La Última Cena: una mirada desde los ojos de un discípulo
Sin Spoilers
La Última Cena, es una película basada en uno de los pasajes más importantes de la Biblia, destaca por retratar, desde la perspectiva de Pedro —uno de los discípulos, conocido por ser «pescador de hombres»—, los eventos que rodean este momento crucial. Si bien no se presenta completamente desde una percepción en tercera persona, mantiene un enfoque que permite al espectador adoptar una posición observadora.
La película muestra a Jesús con una profunda humanidad y sensibilidad. La primera parte de la historia es, sin duda, un espacio de paz, reflexión y entendimiento tanto de la figura principal —Jesús— como de sus discípulos. Y aunque no todos tienen diálogos, se hace hincapié en los sentimientos a través de los gestos, con especial énfasis en María Magdalena, Juan, Pedro y, por supuesto, Judas. Este último, si bien no es retratado como un antagonista propiamente dicho, ya que carece de la fuerza narrativa que debería tener. Esto debido a que le faltó una pizca de construcción de trasfondo, algo que sí se logra con Pedro. Sus escenas son clave para dirigir la historia y para la catarsis de cada momento importante.

La simbología de la Última Cena fue estructurada de manera ejemplar. Los pequeños detalles sobre el porqué de cada ingrediente, alimento y rito que forman parte del Pésaj fueron repartidos en la escena de forma uniforme y sin forzar nada, lo cual se agradece. Desde la preparación del pan, los ritos previos y durante la cena, hasta el papel de cada personaje, todo fluye con naturalidad.
Se resalta también que la cena de Pascua tenía —y tiene— una relevancia espiritual y cultural muy significativa. La cultura judía y la época se mezclan de forma orgánica. Cabe destacar al sumo sacerdote Caifás, interpretado excelentemente por James Faulkner, quien destaca en la película, solo por detrás de James Oliver Wheatley (Pedro) y Jamie Ward (Jesús).

El reflejo del mal se presenta de forma simbólica a través de los animales elegidos, aunque más allá de estos símbolos, resalta aún más la lucha interna, brillantemente interpretada por Robert Knepper en su papel de Judas.
Con esta reseña no busco vanagloriar la película, ya que no está a la altura de otras producciones del mismo género. Sin embargo, no es una mala obra. Debo decir que, lamentablemente, es un filme que se queda corto en algunos aspectos, pero aun así resulta recomendable, especialmente durante las épocas de Pascua, para conocer un poco más sobre esta festividad y, al mismo tiempo, sobre el pasaje bíblico que representa y por qué esta fecha es tan significativa.
El simbolismo recae en cómo, a partir de este momento, se da un sentido directo y físico a la frase: «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.», la sangre y la carne de Cristo que hasta hoy en día en la religión Cristiana es sumamente importante. Por lo que si te interesa un poco más de este tema sí se recomienda verla.