FICM 2021 en Unplugged News: Eduardo Altamirano y las ‘Canicas’ que rodando se encuentran

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En Unplugged News tuvimos el gusto de charlar con los realizadores de cortometrajes participantes en la 19na edición del Festival Internacional de Cine de Morelia y uno de ellos fue Eduardo Altamirano que con su proyecto animado, Canicas, busca hablar de esos amores platónicos, de la madurez e incluso de la gentrificación y los cambuos inevitables que el tiempo trae. Aquí les compartimos lo que charlamos acerca del filme.

«Inicialmente el corto se llamaba Bolsa de Piedras y lo comencé por ahí del 2009. No sabía cómo estructurar la idea ni nada pero era esta onda anecdótica donde hablaría de un niño de la calle. Me gustaba la idea de ello porque mi papá vivió alguna vez esa situación e incluso vivimos entre los mercados, pepenando cosas usadas y así. Iba a ser algo súper moralista de un chavo que tenía un incidente con un policía y ambos eran sordomudos. El protagonista protegía a una de sus hermanas y se hacía un dramón. El personaje se llamaba Luis y ahí lo guardé, en mi cabeza por mucho tiempo. De repente salió la cuestión de qué habría pasado con él y pues resultó que ahora vendía mazapanes. Era por ahí del 2012 cuando me reencuentro con ello y me entero todo lo que hay detrás de la venta, mercado y explotación infantil de este dulce. Así, quise contar cómo pudo salir adelante Luis sin caer en un enfoque tan dramático o dogmático sino ser muy sutil», nos platicó el director acerca de cómo la idea del relato nació, una evolución constante que cambiaría la temática muchas veces.

«En estas tardes en las que pensaba que sería de Luis, lo junté con mis ideas de romántico en la que surge esta especie de comedia romántica, que por cierto curiosamente es un género que no me gusta. Así que me plantee la interrogante de cómo sería una de esas comedias que a mí me gustaría ver. Pensaba en algo pervertido pero nada cochinote, que debería tener algo de comentario social, no caer en lo moralista ni sarcástico, debería de ser muy chilanga porque nací aquí en la CDMX y con referencias a los coches. Además que tuviese esos lugares que la gentrificación ha cambiado tanto. Como alguien que ha vivido en la Roma, he sido testigo de esos cambios donde lo que estaba ya es distinto y quería también hablar de ello», complementó Altamirano, dando por fin forma a lo que sería finalmente este emotivo corto animado.

Eduardo también hizo énfasis en la importancia de los lugares que vemos retratados en esta animación y cómo el paso del tiempo los ha cambiado, quedando así sólo un recuerdo de ellos. «Los lugares que son parte de la memoria y algunos de ellos que aún llegan a existir eran importantes para mí y la elaboración de este corto. De hecho, el café que vemos al principio existía, fue donde aprendí a jugar ajedrez. Ese lugar lo diseñe con base en una zapatería clásica del Centro entre otros detalles donde quería mostrar cómo el DF de los 80s se convirtió en la CDMX de finales de los 90s y principios de los 2 miles. Es en este contexto que pongo a Luis para que refleje su personalidad pero que, irónicamente, en el amor jamás va a cambiar.»

Es claro que el otro tema medular es el amor y esa falta de correspondencia que todos hemos enfrentado. «Todos tenemos ese amor platónico que nunca se da. En lo personal, tengo varios y ahí andamos como el amigo que siempre escucha ‘ese güey es un cabrón’ y tú solo asientes, preguntándote a tus adentros porqué carambas no te fijas en mí. Quería también jugar con esas sutilezas, no hacerlo tan directo de ‘mira, la dejó’ o ‘mira, se fue’. El final de mi historia por eso queda abierto, porque al dejarlo irresoluto, genera esa ansiedad en el espectador que, cuando les pregunto lo que piensan, todos tienen una respuesta. Toda la historia se produce a través de esta interrogante, de cómo te deshaces de esa persona que te inspira sin dejar de ser tu mismo, algo similar a lo que pasa justamente en el entorno que es capaz de aguantar esos embates», afirmó el realizador.

Otra de las constantes en este proyecto es el cambio y el paso del tiempo que se refleja no sólo en las fachadas sino en el desarrollo de sus propios personajes. «Todo va cambiando mientras el corto avanza. Los menús, las fachadas, la forma incluso de las canicas, por todos lados hay este tipo de guiños en el relato. Y la historia se narra en una de las paredes, ya que hay un motivo particular que aparece ahí que está en Montealbán y hace alusión a que uno nace y uno muere. Todo esto se combina con esa protoamistad del cuate que quiere estar ahí pero nunca puede porque lo que necesita está en otro lado», agregó Altamirano.

En este planteamiento, las canicas funcionan para ser una analogía de los personajes que son afectados con el tiempo, algo que le pareció fundamental de hacer al director. «Las canicas juegan con la representación que tienen los personajes. De hecho tienen las iniciales de cada uno en los motivos, una es una M y la otra una L. Esto, aunado a la idea del tiempo que pasa demasiado rápido aunque no sea cierto. De ahí que quería jugar con las partes en blanco que quedaban en el relato.»

Es ahí que, durante la charla, Eduardo toca este otro tema de suma importancia dentro de Canicas. «Hay algo con lo que también juego: la idea de la madurez, esa que llega cuando decides desprenderte de algo tan importante como tu musa o amor platónico. Me parece que ahí uno se da cuenta de que ya pasó a otro nivel. De alguna manera, un mecanismo que tenemos de defensa cuando terminamos una relación es tratar de hacer una mejor versión de uno mismo para demostrar y decir ‘jaja mira lo que te perdiste’. Entonces te reconstruyes como persona para ser alguien más valioso que fortalezca ese ego que perdiste», aseveró.

Parte de madurar tiene que ver con la capacidad de soltar, algo que el cineasta cree que se nos complica demasiado. «Tenemos una gran dificultad para asimilar el rechazo. Este cabrón del corto, Luis, está duro y dale siempre, le dicen mucho que no y ahí anda. Y aunque podemos valorar su perseverancia, condenamos su insistencia. Creo que en el corto es jugar un poco con eso, donde en la realidad la parte de asimilar ese rechazo tiene que ver con mejorar como seres humanos. También está el punto donde se deshace de las canicas, que tiene mucho que ver con el madurar. Enterramos esa niñez y ahora pasamos a lo que sigue», expresó.

Después de un viaje por todos estos temas, Altamirano nos regala un final abierto que le gusta debido a la lectura que le puede dar cada uno acerca del mismo. Aunque no quiso darnos su interpretación del mismo, si nos regaló un par de claves para saber ese destino final de Luis. «Me gustaría dejarla al aire porque es padre que el público me comparta sus lecturas y reacciones. Parte de lo que me entusiasma de participar en el Festival Internacional de Cine de Morelia es eso, ver cómo reacciona la gente. Pero puedo decirles que hay una especie de easter egg en los ojos de los personajes, porque reflejan lo que pasa en frente de ellos. Es algo que no se había hecho y fue un desmadre técnico lograrlo pero en algún momento, mis personajes a través de la mirada, reflejan su intención, algo que me remite a ese brillo en los ojos de cuando algo te emociona. Así que el interés está en los ojos y la respuesta a ese final está en la mirada de Luis.»

Aunque al joven animador no le encanta la comedia romántica, esa conclusión remite a esa necesidad de reflejar algo que marcó la madurez del director como persona, además de tener una peculiar coincidencia con otra cinta del género. «Esa secuencia final y la banca donde se sientan es una alusión al Parque México, lugar donde crecí por ahí de los 80s. Y hay algo curioso al respecto de ello. Alejandro Ríos, director del duro y emotivo corto de Los Gatos, me ayudó con la estructura del relato. En esta duda del final, me contó de la cinta 500 Días con Ella y yo que no soy fan del género de la comedia romántica la vi y dije ‘maldito parque’. Y justo creo que se apela a la nostalgia con esos detalles. Todo el corto en sí, para mi, es una postal a lo que significó para mí crecer en la CDMX y este parque representa muchísimo. Tenía que ser ese el entorno final que se alejara de la pared del café, que es algo mucho más teatral», explicó de forma divertida.

Aunque Eduardo Altamirano dirige el proyecto, su involucramiento en otros aspectos de la creación del mismo hablan de cierta forma de un cine de autor animado que es de aplaudir. El cineasta ahondó en ese tema: «En cuanto a la música, me ayudó muchísimo el compositor Arnie Rodríguez y en el modelaje de personajes estuvo también Vivian Cedillo. Pero lograr esta onda de ‘autor’, aunque también hay un rollo industrial involucrado, fue que literalmente estoy en todo. Es una animación hecha ‘a mano’ no en el sentido de la técnica, porque es 3D, sino en el hecho de poder estar en todo el proceso metido, muy al estilo japonés. Eso le da una homogeneidad al proyecto.»

Terminando la amena plática, no podíamos evitar saber un poco más acerca del tema final del cortometraje que resultó ser una popular canción ni más ni menos que de Aleks Syntek. «Fue una curiosa coincidencia. Lo conocí en otro proyecto que desarrollaba y nos hicimos amigos. Un día le comenté de Canicas y me dijo ‘si quieres te hago la rola’. Ahí quedó durante unos años, que nos tardamos en poder realizar el corto por cuestiones de presupuesto que al final pudimos fondear. Afortunadamente, cerramos el trato con Syntek para los créditos, que justamente creó Vivian para contar esos espacios en blanco de la relación de los protagonistas pero sobre todo para mostrar el lado de ella, que no era tan mala como a lo mejor daba la impresión la historia a bote pronto y balanceamos las cosas. Y curiosamente la canción quedó de poca madre porque parece que está hecha para este relato«, concluyó el director.

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