Pecadores de Ryan Coogler coloca al espectador en la pista para bailar con el diablo en una auténtica experiencia cinematográfica.

El cine de superhéroes, el resurgimiento de una franquicia de box legendaria y la denuncia social tienen un denominador en común y ese es Ryan Coogler.

Originario de Oakland, California, el director, escritor y productor debutó en 2013 con Fruitvale Station donde retrataba el caso de abuso policial y hostigamiento que llevó al homicidio de Oscar Grant III (Michael B. Jordan).

Este sería el génesis de la visión de un autor que planteaba una dura problemática social y con ello la poderosa colaboración con Jordan y Ludwig Göransson, compositor. Posteriormente el trío volvería a participar en Creed (2015) y Black Panther (2018).

Para el siguiente proyecto de Ryan después de dirigir Wakanda Forever (2022) y producir la trilogía Creed, el cineasta se dio a la tarea de crear una propuesta enigmática, seductora y atractiva.

Tres años más tarde, Coogler regresa a la silla de director con Sinners (2025), película que aparenta ser una historia de horror de época, pero que se articula como algo mucho más profundo.

Bajo el lema de una “nueva visión del miedo” Pecadores (por su título en español) centra su argumento en Smoke y Stack (Michael B. Jordan), gemelos que regresan a su pueblo natal en Clarksdale, Mississippi en los años 30.

Con la intención de empezar de nuevo y dejar sus problemas atrás, ambos se determinan a inaugurar una cantina con la mejor cerveza de Chicago para degustarla con la mejor música blues de la región.

A su emprendimiento se une Sammie Moore (Miles Caton), joven músico prodigio que bajo la guía de Smoke aprenderá los vicios y debilidades del hombre.

Hasta este punto el argumento dista mucho de una película de horror, y en cambio temáticas como el blues, el crimen e incluso la segregación racial se hacen presentes durante el primer acto de la cinta.

Pero es a partir del segundo acto que personajes misteriosos hacen su aparición en pantalla para desconcertar al espectador y desenvolver una trama que involucra seres sobrenaturales.

Pecadores presume de contar con una mezcla de géneros que en manos de otro cineasta se habría salido de control, pero que bajo la batuta de Coogler resulta en toda una experiencia cinematográfica.

Otorgarle este título a la cinta no es fortuito, debido a que el director conjunta su estilo presente en trabajos anteriores y los moldea para crear una historia posmoderna y cautivante.

De esto se encarga el guion a cargo del propio Coogler, que retrata los orígenes del blues y que con un contexto social como lo fue la década de los 30 con problemas raciales y Ku Klux Klan de por medio, se vuelven en herramientas clave para desarrollar la visión de su autor.

Si a esta base de fondo se le añade la capa de horror con una secta de vampiros, el resultado puede parecer poco exitoso, pero que si se cuenta con la predestinación de dejarse sorprender, el viaje es alucinante.

Son múltiples los factores que hacen de Pecadores una auténtica sorpresa para el espectador. Desde el guion y el cast bien aprovechado con la dualidad de Jordan al interpretar dos personajes con desarrollos y arcos narrativos redondos.

Hasta la partitura musical a cargo del doble ganador al Oscar Ludwig Göransson que sorprende al mezclar metal, blues, jazz y demás sonidos estridentes que le conceden la personalidad oscura a la película.

Pero nada de esto sería eficaz para la audiencia sin el apartado visual a cargo de la cinematografía de Autumm Durald Arkapaw, quien junto a Coogler decidieron filmar en celuloide.

Y es donde la fotografía se vuelve un personaje dentro de Sinners, pues al ser filmada en Super 70 e IMAX de 70MM, la textura, color y resolución se convierten en un deleite para los amantes del filme.

Utilizar esta forma de capturar la cinta se torna esencial para la industria, porque Autumm se convirtió en la primera mujer en filmar con cámaras IMAX y desarrollar un sistema de grabación ideal para la producción.

Aquí el uso de gran formato se beneficia para contar la visión de Ryan, con secuencias filmadas en oscuros y contrastes, que al momento de cambiar de aspecto a IMAX se torna visceral, envolvente y espectacular.

Es así que semblanza de elementos narrativos y audiovisuales le otorga a Sinners el título de experiencia cinematográfica que debe verse en la gran pantalla.

Es momento de bailar con el diablo y ser pecadores por una noche.

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