Primal Planet (Reseña)
La belleza del minimalismo en la superficie pero profundidad en el contenido.
Una de las reflexiones que llegan cuando se vuelven a disfrutar de los videojuegos de hace décadas es que, si bien a nivel gráfico han quedado «desfasados» cumplen con el objetivo primordial: entretener con mecánicas intuitivas y regalar historias que iban más allá de lo que los llamados «pelisjuegos» proponen al basarse en lo cinematográfico.
Siempre es una delicia cuando entre tanto título moderno hiperrealista aparecen joyitas que retoman la nostalgia que llegan con la estética y manufactura de los 8, 16 o 32 bits. Y no, la decisión de retomar esa realización no es solo para abaratar costos sino que firmemente es una elección artística que aporta mucho en lo narrativo.

Esto explota en la mente al jugar Primal Planet, desarrollado por Seethingswarm (equipo conformado por un solo hombre llamado Albert van Zyl) y editado por Pretty Soon, el cual inmediatamente se convierte en uno de esos hallazgos que agradeces al tener Steam.
Desde el inicio, la experiencia es inolvidable e interesante. La primera secuencia plantea el tenor del viaje que se va a emprender: un hombre primitivo se separa de su familia y, en alianza con un pequeño dinosaurio que ha corrido la misma suerte, luchará para reunirse con sus seres amados.

Es indudable que la mejor opción para llevar adelante esta trama es apostar por la mecánica plataformera y retro, ambas llevadas con un cuidado al detalle. Se nota el trabajo detrás de la realización del juego cuando se observa que el ciclo del día y la noche se respetan, la manera de combatir los peligros de un entorno hostil y por supuesta, esa emoción que llega con cada nuevo aprendizaje adquirido.
La sencillez de la historia y la parte estética potencian la apuesta de un trayecto sin diálogos, apostando por la gestualidad del protagonista con diseños que hacen todavía más disfrutable lo pixel art.

La fluidez del juego radica en no anclar todo a la dinámica clásica de toparse con un jefe de nivel. Aquí se le permite al jugador explorar, tomar decisiones (combatir contra un animal, asumir el riesgo de ganar experiencia o perder salud), dando oportunidad para retomar con mayor preparación ese combate que en un principio tienta.
Se nota la amabilidad con el jugador para que pueda disfrutar y evitar frustraciones. Hay varios checkpoints y una gran cantidad de recursos que permiten continuar jugando sin pausas hasta donde se decida.

Lo más impresionante radica en la cantidad de cosas que se pueden hacer y las posibilidades para hacer de los recursos como mejor parezca. Además, la paciencia tiene su recompensa y motiva a seguir adelante con elementos que en un principio no se pueden desbloquear hasta que se tengan ciertas habilidades.
Este título es destacado pero no es perfecto. Hay varias inconsistencias que afectan el resultado final. Por un lado, no hay una medida clara en el nivel de poder de los enemigos; por otra parte, el mapa no ayuda demasiado y el jugador puede perderse sin remedio; también el hecho de que se alargue el título vuelve todo monótono en algunos momentos.

No obstante, Primal Planet es un título que enamora y resulta aún más interesante cuando se tiene en cuenta que todo esto lo hizo una sola persona.