«Mi Amigo El Pingüino»: la amistad más improbable pero quizá la más entrañable
Fue en 2011 que la amistad, el amor a la naturaleza y la fuerza de las conexiones más allá de la lógica regalaron al mundo una historia de hermosa fortuna: João Pereira de Souza, un albañil brasileño retirado, salva a un pequeño pingüino de Magallanes cubierto de petróleo, desnutrido y prácticamente inmóvil. El vínculo comenzó y durante varios años DinDim turnaba su vida en ir a su hogar en la Patagonia argentina y viajar más de 8,000 km para convivir con su amigo humano, ambos rescatando la vida del uno del otro
Un relato así de entrañable ha servido para que, 13 años más tarde, llegue a salas de cine «Mi Amigo El Pingüino», adaptación que aprovecha todas las aristas emocionales para construir una cinta entrañable que lleva al espectador a apreciar la naturaleza y valorar esa complejidad que habita en el mundo animal.
David Schurmann, director brasileño que pese a su corta filmografía se ha ganado reconocimiento por proyectos como la cinta Pequeño Secreto (2016,elegida para representar a Brasil en la entrega de los Oscar) o por su serie documental Orient Express (2017, de NatGeo), consigue conectar con el espectador a través de una efectivas escenas de convivencia humano-pingüino y también manejando un balance adecuado en el foco para los dos protagonistas, siempre con la belleza rural de la playa, la sencillez como vehículo de calidez.
Es indudable que Schurmann no sale de las bases de las películas good feeling e incluso, con un poco de experiencia en el visionado de estas cintas se sabe a que puerto llegará la experiencia. No obstante, la autenticidad de la química existente de la dupla Joao-DinDim y esa exploración tersa de las consecuencias que llegan con este sorpresivo fenómeno, dotan de fuerza que roban el corazón hasta del más crítico.
El relato, como el viaje de DinDim, se divide en dos. Por una parte, la parte que tiene lugar en las playas de Brasil con su belleza paradisiaca, sencillez del pueblo habitado por personas tranquilas y que tienen un vínculo vital con su entorno. Aquí, se hace un señalamiento simple pero bastante llamativo sobre la contaminación del planeta y también de como lo poco probable muchas veces llega para sanar las heridas que aún no cierran.
Es en este espacio de interacciones cotidianas pero significativas y de mostrar el lado más positivo de la humanidad con ese rostro más amable de la ciencia que la cinta da sus mejores momentos, los de más efectividad. Se convierte en la colección de escenas que llevan a al reflexión e incluso, en el clímax dramático que llevará a los asistentes a las lágrimas.
En cuanto a la otra parte, la que tiene que ver con los investigadores asentados en la Patagonia, no hay tanto carisma e incluso, se muestra el punto de vista de la fragilidad moral del ser humano. Los científicos, pese a sus buenas intenciones, están expensas de los intereses económicos que irónicamente les permiten su ejercicio junto a poco espacio para la sorpresa y un inamovible apego a lo lógico.
Hay una labor para introducir a la audiencia a la vida de los pingüinos de Magallanes y aquí es cuando se presentan los momentos menos cordiales para el visionado. Sumado a esto, hay que señalar que las animaciones presentes para mostrar la rutina de estos carismáticos animales pueden restarle efecto a la experiencia.
No obstante, estos puntos bajos se ven eclipsados por las actuaciones de Jean Reno (León, 1994) y Adriana Barraza (Babel, 2006). El primero como Joao, en una interpretación con mucho corazón y en la que muestra la fragilidad de un hombre con tanto por sanar; la segunda, regalando esa pizca de lealtad que requiere el protagonista y con esa aura de cariño real que se da con el tiempo ante un visitante inesperado. Obviamente, los actores animales se roban la pantalla con sus travesuras y con esa docilidad que permite una interacción que traspasa la pantalla.
«Mi Amigo El Pingüino» es esa opción perfecta para que toda la familia se la pase bien en el cine. Sus 90 minutos son un rato agradable y es que ¿Quién se puede resistir a la elegancia y ternura de un pingüino?