Tierra en los bolsillos (Libro)

Los duelos son algo que todos en algún punto enfrentamos; comúnmente se relacionan con la muerte, sin embargo, Laura G. Miranda en su libro Tierra en los bolsillos, demuestra que no necesariamente es así. Duelear, que es el término que la autora utiliza para referirse al proceso de asimilación y enfrentamiento de una pérdida, es el tema central de su obra y, a través de una narrativa transmedia, nos brinda distintas perspectivas sobre ello. Pasando desde las perdidas que sí involucran a la muerte, transitando por aquellas que refieren más a un proceso de cambio relacionado con rupturas amorosas, familiares o aquellas cuestiones donde nos perdemos a nosotros mismos.
La esencia de este libro es más del tipo reflexiva, donde interpela al lector sobre su toma de decisiones y la forma de vincularse con las personas. Es sencillo verse reflejado en los problemas que aquejan a los personajes, porque además de duelear la autora se enfoca en el amor; todo parte de él ya sea de la pérdida de este o el hallarlo. Todos son procesos y nos enseña que nada es fácil, pero vale la pena atravesar por ellos para intentar ser mejores.
“El proceso de duelo inicia para cada uno de modo diferente y se transita distinto. Quizá, estar mal sea lo común para todos. Tal vez, avanzar dependa de aceptar que estar mal está bien. Hay que conectar con el dolor, dejarlo ser, cuidándonos de no quedar atrapados en la inmovilidad”
Laura G. Miranda ha sido nombrada la creadora del romanticismo simbólico y con justa razón, porque desde el título de la obra empieza el simbolismo, que parte de una anécdota de la autora para convertirse en una ficción cargada de emociones. Esto es bueno y malo, bueno en el sentido en que al iniciarse a partir de una necesidad de expresar el dolor propio y su visión de la vida, en algunas partes leer se siente como hablar con un amigo, es un lugar seguro donde se puede reflexionar y crecer, sin embargo, el abuso del recurso de los personajes filosofando sobre la vida, llega a romper la conexión que en principio se crea con el lector, por lo que a la mitad de la obra, se empieza a sentir lejana, incluso algo pesado leer algunas historias.
Hay personajes tan elevados en cuestiones emocionales, que, aunque se hable de ficción parecen irreales, en lugar de aprender de ellos terminas rechazándolos. Hay una línea muy delgada entre ser romántico y escribir un libro de autoayuda y Tierra en los bolsillos estuvo peligrosamente cerca de lo último.
Afortunadamente, el cierre del libro logra quitar ese mal sabor de boca, es un final refrescante, porque no cae en el cliché. A pesar de las pocas páginas que le dedica a algunas de las historias, se puede notar un ejercicio de reflexión y evolución de los personajes, en específico en la narración de Bruna, que en principio se ve caótica y se piensa que solo hay una salida para la resolución de su conflicto, pero la autora nos muestra que no, precisamente la construcción de los vínculos que hacemos en nuestro día a día pueden ayudar a sanar heridas del pasado, únicamente hay que apreciar lo que se tiene.
Al ser un libro que alberga distintas historias, podemos tener diversas perspectivas, con las que podemos empatar más que con otras. No obstante, hay dos historias en específico que son la columna vertebral del libro y son las que más interactúan entre ellas, es claro que todo fue pensado a su alrededor. Por un lado, tenemos a Lorena y Cayetano, que es el reflejo de la relación de la propia autora con su padre; las reflexiones que se ofrecen son las que le dan el título a la obra y a su vez, ayuda al crecimiento de la otra historia central, que es la de Natalia.
La parte de Natalia es la más compleja, ya que es la que alberga un gran secreto que poco a poco se va develando y empezamos a entender el gran proceso que tiene que enfrentar el personaje, pero no sólo ella, también el lector puede verse con esta narración, ya que se pone a prueba la empatía y, además, plantea un buen dilema moral. Acompañada de esta historia va la de Romina, que es la hija de Natalia, al igual que la historia de su madre, pone sobre la mesa un tema hasta la fecha un tanto controvertido, y dependiendo el lector podrá o no comprender las circunstancias que la llevaron a tomar el camino que puede ser una buena o mala decisión, dependiendo los ojos con los que se mire.
“Somos jueces en la determinación de nuestra manera de afrontar el destino. No hay un solo modo, pero sí hay una regla, para mí ineludible; nunca es contra el presente, nunca es resistiendo la realidad, por penosa y difícil que sea, es siempre a favor de salir adelante. Porque lo ocurrido no nos define, lo que hagamos al respecto, sí”
Justamente, Tierra en los bolsillos nos enseña que no hay como tal una respuesta buena o mala en lo que se refiere a los duelos; cada quien los procesa a su manera. La gran lección es que tenemos que ser empáticos y respetuosos con los procesos de los que nos rodean, ya que podemos ser de gran ayuda o una carga, si no se procede con el debido cuidado. La autora no busca crear una guía de duelo, quiere mostrar que hay alternativas y la única lección que busca plasmar es no quedarse inmóvil hasta el punto en el que la tristeza y la venganza te consuman y, no dejar que otros te arrastren a esa vorágine de emociones. Siempre hay que intentar enfrentar la pérdida para apreciar la vida.