«Nos hicieron noche» de Antonio Hernández, la responsabilidad de visibilizar y preservar la cultura afodescendiente
Entre la realidad, el montaje y lo mágico, Nos hicieron noche es un recorrido de la mano del director Antonio Hernández junto a la familia Salinas Tello a través de la historia del pueblo de San Marquitos fundado tras el ciclón de Dolores en 1974. La preparación de la fiesta patronal junto con los encuentros familiares y entre la comunidad serán el hilo rector para descubrir el misterio de esta comunidad oaxaqueña en este documental incluido en la sección Pulsos de Ambulante 17.
“Nos hicieron noche”, exclama doña Romualda, matriarca de la familia Salinas Tello al contar la forma en que desaparecieron a su comunidad de los mapas tras el ciclón. Esa frase no solo habla de la identidad de un pueblo resguardada a través de la tradición, pero sin registros por parte de las autoridades; también de la invisibilidad de los pueblos afrodescendientes.
“Desde vestigios del paraíso que fue en el 2012, ha habido un crecimiento y nuevos entendimientos en la parte del oficio del cine, como realizador en la cuestión profesional, siempre tiene que haber esos progresos. Con lo que me quedo es con los aprendizajes personales en donde siendo una persona de fuera, en donde además tengo una cercanía y relaciones afectivas de muchos años con estas comunidades busco cómo asumir estas responsabilidades y cómo llevar estas voces y estos mensajes con mis herramientas”, nos comparte el realizador que ha enfatizado en su trabajo la importancia de dignificar la historia de las culturas de la región de Costa Chica.
Tras la presentación de su primer trabajo, Antonio se encuentra con Fabián Salinas quien le platica el interés de su madre de que la historia de San Marquitos sea narrada. Es así como comienza esta relación de amistad que fue clave para desarrollar el largometraje donde se muestra su cotidianidad, su trabajo en el campo e incluso las travesuras de Adonis, el más jóven de la familia. “Esas observaciones sin cámara terminan por hacerse secuencias tienen una intención de puestas en escena para poder contar esas realidades que a lo mejor yo ya había visto sin la cámara”.
“Todas esas acciones están a lo largo de la realización de la película que al final son estos cuestionamientos más del lenguaje cinematográfico que a mi no me incomodan, todo lo contrario porque creo que no son limitantes, de que si probablemente si con pedacitos de realidad se fue construyendo una ficción o a partir de esa ficción se quiso representar una realidad. La película en todo el tiempo navegó en estilos no tan formales del documental”, explica el director.
Una de las leyendas que platica doña Romualda son la existencia de los tonales, una especie de nahualismo, “personas que tienen dos vidas”. Esta narración propicia la aparición de un diablo, un personaje onírico que recorre el manglar y el pueblo acompañando a Adonis y a la familia como parte de su identidad.
“No es porque pensara que es mítico o es fantasía, por el contrario, era pensar cómo esta realidad tan bonita e interesante de la comunidad la llevaríamos a una película y creo que nos sirvió muy bien intentar aterrizar en este realismo mágico. Son tanto estas aristas de la tradición oral de las leyendas y para estructurarlo sin perdernos teníamos que buscar estas bases en donde tocar tierra”, expresa Hernández.
“Integramos este tipo de elementos porque no nos importaba capturar un regionalismo o una mirada más del folclor donde viéramos esta danza de los diablos en el techado institucional de la comunidad, sino que lo queríamos sacar de ahí y las posibilidades que nos permite las herramientas es en lo visual y en los sonoro fue un gran complemento”, añade sobre los recursos que hacen que el documental tenga más dinamismo y vida.
Sobre el trabajo sonoro, se vio el talento de Luis “Chino” Ortega que se encargó del sonido de origen y la musicalización. “Es un aporte, igual de valioso que lo visual, porque genera estos paisajes sonoros que todo el tiempo rodean la historia y a Adonis, la música del lugar y también estas secuencias más oníricas. Nos ayudó mucho el diseño sonoro de Luis y esta constante comunicación”.
Con un estilo que emula a un serigrafiado, el cartel de Nos hicieron noche integra perfectamente los elementos del documental, representando el encuentro de la identidad afroamericana con el diablo, Adonis, como la nueva generación con el deber de conocer la historia y doña Romualda como la encargada de transmitir la tradición oral.
“Fue un amigo cercano, Juan Pablo Villegas que es un artista visual, sonoro y cineasta que junto con su novia, Sofía fueron los que nos ayudaron al momento de que ya nos urgía un cartel para los festivales. Él es muy cercano a la región porque compartimos una cabañita en lagunas de Chacahua y conocía bien la historia. Todas estas coincidencias, este tipo de detalles, terminan por dar este tipo de resultados”, comparte el realizador.
Antonio Hernández tiene una visión y compromiso claro para potenciar las narraciones de las culturas afrodescendientes a través del cine documental, explorando sus posibilidades y formatos que sean acordes a cada historia. “Como realizador, Vestigios del paraíso era más como estas búsquedas de cine directo y ahora es todo lo contrario, Nos hicieron noche es como reinterpretaciones de puestas en escenas. Al final que lo que hable sea lo que se quiere visibilizar”, finaliza.