«Renfield» o cuando Nicolas Cage se convirtió en Drácula
Desde su publicación en 1897, Drácula de Bram Stoker se posicionó como una de las novelas claves para el imaginario cultural gracias a la introducción del vampiro más grande de la historia. De ella emanan productos que van desde Nosferatu, la inolvidable cinta homónima de 1931 con el legendario Béla Lugosi como «El Príncipe de la Oscuridad», la versión de 1958 con Christopher Lee, la grandísima adaptación de Francis Ford Coppola en la que brilla Gary Oldman hasta las últimas que han dado nuevas visiones la naturaleza de estas criaturas como Entrevista con el Vampiro, la saga de Crepúsculo, la descafeinada versión infántil de Hotel Transilvania o la decepcionante serie con un genial Claes Bang.
Sin embargo, resulta curioso que el súbdito más abnegado al conde atraiga por su peculiar comportamiento, siempre ampliando su pasado, su figura, con esa combinación de astucia, brutalidad y locura. Quizá a más de 120 años ha llegado el momento de no solo centrar la atención en este personaje, aprovechando para revitalizar el interés en la creación más conocida de Stoker con un toque moderno, lleno de gore así como de acción que no encuentra el balance en los poco más de 90 minutos de duración pero que si entretiene gracias sobre todoa una inesperada perfomance de Nicolas Cage, quien reinvidica aquella extraña actuación en El beso del vampiro.
Renfield, el torturado ayudante de su narcisista jefe, Drácula, se ve obligado a cumplir todas sus órdenes. Sin embargo, tras siglos de servidumbre, está dispuesto a ver si hay vida fuera de la sombra del Príncipe de las Tinieblas.
Dirigida por Chris McKay (The LEGO Batman, The Tomorrow War), en su tercera incursión como realizador demuestra su experiencia para combinar acción con humor, agregando escenas llenas de brutalidad dignas de la crueldad de este villano. Resulta adecuada la decisión de amoldar las características del sirviente a esta historia, como el hecho de que se alimente con bichos que en la novela solo era una parte de su psicología para aquí colocarlo como un impulsor más que interesante para darle habilidades que funcionan correctamente en las secuencias de pelea. Es menester mencionar que la influencia de Robert Kirkman (quien funge como productor) es notoria, ya que aquí la dosis de violencia, humor un tanto oscuro e incluso una construcción de villanos notable se hace presente, tal y como se vio en The Walking Dead o Invencible.
Lo anterior no solo ayuda a que la trama avance sino que expande de buena manera lo que se propuso en el lore original, trasladando este relato a un contexto de actualidad, misma que amalgama los peligros de estos tiempos como el narcotráfico, la corrupción policiaca o la violencia desmedida. Esto da pie a los dos mensajes principales: lo importantes de salir de las relaciones tóxicas y la valentía está en el arriesgar por el común; ambos se transmiten pero quedan en un segundo plano por no tomarse tan enserio.
Algo para aplaudir es el uso de efectos prácticos que sin duda dan un plus visual a la propuesta estética que remite a muchos de los antecedentes cinematográficos. Los tonos pálidos de piel, los vestuarios de un tiempo que ha pasado hace mucho y locaciones que evocan la decadencia de dos mundos dan una vibra gótica fresca, sin llegar a ser una propuesta de terror pero que no hay duda del amor que McKay profesa a estos dos principales. Como gran plus: ver la involución y evolución del monstruo en carne en descomposición, calcinada así como en su mejor estado es algo que se disfruta gratamente.
Es innegable que la química generada por el choque de las personalidades de Nicolas Cage y Nicholas Hoult son, junto a la acción propuesta, lo mejor de la experiencia. Cage entrega a un salvaje, cínico y divertido Drácula, de quien se saca provecho a los poderes ya conocidos, adaptando su forma de ser a esta época. Por su parte, Hoult regala otro rostro de este locuaz personaje, con una nueva perspectiva en la que no se había pensado pero que de igual manera es coherente con esta línea propuesta, todo esto se logra gracias a una interpretación que combina lo adorable con cierta dosis de efectividad mortal.
Lamentablemente las tramas secundarias que no encuentran equilibrio afectan al ritmo de la historia. La entrada de la policia Rebecca (Awkwafina) que tiene como objetivo defender el legado de su padre (agente incorruptible), el auto descubrimiento del asistente del vampiro o las sesiones de terapia no avanzan, pese a que estas últimas son quizá los motores cómicos que mejor ejecutados están.
Esto hace que el filme no termine por explotar, quedando la sensación de potencial por aprovechar. El nivel de brutalidad gráfica agrada en la mayoría del tiempo, mismo que contiene una dosis de exageración por la sangre digital que le da un agregado caricaturesco al resultado.
También se nota un tercer acto caótico, en el que todo se sale de control por no desarrollar del todo las subtramas que propone. Eso si, la música de Marco Beltrami basada en cuerdas calza con lo que se ve en pantalla, dotando de una especie de soleminidad a una seguidilla de sin sentidos que encajan con lo propuesto.
Si se busca una opción para pasar un rato despreocupado en el cine o una rato de diversión deliciosamente sangriento impulsado por un Nicolas Cage en su zona de confort, Renfield es ideal.