FICM en Unplugged News: Oscar A. Sánchez, la belleza del ‘Hongo’ y las maravillas de una vida sencilla

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Seguimos con la cobertura de la 19na edición del Festival Internacional de Cine de Morelia en la que el cine mexicano, en especial los cortometrajes, tienen una gran cabida en la competencia de este año. Entre ellos, encontramos el proyecto titulado Hongo del realizador Óscar A. Sánchez, un proyecto casi sin diálogos que se enfoca en hacernos ver la relación entre hombre y naturaleza así como la belleza que eso conlleva. En Unplugged News hablamos con el joven realizador al respecto de esta visión particular.

«La idea surge por un amigo científico y cocinero que lleva un tiempo haciendo trabajo comunitario en esta región de la mixteca oaxaqueña. Trabaja con estas pequeñas comunidades que se dedican a cultivar y cosechar diversos productos pero en temporada de lluvias se enfocan en los hongos silvestres durante el día, mismos que se convierten en moneda de cambio de otros productos que pueden cultivar en sus terrenos. De ahí nace este proyecto», comenzó contándonos Sánchez acerca de cómo fue que tuvo el primer contacto con la idea para este corto.

«Mi amigo insistió en la invitación a este lugar por su relación interesante con estos puntos silvestres. Pareciera un lugar que tiene cierta magia o algo que llamaba la atención. Acepto, hago el viaje y se convirtió en este proyecto llamado Hongo», agregó el director.

Este proyecto depende completamente de un estilo narrativo muy particular en el que lo visual es la vía principal para vivir de cerca este pequeño viaje. «Antes de estudiar cine hice una carrera técnica en fotografía y mas allá de un interés por embellecer absolutamente todo, buscaba encontrar una estética que fuera congruente con lo que quería decir y el cómo hacerlo. Los planos por eso son muy al ras del piso, porque mientras grababa pensaba que en este lugar valia la pena pensar en donde tenía que estar puesta la cámara y las implicaciones que eso tendría para la película. Entonces de alguna forma me refugie muchísimo en la relación de la naturaleza y el peso que le da el ser humano. De ahí sale esta necesidad de los planos que muestro. Quise mostrar, a otra escala, el paso del tiempo entre humanos y fauna, que sucede de formas diferentes. Pero ¿qué es lo que lo diferencia realmente, qué lo provoca?», comentó Óscar A. Sánchez.

Es ese ojo fotográfico llevado al lenguaje del cine lo que hace que este corto busque esa reflexión, pero sobre todo, la conexión con la naturaleza por parte del espectador. «Todos se convirtieron en elementos dignos de documentar y así aumentar la experiencia de estar en este lugar. Casi toda la estética plástica y lo que quería plasmar en esa cuestión fue para meternos en una experiencia que sintiera y transmitiera ese contexto evitando que la cámara fuera invasiva o que se sintiera tan impuesto. Fue un duro trabajo convencerlos para que me ignoraran pero esl ayudó a que sucedieran cosas totalmente fortuitas que se ven muy naturales. Simplemente las cosas pasaron y creo que al final hicimos una gran conexión entre la cámara, la gente, el espacio y yo«, afirmó el director.

Aunado a ello, Sánchez también se dio cuenta de que su proyecto era esta experiencia inclinado más a lo sensorial, hacia algo que fuera documental puro, sin necesidad de intervenir en los procesos. «Tuvo que ver con mucho trabajo previo que realizó Juan, mi compañero. Pero creo que mas allá del convencimiento fue la disposición de la gente a creer o que no les importara mucho lo que andábamos haciendo. Había una preocupación mínima por hablar de ellos o exigirles que participaran. Esto es algo que diferencía también a este proyecto, que no se basa en esa guía de los personajes ni sus motivaciones, solo son. En los pocos testimonios que tengo trato de justificar porqué estan ahí esos momentos. Eso me parece un reflejo interesante de cómo es que la vida sigue siendo la misma después de 50 años o más, a la vez de regalarnos una reflexión profunda acerca de lo que es la buena vida», aseveró.

Hacer un relato de esta naturaleza suele implicar muchos retos que no son tan sencillos de sortear en su forma narrativa. Al respecto, el realizador con ojo fotográfico mencionó: «La decisión más difícil fue dejar algunas tomas o secuencias de lado. En algún momento fuimos a la parte de la montaña donde quedaban los hongos psicodélicos. Tenía pensada una parte psicológica acerca del uso de los mismos además de conseguir tomas muy bonitas de ellos que iban perfecto con la macro visión de la naturaleza que estaba tratando de hacer. Pero las quitamos porque no se trataba de hablar de ese tema. Incluso a nivel comunitario, esta mal hablar de ello. Ellos no lo ven tan vacío, lo miran con un respeto porque representa muchas más cosas como el alimento, algo sagrado, movilidad y misticismo. A nivel de montaje fue duro dejarlo fuera pero quería enfocarme en el otro espectro de la figura del hongo.»

Pero las dificultades no se presentaron únicamente en el aspecto narrativo. «Técnicamente, el ir con estas personas a las montañas y verlos preparados para todo en el camino, puesto que lo conocen como la palma de su mano, fue algo difícil poderles seguir el ritmo w ir detrás de ellos con el tripié y la cámara en mano. Como la idea era dejarlos hacer lo que usualmente hacían sin alguna intervención, no les podíamos pedir un momento o una pausa así que todo sucedía muy rápido. Y es que, tal como se aprecia, nos metimos hasta dentro de las montañas, con lluvia, lodo, toda esa parte de la recolección de hongos, fue algo real pero definitivamente complicado», anexó Óscar.

Asimismo, el joven director habló de esa nostalgia que tiene por la naturaleza misma, algo a lo que generalmente busca volver cada vez que puede pero que cada vez parece ser mas complicado encontrar. «Vivo en la CD de México pero soy oriundo del Estado de México, del municipio llamado Nicolás Romero, que es un lugar no tan hermoso o maravilloso como la mixteca pero si tiene mucha naturaleza. Saliendo de mi casa allá recuerdo que lo primero que veía era el cerro o los campos. Para mí, la vida citadina me ha generado una nostalgia muy grande de eso y que, curiosamente, ahora que a veces regreso con mis padres, ya no puedo vivir porque todo el progreso ya nos alcanzó. Eso me hace pensar en ese México que existe pero que tal vez está muy escondido y tal vez por eso tengo ese impulso de grabar en desierto, montañas, la naturaleza misma porque siento que a veces uno encuentra algunas cuestiones existenciales, incluso de nosotros mismos, a partir de la relación que tenemos con la naturaleza».

Es ese punto otro tema que vemos en este corto documental, la cuestión del progreso que se impone ante estos estilos de vida y la misma naturaleza con la promesa de mejorar todo. «Cuando uno se acerca a estos otros puntos de vista de cómo vivir la vida nos damos cuenta de cómo muchas veces el tan sonado progreso llega, toma y rompe con esta vida tranquila y feliz tratando de vendernos esta buena vida que a veces ni siquiera lo es tanto. Esos temas siempre me han parecido interesantes y Hongo es una manera de poner ese tópico en la mesa y espero que la gente, cuando salga de ver el corto, pueda hablar justo de ello con unas chelas en la mesa, preguntándose qué es la buena vida, porqué esta gente es tan feliz con esta vida aparentemente sencilla», concluyó reflexivo Óscar A. Sánchez.

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