La niña en el altar (Reseña)

En esta obra de teatro se presenta La niña en el altar, basada en la tragedia escrita por Esquilo. Relata la ruptura de una familia por un crimen atroz cometido por Agamenón, el padre de familia, desde la perspectiva de las mujeres, especialmente Clitemnestra. Se narran los hechos subsecuentes que se desencadenan a partir de este suceso.
Todo comienza cuando, al inicio de la guerra contra Troya, las tribus y el oráculo exigen un sacrificio. Agamenón decide ofrecer a su propia hija, Ifigenia, de tan solo 10 años. Sin embargo, mediante engaños, la aleja de la seguridad de la tienda de su madre, haciéndole creer que se casará con Aquiles. Para agravar la afrenta, el mismo Agamenón comete el sacrificio, desangrando a su hija por el cuello.
Desde entonces, en Clitemnestra se gesta un rencor inconmensurable, que persiste incluso diez años después, cuando Agamenón regresa victorioso.
Al estar basada en las tragedias de Esquilo, la obra mantiene tres ejes temáticos fundamentales: la justicia, la culpa y el castigo. En este caso, Agamenón es quien introduce el ciclo de violencia y asesinato en la familia, marcándola con la injusticia, no solo a ella, sino también al reino. Aunque ha ganado la guerra de Troya, la sangre en sus manos no se limpia con la victoria. En el primer acto se muestra cómo su soberbia afecta a todos los que lo rodean. Clitemnestra se convierte en el reflejo de la razón, del sufrimiento y de la opresiva situación de la mujer en la obra, pero también en la época. A pesar de ser la reina, el cargo más alto, sigue estando a merced de su esposo, quien más que un compañero, se muestra como un dueño.
Los demás hombres en la obra no son mejores. Egisto, su amante, solo busca venganza y poder, aunque es su padre quien la apoya más. Como contraparte, se presentan otras mujeres que, al igual que Clitemnestra, tienen poca decisión en los asuntos del reino, como la amazona Sisila, una esclava liberta, y por supuesto, Casandra, la profetisa hija del rey de Troya, prisionera de guerra.
Con crudeza, se relatan sus historias y cómo un solo hombre es capaz de destruir el honor de quienes supuestamente ama, por orgullo, arrastrando con él la vida de las demás mujeres.
Cada escena clave, especialmente la primera, está magistralmente acompañada por los tambores, que generan un efecto latente en los espectadores. Pequeños detalles sumergen al público en la tragedia, que se desarrolla poco a poco, construyendo su propio ritmo hasta alcanzar su clímax. Por supuesto, los actores ofrecen una interpretación exquisita, dejándose llevar por la narración. Sus diálogos poseen la cantidad justa de detalles, pasión y cohesión para mantener la atención del espectador e impactar en los momentos clave.
Esta obra es altamente recomendada para explorar la perspectiva femenina en la tragedia de Esquilo. Como complemento, se sugiere leer la obra original y continuar con La Orestíada.