Santa Bárbara: maternidad, migración y libertad
Estamos tan acostumbrados a las historias de ficción y cotidianas, sobre todo estas últimas, donde el “hombre de la casa”, que irónicamente huye de ella, se va a otro país para sostener a su familia. Dejando a su esposa al cuidado de los hijos mediante la aportación periódica que le es enviada.
Esta narrativa, que fácilmente podría describir la situación de un familiar o conocido nuestro, Anaïs Pareto la lleva a una forma menos convencional, donde casi invierte los roles, o más bien los fusiona. Se trata de su segunda película, “Santa Bárbara” (2022), la cual destaca por haber sido exhibida en el FICM 2022 y por haber sido producida con apoyo del GIFF tras ganar el premio a mejor guión cinematográfico en la edición del 2018. Un drama que retrata la maternidad de una migrante.
Bárbara (Anabel Castañón) es una mujer boliviana que lleva trece años laborando en Barcelona, España; para sostener a su familia, madre y dos hijos, a la distancia. Su rutina consiste en realizar su trabajo como empleada doméstica en una casa y en una mueblería, participar en un equipo de fútbol femenil, hablar por teléfono los sábados con su familia y pasar tiempo con su nueva pareja, Maribel. Sin embargo, esta dinámica se verá perturbada cuando, Ulises, su hijo mayor, se vea obligado a irse a vivir con ella.
Como se iba anunciando en el inicio de este texto, podemos ver que esta no es una historia que caiga en los lugares comunes. De primera instancia el concepto de una madre que se va a otro país para sostener a sus hijos resulta de lo más disruptivo, pues contrasta demasiado con la historia usual donde esto pasa con el padre y todavía más impensable que se trate de una madre soltera, como es el caso de Bárbara.
Aunque esta decisión parta de la necesidad de apoyar, también es cierto que irónicamente genera un deslinde. Prescindir de este proceso de crianza y maternidad ha permitido a la protagonista desarrollarse de formas que de otra forma se ven improbables: salir frecuentemente de antro, tener de hobby jugar fútbol, pasar tiempo con la novia y más. Aspecto que se ve más claro con la llegada del hijo. Lo que arroja un fuerte mensaje en torno al sacrificio personal y aspiracional que conlleva la maternidad.
Si bien la maternidad es un suceso importante en la vida de una mujer, se nota que la intención del filme es en parte mostrar que esta no debe definir a la persona y acabar con el resto de aspectos de su vida. En este caso, la migración termina por ser liberadora y permite a la protagonista expresarse y desarrollarse sin prejuicios. Abandonar tu lugar de origen, se traduce en abandonar las costumbres, sobre todo aquellas que nos incomodan o desagradan. En este caso, Bárbara re-forma su vida con otra mujer, lo que quizás a ojos de su comunidad de origen sería mal visto, por lo que cuando llega su hijo siente vulnerabilidad y miedo a que la conozca tal cual es.
Existe una dualidad muy fuerte entre la protagonista antes y después de retomar su rol de madre. Por ejemplo, la cinta inicia con Bárbara bailando en un antro con su pareja para posteriormente terminarla por miedo al «que dirá» de su hijo. Es como si tener hijos significará finiquitar con la libertad femenina que se tiene para hacer cosas de gusto propio. En muchas ocasiones Bárbara sin siquiera ser confrontada por su hijo empieza a actuar ‘a la defensiva’.
Anaïs decide contar esta historia tras una experiencia que tuvo con un equipo de fútbol conformado por mujeres latinoamericanas, es decir, migrantes. Generando planteamientos sobre la maternidad que involucra a la comunidad LGBT y migrante.
Anabel Castañón logra interpretar a un personaje muy fuerte, ya que al final del día ella es madre y padre, proveedora y cuidadora, en esta etapa de maternidad “tardía”. Además que la actriz mexicana captura muy bien esa nacionalidad boliviana. Cabe señalar que es su primera actuación en la pantalla grande fuera del teatro.
En la fotografía se puede apreciar una particularidad que se repite en distintos momentos: las tomas donde se encuentra Bárbara platicando con alguien o realizando alguna acción se encuentran obstruidas por algún elemento del entorno, como alguna pared o puerta, que la tapan y solo permiten la visualización parcial de ella. En un intento de querer entender la intencionalidad de esto, podría tratarse de una forma de expresar visualmente como la protagonista opta por ocultar situaciones, antes de afrontarlas con su hijo. Otra característica de la fotografía, es que cuenta con momentos que dicen mucho sin palabras, como es el caso del desenlace y el mismo póster que es un frame expresivo de la cinta.
La música casi no tiene un objetivo de ambientación dramática, pues se trata de canciones que son reproducidas en algún dispositivo que los personajes usan o son puestas en fiestas. Esto sucede de igual forma con la música original de la cinta, como la canción de los créditos. Lo que sí, es que sirven para recordarnos ese ADN latino de la protagonista.
Uno de los aspectos que más conflicto genera esta cinta es que a pesar de la propuesta innovadora y sorprendente; es muy alivianada en los momentos de tensión. Ya que estos no duran mucho, el conflicto entre madre e hijo nunca se termina por confrontar directamente y el proceso de resolución se omite en la cinta.
Por las ideas que toca, por los cuestionamientos y por esas temáticas que incomodan a algunos; Santa Bárbara resulta una cinta mexicana que debe verse. Más aún, aprovechando que se ha liberado comercialmente a dos años de su presentación en festivales.