Reseña Bardo, Falsa Crónica de unas cuantas Verdades

Alejandro González Iñarritu cuenta con una peculiar visión como cineasta; hemos podido ser testigos de su consolidación dentro de la industria fílmica de Hollywood pero sobre todo, una evolución tremenda en muchos aspectos cinematográficos. Pasando por Babel hasta llegar a Birdman, el mexicano nacido en la capital(o ahora conocida por sus siglas como CDMX) ha obtenido una consagración que muy pocos han logran alcanzar.
Después de su presentación en el Festival Internacional de Cine de Morelia en su edición 2022, el más reciente proyecto de Iñarritu titulado Bardo, Falsa Crónica de unas cuantas Verdades llego sorpresivamente a muy pocas salas de cine para igualmente estrenar en la plataforma de streaming de Netflix, dejando claro que estaríamos ante un proyecto que daría mucho de qué hablar al dividir tanto a la crítica como a la misma audiencia.
Si este era el objetivo principal de su autor, lo ha logrado con éxito aunque por otro lado, todo parece indicar que estamos ante el filme más personal que ha concebido en su carrera al contener un retumbante mensaje dirigido no solo a su país de origen, sino a toda Latinoamérica.
Silverio, es un renombrado periodista y documentalista mexicano que vive en Los Ángeles en la actualidad al haber emigrado en búsqueda de consagrar no solo su labor sino su visión. Ahora ha vuelto a su natal México al ser homenajeado con un prestigioso premio, pero regresar a su país será toda una travesía de autodescubrimiento que lo encaminará a enfrentar su identidad, sus afectos familiares e incluso la absurdez de sus memorias.
Cualquiera podría asumir que la primicia no es tan llamativa como parece, sin embargo, el cómo es narrado toda esta historia es el atractivo principal del largometraje al combinar realidad con lo que pasa por la cabeza de nuestro protagonista. Por medio de referencias y un discurso que combina temas políticos, de migración y el narcotráfico, podremos adentrarnos a un análisis muy elocuente sobre la decadencia de los medios de comunicación, esta implícita y coludida en solamente comunicar la absurdez y no lo que realmente debería preocuparnos.
Al representar esto por medio de un personaje que pertenece a una clase social privilegiada, la magnitud de los tópicos presentados cobra una ironía, demostrando como muchos de nuestros compatriotas están errados al pensar que hay una igualdad cuando se trata de las oportunidades de tener una mejor calidad de vida. Para plantear esto mismo, la elección de un drama con tintes de comedia era obligada, dando una veracidad total sobre como el mexicano realmente puede convertir una tragedia en todo lo contrario.
Mientras esta odisea avanza, podemos notar como “El negro” está utilizando todos los elementos que ha aprendido y utilizado en sus distintos productos audiovisuales. Si bien, no estamos ante algo que no se haya dicho antes, la forma de retratarlo es la virtuosa maldición de la cinta. El contenido argumental va ser percibido por un gran sector como pretencioso y inclusive pedante al contener un enorme número de analogías y al abordarlas de una manera superflua, se puede traducir a que la estructura narrativa es difícil de comprender.
Para poder equilibrar esta balanza, entra al ruedo el sello distintivo de Iñarritu: la fotografía y sus tomas; estamos ante un dinamismo visual que solamente él puede plasmar y que muy probablemente estamos ante su mejor trabajo en este apartado cuyo resultado final se debe a un gran equipo técnico que destaca a Darius Khondji en la fotografía y a Bryce Dessner quien estuvo a cargo del apartado musical
Daniel Giménez Cacho es el encargado de encarnar a Silverio y cuyo trabajo es simplemente extraordinario, demostrando su calidad actoral en todo momento y quien carga con una gran responsabilidad en todo momento para mantenernos atentos en todo momento enfocados en esta cínica sátira. Además, se suma al elenco grandes de la industria, como la actriz argentina Griselda Siciliani y la acompañan Íker Sánchez Solano, Leonardo Alonso, Andrés Almeida, Ximena Lamadrid, Ruben Zamora, Fabiola Guajardo, Omar Leyva y Grantham Coleman.
Bardo, es un cínico autorretrato de su director, donde al mismo tiempo se hace un llamado a todo aquel que porta un malinchismo disfrazado de autosuperación y a pesar de no ser el mejor trabajo, si es el más sincero.