Estación Fantasma (Reseña)

El terror de la vida real y la crueldad humana
No hay nada más atemorizante que el rostro más oscuro de la sociedad. Sin importar si los actos más inhumanos ocurran en occidente u oriente, la sensación de frío emocional que se manifiesta al golpear esa burbuja inconsciente que se forma por la cotidianidad es algo universal.
Cuando al género de terror aterrizan este tipo de historias con un empaque sobrenatural, la atención se dispara, las alertas cinéfilas se encienden y las expectativas pueden elevarse. Directo desde Corea del Sur llega Estación Fantasma, una de las apuestas fuertes para este 2025 que promete helar la sangre. ¿Qué se puede concluir después del visionado?
Dirigida por Jeong Yong-ki y adaptación del webtoon Una Colección de Terror (obra de Horang), la cinta apuesta sobre todo por darle un halo de misterio al relato tapizado por un retrato sobre la corrupción, la maldad y la superficialidad que domina el entorno psicológico en las nuevas generaciones por las redes sociales.
La trama se centra en Kim Na-young, periodista que tras enfrentar una polémica que la pone en entredicho con su medio encuentra una historia con potencial: en la estación de tren de Oksu habita una maldición que ha dejado como saldo varias muertes y marcas en la piel.
El guión está a cargo de Hiroshi Takahashi, responsable de Ringu y El Aro, junto a Koji Shiraishi, que tiene obras en su haber como Noroi: The Curse, La Maldición, Grotesque y Occult. Se nota la experiencia de ambos en la construcción de atmosferas, aprovechando el entorno lúgubre que suponen las estaciones del tren además de tener a su disposición esa aura fantasmal y espiritual que habita en el país asiático.
Aunque tanto Takahashi como Shiraishi hacen una buena labor en reflejar varias aristas de la sociedad de Seúl y le aportan varias referencias a sus anteriores trabajos (sobre todo a Ringu), la película termina por ser irregular en su efectividad para los momentos de terror. Cuando se acierta, se pueden disfrutar de una estética interesante, un presupuesto limitado aprovechado y con escenas que pueden sorprender, sobre todo con el embalsamador, la periodista con remordimientos y el joven trabajador de la estación que además es amigo cercano a la protagonista.
Cuando no funciona, la exageración de las actuaciones y esa falta de presupuesto se hacen notar. Se pasa de auténticas secuencias en las que lo paranormal realmente es efectivo a situaciones de telenovela, incluyendo ciertas resoluciones que dejan un sabor agridulce a la experiencia.
Es indudable que ese trasfondo realmente desolador que puede llegar al corazón del espectador, es una base sólida que le da fuerza a la experiencia, un aliciente para quedarse hasta el final junto a una buena adecuación del contexto actual de redes sociales, de ese periodismo que busca vistas de manera gratuita, haciendo reflexionar sobre la ética que suele estar vulnerada por los intereses.
Al final Estación Fantasma es una opción válida que demuestra que en oriente, las cintas de terror y de lo sobrenatural están mejor realizadas en muchas ocasiones. Si lo que se busca es una propuesta honesta, esta es la oportunidad para ir al cine.