había hecho de sus defectos fortalezas. En cuanto el misterio central se desvela (uno que realmente se veía venir desde el inicio) la fuerza se desvanece, dejando sin muchas opciones a la creatividad, llegando a una clímax insípido que tenía potencial,
En cuanto a las actuaciones, hay un elenco que se divierte, que se nota comprometido y que sus puntos más bajos son producto tanto de al dirección como del guión. Dan Stevens es cínico, sarcástico, líder de esta banda de criminales; Kathryn Newton personifica a una joven que tiene talentos informáticos pero que a su vez se burla de los típicos estereotipos de la «rubia sin mucha personalidad»; Kevin Durand suele ser el alivio cómico con un personaje de fortaleza física y poco intelecto; Angus Cloud no se sale de lo mostrado en Euphoria, pese a que sus apariciones son breves, funcionan, siendo esta oportunidad una de sus últimos papeles antes de su lamentable deceso. Caso contrario resulta Giancarlo Esposito ya que no se le aprovecha y su participación pudo dar para más, quedando en algo anecdótico.
Punto y aparte merecen Melissa Barrera y Alisha Weir. Por parte de Barrera, demuestra vulnerabilidad y es la parte más racional del equipo; mientras que Weir brilla, mostrando una faceta diametralmente opuesta a la que había demostrado en la nueva versión de Matilda ya que aquí es malévola, cruel, altanera y astuta, sumando a una interpretación que combina la ternura con la maldad más recalcitrante.
Aunque no dejé algo novedoso y que a la mitad decaiga por sus excesos, Abigail puede ser una opción para entretenerse con sus secuencias de acción, de mucha sangre y también de sus situaciones que dan lugar a todo tipo de chiste.