JU ON ORIGENES, de la feminidad monstruosa y el horror japonés
Las propuestas de terror siguen llegando a Netflix en forma de series que han causado cierto revuelo entre la fanaticada del género con títulos como la libre adaptación de Mike Flannagan de La Maldición de Hill House (2018) o con un horror francés donde la brujería es el centro de atención en Marianne (2019).
La apuesta de este gigante del streaming por este tipo de productos sigue ahora con su primera serie japonesa de terror que nos mostrará los orígenes de una leyenda urbana que trascendió hasta crear una de las sagas de J-Horror más exitosas a la fecha: La Maldición (Ju On).
Con la justificación de hablar de los «hechos reales» sucedidos en una casa en el Japón de la década de los años 80’s y 90’s que inspiraron a Shimizu para hacer la susodicha cinta, esta serie de seis episodios de media hora nos presentará a la infame casa de La Maldición como ese vínculo entre la violencia de género y el folklor japonés de antaño.
Para dar paso a lo que es la serie, debemos hablar un poco de lo que hay detrás de esa idea no sólo para esta serie sino en general para toda la saga de Ju On y otras cuantas obras del horror japonés. Para ello toca remontarnos al papel importante que el folklore japonés juega en ella.
De entrada, el rol de la mujer en la cultura nipona siempre ha sido subyugado gracias a la visión machista de su sociedad. Es importante considerar esto, ya que la figura femenina siempre fue vista como «lo otro» e incluso ligada al concepto de ser un puente entre lo humano y lo animal.
Este curioso puente lo podemos ver representado en algunos yurei -espectros japoneses cuya representación suele ser femenina e incluso ligada a animales o hasta lo prohibido-, a los demonios y al aspecto espiritual.
Un par de ejemplos claros de ello son las dos cintas de Kaneto Shindo, como el gato negro que se convierte en una doncella en la cinta Kuroneko (1968) o en Onibaba, (1964) donde la visión de una máscara demoníaca tiene una representación más allá de lo sobrenatural.
Lo femenino siempre se liga a estas historias. En Ju On Orígenes no es la excepción, aunque en esta especifica saga de horror toca más la leyenda de los Onryo, espectros de la gente que muere por el desborde de ciertas pasiones como la ira, los celos o el odio, causando que estas almas no logren la iluminación espiritual y se transformen en espíritus malignos y vengativos que buscan venganza ante todo lo que se encuentren a su paso.
Es así como esta leyenda toma importancia para estos Orígenes, donde una de sus mayores ventajas es querer romper con la presencia de los espectros clásicos de la cinta (Kayako, el niño, el gato) para darle un protagonismo inusual a la casa donde todos estos actos pasan, dándole un mayor peso a ésta como un lugar maldito lleno de ira desbordada que a los espectros habituales.
La Maldición, en el caso de esta serie, se convierte en los roles impuestos que terminan matando y quebrando los lazos de todo aquel que pone pie en esa casa creando así que el horror pase estrictamente a lo humano, dejando de lado lo simbólico de la saga original para mostrarnos los actos puros, crueles, crudos, mostrando así una violencia de género que por generaciones ha sido normalizada en Japón.
Es ahí donde el contexto de esta historia de orígenes adquiere importancia, ya que nos ubica en tiempos donde existió el caso del Otaku Killer, que mataba niñas de 4 a 7 años en los 80 o los ataques de gas sarín en el metro de Tokio a mediados de los 90, todo esto derivado de una crisis en la juventud japonesa que a su vez provocó una desestabilización en el concepto de la familia tradicional y una explosión del deseo femenino que había sido reprimido por mucho tiempo en su cultura.
Lamentablemente la serie no explota bien este contexto y lo deja muy de lado sin darle mayor importancia cuando esta razón podría ser el corazón de esta historia de orígenes. Sin embargo, el relato de estos episodios cae de nuevo en las fórmulas ya conocidas de la saga de Ju On, sin ofrecer nada nuevo en su forma o en su contenido.
Esto último resulta ser un arma de dos filos que puede resultar en que a la gente le guste o le resulte un material que lleva a más de lo mismo. Si, hay secuencias que buscan impactar al espectador, pero donde el maniqueísmo detrás de ellas es palpable y en algunos casos ni siquiera necesario para el relato, haciendo una mezcla extraña entre la cruda realidad de la violencia de género y lo espectral que no necesariamente resulta funcional.
En cuanto a los personajes, lo que al comienzo se siente como una historia entrelazada de tres protagonistas se va diluyendo al grado de dejar demasiados cabos sueltos e incluso generar confusión debido a los saltos temporales y la falta de un adecuado desarrollo de los mismos, dejándonos un final muy abierto que carece del impacto que distinguió a la obra original.
Lo más destacado es, por mucho, el diseño de producción detrás de la casa y la serie misma donde la fotografía resulta una de las claves fundamentales para transmitir la atmósfera de horror real de la casa, dándole un sentimiento de incomodidad, produciendo una sensación de no querer estar ahí. Incluso en estos aspectos también utiliza recursos ya vistos en la saga, como el blanco y negro que marca los recuerdos fatídicos de este lugar.
Así, Ju On Orígenes es una serie que cumple a medias al darnos un enfoque más realista, respetando la creación de esta leyenda con sus antecedentes del folklor japonés y tocando este tema de la violencia de género pero que más allá de su esfuerzo por dar algo diferente, cae en lo mismo que ya hemos visto debido a que no se arriesga a romper los arquetipos de la fórmula ya establecida, cayendo en una maldición de ser repetitiva en su forma.
Calificación: 5 / 10
